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Habría que decirles a esos que exigen el toro íntegro, el encastado, el que exige lidiadores capaces, que ya está bien de monsergas, que ya están pasados de moda, porque esa idea de Fiesta que ellos manejan ha caducado. ¡Murió la Fiesta! ¡Viva la juerga! ¿Ustedes creen que con el toro, toro el público de Madrid habría podido disfrutar de esa juerga verbenera con que les ha obsequiado Roca Rey? Ni de broma, porque ese toro igual complica demasiado la vida y el peruano lo mismo no podría hacer juegos malabares con las telas. Que me den muchos Núñez del Cuvillo, muchos de esos que van y vienen alegres y vivarachos, que les das una palmada y se ponen sobre dos patitas, otra más y giran sobre si mismos a ritmo de reguetón. Y si les tiras los capotes o las muletas al cielo, se lanzan como locos a cogerlos con sus patitas. Que no han dado ni pase, ¿y qué más da? Pero, ¿y lo que la hemos gozado? Si hasta no se ha perdido casi nada de tiempo en lo del caballo y las banderillas. Que hasta Roca Rey se aburría allí esperando, apartado de todo ese lío de si picar o no picar. Pero luego llegaba lo bueno, lo de echar las telas al cielo de Madrid y más en una tarde tan soleada y tan llena de tantos buenos augurios. Capotes y muletas ¡A volaaaarr! Talavante también ha estado muy bien, no tanto como Andrew, pero bueno. Y anda que no nos lo ha hecho pasar mal con un toro bien remalo y él, el pobre, sin saber qué hacer. Menos mal que al final todo ha quedado en nada. Y Castella ha sido una pena, será que es mucho más aburrido que el jovencito. Igual si no hiciera siempre lo mismo y si empezara a a aprender a echar las telas al viento. Aunque no sería lo mismo, seguro. Y es que cuánto más lo pienso, más me entusiasmo: giros por aquí, volatines por allá, ahora por delante, después por detrás, que te la enseño por aquí y en un pataplum me la saco por el otro lado, que el toro no la ve, que se la quita de un tirón. Si algún pero se le puede poner es que no le haya tirado una pelotita al toro para ver si se la devolvía al de las medias rosas. ¡Ah! Y no acabo de entender porque si hace lo mismo en un toro que en otro, en uno no pasa nada y en el otro sí. Como si fuera un déja- vue, he vuelto a mis años de juventud cuando veía a los guardiamarinas mover las banderitas al cielo, vamos, que me he desatado y no he podido gritar al cielo de Madrid, pleno de entusiasmo y felicidad: arriar las velas y vuelen los capotes.
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