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Los toros y la pasión desbordada e irreversible que provocan a quienes nos aficionamos han sido motivo para la creación de obras en todas las bellas artes. Pienso en los picassos, en El Encierro de Peña Beltrán, en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, en los bailarines y bailaores que han puesto su cuerpo a compás para evocar la tauromaquia, en los pasodobles que aceleran mi corazón cuando suenan antes de un festejo y por supuesto, pienso en las plumas que han dejado con letras de oro tantas historias, poemas, crónicas y ensayos sobre la fiesta brava.
Foto archivo A través de la literatura he podido no sólo conocer sino apasionarme y enamorarme más de los toros, la evocación escrita me ha llevado a muchos sitios que ya no existen o que todavía no tengo la fortuna de conocer; me ha permitido imaginar corridas a las que por la época o la distancia no pude asistir y también me ha acercado a personajes con los que tampoco pude coincidir en el tiempo.
Literatura taurina de calidad no hay mucha, pero si la suficiente; diccionarios y libros con fotografías hay por montón. Quizá lo que pasa es que muchos libros no se vuelven a editar, como sucedía hasta hace poco con Más cornadas da el hambre, libro por el que seguramente muchos (como yo) pagaron una cantidad descomunal; la novela de Luis Spota es “lectura obligada” -en el entendido de que los gustos rompen géneros, que no es un canon- para los taurinos. Afortunadamente la editorial Planeta ha vuelto a editar los títulos del autor mencionado y aunque la portada no tiene ningún motivo taurino, es una edición casi de bolsillo, con letra de buen tamaño y está en la mayoría de las librerías. Ojalá sucediera lo mismo por ejemplo con Sangre y Arena de Blasco Ibáñez, con Currito de la Cruz de Pérez Lugín.
Como lectora me desespero cuando no encuentro lecturas porque muchas no volvieron a editarse, pero siempre hay algo, en este siglo aun es posible comprar libros de historias taurinas como: Belmonte: matador de toros, una novela fascinante sobre la vida del torero y su Sevilla escrita por Manuel Chaves Nogales; o el cuento Tabaco y negro de Almudena Grandes en el libro Estaciones de paso, donde transmite el encanto y la sensibilidad de un sastre de toreros.
Poesía hay más que novela, y es otra manera mágica de reconstruir no sólo momentos si no también de incorporarnos a la historia de la tauromaquia, de permitir que el corazón se sacuda en verso con Tus cinco toritos negros de Manuel Benítez Carrasco, igual que al leer en voz alta Cosido a tu capote de Joaquín Sabina.
Como ocurre con todo lo que nos apasiona, una cosa nos lleva a la otra y sin saber cómo, llegamos a sitios, cosas y personas que no imaginábamos. Ojalá que este día internacional del libro encontremos a ese que nos reafirme en la fiesta culta de Federico García Lorca.
¡Feliz Saint Jordi!
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