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19/07/2015
  (Ciudad de México) En una exhibición de poca afición, la terna no echa pa’lante. Festejo suspendido por lluvia, aun cuando el ruedo se podía arreglar
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

Tercera novillada de la Temporada Novilleril 2015. En tarde nublada, con lapsos de Sol en el primero y segundo, pero en la que se soltó un fuerte aguacero apenas salir el tercero de la tarde. La entrada fue pobre, quizás unas dos mil personas. Se lidiaron tres novillos de la ganadería tlaxcalteca de De Haro, de los que destacó en cuanto a presencia el tercero, y quedó a deber la cabeza del segundo. En cuanto al juego, destacaron segundo y tercero. Cuando el chubasco cedió, los alternantes decidieron suspender el festejo, aun cuando las condiciones del ruedo permitían repararlo. Actuaron a medias cuadrillas completas encabezadas por los novilleros:

Edgar Badillo (director de lidia, y sobre quien recayó la decisión definitiva de suspender el festejo): leves pitos en el único que mató.

Emilio Macías: leves palmas tras aviso en el único que mató.

Juan Pablo Herrera: vuelta por su cuenta en el único que mató.


Con peores condiciones se ha echado pa'lante. ¿Ansias de novillero?

Destacó a la brega Juan Ramón Saldaña al correr a una mano al segundo de manera destacada para cerrarlo en el burladero de la porra.

Breve festejo. Pobre actitud. Agustín Lara le compuso a aquel personaje novelesco, a aquel cuya situación de necesidad, de hambre, de pobreza, de desesperación, y de afición por una práctica apasionante, lo llevaban a aprovechar de manera ilegal la más desesperada de las opciones para calmar sus ansias de novillero. El objetivo, por una parte, era mostrarse, no cabe duda. Pero, por otra parte, era una situación motivada por la afición de los muchachos. Por la necesidad de sentir el peligro, que ya en alguna ocasión anterior habían sentido haciendo la Luna, librando las embestidas y los balazos de los caporales. Después de tales experiencias, tirarse al ruedo del Toreo de la Condesa, o de la Plaza México, o del Toreo de Cuatro Caminos, o de cualquier plaza formal, era cosa de niños. Muchos años después, este domingo, la tradición novilleril mexicana sufrió un episodio oscuro.

Una terna de jóvenes con poco o nada ganado en el mundo del toro fue acartelada con la novillada de De Haro. Uno esperaría de ellos el accionar de quién quiere comerse el mundo a bocados, de quien no está esperando a pedir permiso, de quien quiere dejar en el cerebro del respetable su nombre a como dé lugar, ganar contratos, dar pasos poco a poquito, o bien, subir como la espuma. Pero no. La terna decidió no echar pa’lante. Si, cayó un aguacero fuerte, pero no de época. La lluvia se detuvo. La situación del ruedo era absolutamente rescatable, tan rescatable que, como se aprecia claramente en la foto que encabeza la nota, para las 6:30 pm., hacían falta una intervención muy breve para dejar el ruedo en condiciones de seguir el festejo.

Claro que a la hora que se decidió suspender el festejo, la situación era un poco más complicada, pero rescatable. Tras chubascos peores se han continuado festejos. El drenaje del ruedo de la Plaza México es extraordinario, por si solo logra resultados notables. Y, por si faltara más, en la Monumental capitalina está emplazado uno de los mejores grupos de areneros del mundo. Pocas cosas tiene a estas alturas para presumir en el planeta de los toros la Plaza México, y entre ellas están su banda de música, y su Unión de Monosabios. Sin embargo, el primer espada decidió prescindir de sus servicios, y salir a anunciar que el festejo se suspendía. Detrás de él, salió el resto de la terna a confirmar el veredicto. Nada qué hacer. El reglamento solo permite que el juez tome la decisión final si “los lidiadores no se ponen de acuerdo” (art. 27).

Por lo tanto, la decisión final recae sobre el primer espada. Un debate sobre seguir o no es comprensible entre figuras del toreo. ¿Pero entre novilleros? No señor, mientras la situación no sea insalvable, no se le puede consentir a ningún novillero que no quiera echar pa’lante con el festejo. ¡Y menos en la Plaza México!, cuyo contexto reduce al mínimo la posibilidad de que las condiciones no permitan continuar. Más patético aún resulta que el primer espada haya asumido públicamente el peso de la decisión, mediante el tristísimo acto de asomarse al ruedo a anunciarle al juez con su dedito que el festejo había acabado. Y mucho más patético cuando el mismo primer espada dejó caer por ahí, en otro medio cibernético, la posibilidad de tomar la alternativa antes de que termine este año. ¿Así la va a tomar? ¿Saliendo a suspender festejos con sonrisitas y encarándose con quién le reclama? Mejor que se evite el ridículo.
 
Para ser matador de toros hace falta tener hambre y afición. Y tener afición significa poner el interés propio por encima del de cualquiera y decidir que el festejo sigue, previó uso el sentido común más básico, que permita constatar, como constatamos todos en la plaza, que los monosabios podían echar mano del aserrín para reparar el ruedo,. ¿Por qué? Por hambre, por ansias de figurar, por ganas. Nada más que por eso, por lo mínimo que se le puede exigir a un novillero. Si hubo presión de los subalternos, o de la empresa, u otro factor externo, a nadie le preocupa. El que lució patético fue el joven de luces anunciando “que siempre no”. ¿Por qué? Porque no reflejo el más mínimo descontento con la idea, porque no aceptó a regañadientes, porque no acabó por ceder en petit comité con el inspector de autoridad. No, salió con toda la alegría del mundo a terminar con el festejo. ¿Esa es una despedida digna de novillero, esquivando la posibilidad de lidiar un novillo más? Si en verdad Badillo va a tomar la alternativa, no puede dejar su carrera como novillero aquí.

El resto de la terna también participó de un cuadro más bien patético, saliendo detrás de Badillo para respaldar su anuncio. ¿En serio ninguno estuvo a disgusto con que le birlaran un novillo en la Plaza México? ¿Ya tan descaradamente da igual torear aquí, que torear en Piojalpan, que torear en Nopaltepec de los Camotes? Existe la posibilidad de que no hayan visto el magnífico drenaje de la plaza y a los monosabios en acción, pero en cualquier caso ¿Eso basta para no poner una objeción? ¿Para no mostrar molestia? Qué pena también por Macías y Herrera. Existe, además, la posibilidad de que haya podido más el miedo al hierro de De Haro, pero no ahondaremos en esa hipótesis tan desagradable.

Acostumbrados a triunfar en la Plaza México, los señores Vicente y Antonio De Haro mandaron una media novillada muy en el tipo de su casa, aunque el segundo lució una cabeza que ayudó poco al lucimiento de su lámina. Sin embargo, considero que, en cuanto a trapío, el medio encierro fue ideal para el nivel de los muchachos, por mucho que alardeen de estar pensando en la alternativa. Cabe señalar que el tercero fue un novillo bastante mejor presentado, y mucho muy bonito, frente al que el debutante hidrocálido no se amedrentó. Pero vayamos por partes.


La divisa tabaco y oro de De Haro, cerca de apuntarse otro triunfo consecutivo.

Abrió plaza el zacatecano Edgar Badillo, de quien, como ya señalamos, se mencionó en la semana que estaría pensando en tomar la alternativa. Le tocó en suerte el novillo Cinco Rolas-no. 58, 453 kg.- que no tuvo el mejor de los estilos, pero si una embestida manejable que podía meterse en la muleta e ir a más. El finalista de Descubriendo un Torero 2014 toreó más bien poco, y levantó protestas al intentar desplantes sin haber convencido al público. Esperemos que, tras tres novilladas, los muchachos que vengan de ahora en adelante no sigan intentando ganarse el aplauso así. Lo más jaleado de su labor fue con las banderillas. Palmas al toro en el arrastre.


Badillo, el menos del cartel con el menos del encierro.

Emiliano Macías fue un claroscuro. Le tocó en suerte Ocho Filas-158, 425 kg.-, que derrumbó al caballo en el primer encuentro sin que lograran meterle las cuerdas, y recibió un puyazo breve en el segundo. El novillero tlaxcalteca animó al cotarro en su recibo por chicuelinas. En quites intervino Herrera por saltilleras, y Macías reviró por unos lances de delante por detrás malogrados. Con la muleta logró momentos de buena factura por ambos pitones, y por momentos pareció que iba a construir una buena faena, aprovechando la benévola embestida del De Haro. Sin embargo, perdió el norte, cayó en la desesperación, y se desdibujó. Aun así esbozo buenas maneras que podría pulir, y solo torear le dará seguridad frente a los astados, y más cuando los astados aprenden como los de la dehesa tlaxcalteca. Se llevó un feo achuchón al tirarse a matar. Las palmas que recibió en el arrastre Cinco Rolas evolucionaron en una ovación mientras se arrastró al buen Ocho Filas.


Macías, buenos momentos.

Se presentó en esta plaza el hidrocálido Juan Pablo Herrera, quien no se hizo chiquito ante las condiciones adversas que se dispararon en cuanto salió su novillo. Y tampoco, por cierto, ante la acometividad de Mil Canciones- no. 90, 426 kg.-, que peleó en varas, y se las arregló para embestir a pesar de lo mojado del piso. Es cierto que la faena terminó por venirse un poquito para abajo, pero se debió más a las cada vez peores condiciones del ruedo y la renovada fuerza del aguacero, que al chico frente al precioso cárdeno claro. Su labor tuvo intensidad, y quedó la sensación de que nos quedamos sin ver al novillo y al novillero. Matar fue un poco más complicado, y, tras un pinchazo, la concurrencia, escondida en sus impermeables, pidió la oreja a silbidos. Jesús Morales la negó, y Herrera decidió dar una vuelta por su cuenta, esperando, quizás, recibir palmas de la nada. La lluvia colaboró para que la ovación en el arrastre no se dejara escuchar con fuerza.


Juan Pablo Herrera, contra viento y marea.

Varios minutos después del episodio relatado, el aguacero disminuyó, y las condiciones parecían ser favorables para la continuación del festejo. Sin embargo, en el ruedo no tuvieron la misma apreciación, y se desataron los abucheos. Triste actitud de los novilleros. Aunque el festejo no pueda seguir-que creo que no era el paso-, un chaval no puede mostrar esa actitud tan pasiva ante el contratiempo. De Macías y de Herrera resulta triste, pero de Badillo y su rodaje es completamente lamentable. Por otra parte, ojalá que podamos ver el resto de la novillada de De Haro.

*Fotos (excepto 1): Luis Humberto García 

 
     
   
     
   
     

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