La ficha del fesejo.

No fue el encierro de De Haro que esperábamos. Esto, como aficionados a la fiesta de los Toros, duele. Y desde esta trinchera tenemos que decirlo, tal y como es.

La ganadaría tlaxcalteca ha sido una especie de baluarte para quienes aún creemos en el toro bravo y encastado; ese toro que exija en primer término. Con paso firme, año con año, esta casa se ha ido ganando el respeto de la afición de la capital y, por lo menos en el centro del país, un sitio. Hoy, ha tenido un tropiezo. Si bien había indicios de edad en la mayoría de los ejemplares, entre lo disparejos y lo que en otras tardes le hemos visto, lejos ha quedado de ser un encierro de presencia imponente. En conjunto, el comportamiento nos ha dejado contrariados. De los cinco, solo al cuarto le podríamos apuntar un desempeño regular en varas, el resto le han faltado al hierro de acuerdo con lo que hemos visto otras tantas tardes. Luego algunos han manseado más que otros.Sin embargo, debemos apuntar que sus lidiadores también dejaron mucho que desear y hasta quedaron por debajo. Emulando al cierre que hace Asociación del Toro de Madrid año con año, a De Haro le correspondería un toque de atención.

Mientras a la ganadería le quedó una señal de alerta, la terna salió con veredictos distintos para cada uno.

José Luis Angelino ha salido en hombros, por una puerta grande muy al desafortunado estilo de La México. El torero tlaxcalteca ha echado toda la carne al asador y, nos parece, que todo cuánto hoy puede. Sin embargo, se supondría que un triunfo grande en esta plaza no se da solo por estar lo mejor que se puede, sino por alcanzar el nivel que pocos pueden.

El primero de su lote, fue el de San Marcos que parchó la corrida de De Haro. A pesar de llevar prácticamente dos semanas en los corrales, el animal, de procedencia pura San Mateo, no lo acusó. No fue uno de esos facilotes, y no podía ser así. Por el contrario, desarrolló las complicaciones de la edad y la casta. Pero le faltó el fondo bueno para entregarse con mayor franqueza y no quedarse un tanto a medias.  Angelino se fue a los medios para recibirlo de rodillas. Como la suerte no se consumó, ni para bien ni para mal, el tlaxcalteca insistió con dos falores pegado a tablas. Los lances, ya en pie, tuvieron algo. Regulares o meramente cumplidores fueron los dos primeros pares de banderillas, así que tuvo que comprometerse con el tercero, clavando hacia los adentros. El inicio de la faena de muleta fue más bien informal.  El torero estaba más preocupado por jalearse y voltear al tendido que por estructurar un trasteo. Afortunadamente, el toro le exigió y tuvo que centrarse en su quéhacer con el animal. El de San Marcos no era ningún tonto y no se dejaba dar coba. El trasteo no alcanzó ni regularidad, ni la solidez o el mando absoluto que demandaba el toro. Angelino hizo lo mejor que pudo, nos parece. Por ello, nos quedó la sensación de que aquello pudo haber sido una gran faena poderosa y seria en la que, también el astado se habrían venido a más o terminar por sentirse podido. Muy defectuoso fue el espadazo, trasero y tendido, pero como aparecieron unos cuantos pañuelitos por aquí y por allá, se cumplió la raquítica cuota que al juez Morales le basta para regalar las orejas.  Las protestas tampoco faltaron.

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Con el quinto, el desempeño fue al contrario de más a menos. Tabaco y oro hizo una salida franca y, así como Angelino se dio a torear pronto a la verónica, el animal mostró codicia y prontitud. Con las banderillas de nueva cuenta, sobresalió el tercer par: al quiebro y al violín. Muleta en mano, con decisión, se fue a los medios. El péndulo fue de verdad, quieto y esperándolo para cambiarle el viaje en el último momento. Lo ligo con derechazos y aunque la faena prometía, hacia la segunda tanda se hizo palmario que el animal no aguataría demasiado. Tres o cuatro series, veinte o veinticinco embestidas tendría. El animal tenia tranco de inicio, era pronto, pero se deslucía y acortaba a medio viaje. No pareció que el torero tlaxcalteca hiciera por ayudarle, sino conformarse con lo que había, y la faena quedó en la medianía. Además, hoy, en ningún momento le vimos torear al natural –ni con este, ni con el segundo; vamos ni alguna probatura con la mano izquierda. Tras un pinchazo, un espadazo que jizo rodar patas arriba al de De Haro y otra oreja muy floja.

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La actitud y disposición le valdrán quizá para volver la próxima temporada. Sin embargo, año con año va quedando atrás ese torero de corte un tanto fino, mientras avanza uno más ordinario y “vendedor”.

Quien quizá, o no debería, alcanzarle para tener en automático otra oportunidad es  Pepe López. Con el tercero pasó de puntillas y el público fue hasta benevolente.     Para ser un De Haro, le faltó casta en primer término; de otra manera se le hubiera venido encima al torero michoacano. Muy medido y sosón se diluyó con la poca intención del torero.

Con el cierra plaza vimos, una vez más, la incompetencia de la autoridad. El astado volteó la cara al caballo en la querencia y se escupió en la contraquerencia. Sin embargo, en otro cite –si se le puede llamar- Carlos Domínguez lo atajó tapándole la salida, tanto que terminó castigándolo a manos llenas de tablas hasta los medios. Aún, tras ese castigo, el juez de callejón hizo cambiar el zarzo por banderillas negras. Entre lo grandón y la innegable mansedumbre del astado, Pepe López pudo verse un poco mejor, tomando en cuenta, desde luego, que el escaso bagaje no podrían darle sitio para poderle al mansito.

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Pero quien no tiene el mínimo perdón es Víctor Puerto. De fresco sin rubor a impresentable sinvergüenza y mucho más, describirían la actuación del español. Ni quiso ni pudo parar los pies. Timorato, cínico, no hizo absolutamente nada. ¿Para qué, si mañana o pasado, vuelve aquí?  Que el primero sabía de todo, sí. Que el cuarto tuvo casta y hasta calidad. Le dio igual. Vino a cobrar y nada más. Lo único que hizo fue encaminarse al burladero más cercano cuando Angelino se fue a los medios para recibir al segundo y durante la faena de Pepe López al sexto.

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*Fotos: Luis Humberto García 'Humbert'