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La Ficha del Festejo.
Era demasiado tarde. El golpe de timón de la semana anterior que, por cierto, no fue conducido por el capitán, hacía apenas las veces de una tregua. O mejor dicho, apenas una jornada de alivio ante el incesante vilipendio. Un descanso de corta duración para que prácticamente toda esa aberrante realidad volviera a la carga. Una normalidad de-construida. De manera atroz, lenta, creciente y constante. El final no podía, ni puede ser otro. La agonía que antecede el fin. Un desenlace parcial que urgía para detener los agravios.
En ese pastrano andar se anunció un cartel de triunfadores como remedio a la incompatibilidad de las gestiones entre la empresa de La México y dos toreros, Pablo Hermoso de Mendoza y Sergio Flores. Ninguna novedad en esa especie de dualismo a ultranza bajo el que se conducen los destinos del sistema taurino. Tres triunfadores producto del espejismo, consecuencia este, del simulacro de un serial que, de Temporada Grande, solo le queda el nombre. Tres triunfadores porque les entregaron unos retazos de toro cuya validez fue respaldada con peticiones nimias y ciertas protestas por parte del “respetable”. Estos tres hombres se regodearon entonces, y hoy, en la inopia en la que está hundido el coso monumental de la Ciudad de México.
Lo de Monte Caldera fue un intentar salir limpios. No pudieron lograrlo. Vacilaron desde el principio; echaron tres o cuatro con trapío, pero dos muy informales. En cambio, a la postre, los siete ejemplares (unos malos, otros regulares y uno destacado) tuvieron mala suerte cuando fueron elegidos sus lidiadores.
El mejor fue el lidiado en 5º lugar, Don Meme, un animal que embistió con interés y fijeza, y que se aburrió más rápido que nosotros. Fue pronto, acudía prácticamente en todas las distancias y se dejó llevar en todos los terrenos. Pasó y pasó unas sesenta veces por las telas, aunque es cierto, le faltó al menos un punto más de casta para pelear mejor en el caballo y acometer con mayor emotividad. Nunca, nunca, fue templado, ni mandado. José Mauricio malgastó sus cualidades con un mundo de muletazos sin torear, en el mejor de los casos acompañando. De ideas estructura no hubo ni un esbozo. Todo ello fue un divagar ante la ausencia de una mente clara, una técnica sólida y un concepto de largo horizonte.
Esto puede quedar solo en reminiscencias Si con el bueno no logró nada, con el regular la cosa no fue distinta. Voluntad sí, pero nadie sale de su casa y paga un dinero para ver si el que cobra puede. Lo lanceo, le hizo un quite y con la muleta hizo lo que pudo, pero no necesariamente torear. Apresurado y embarullado, y mucho. Cierto, se dobló con el animal, con porte torero, sin embargo parecía estar más bien metido en esa faena de lucimiento que no se puede hacer un domingo sí y el que sigue también. Habrá tal vez alguno o un puñado de fieles que estén dispuestos a esperar junto a él, hasta que le salga ese toro con el que pueda expresar todo lo que lleva dentro y todas esas apologías; pero se supone que esto se trata de crecer o por lo menos conservar un sitio, para ello, hace falta muchísimo más que el esfuerzo y querer luchar.
Falta poder poder para subsistir Hoy mismo compartió cartel con un torero que pudo ser, pero hoy a duras penas logra muy de vez en vez un lugar en el pelotón. Otro era el José Luis Angelino que apuntaba hace algunos ayeres. Un torero también de corte clásico y buen gusto. No apretó el paso lo suficiente y se quedó. Ahora necesita recibir de rodillas a todos los toros. Ahora necesita estar pasar más tiempo con la mirada en el tendido que metido con el toro que está abajo. Ahora necesita encimarse, arrancarle las embestidas a los toros con alardes, montar una pelea más que torear.
La historia de hoy Digno es, aunque no deja de ser un recurso desesperado, barato y por tanto, más bien alejado de lo que es el toreo para el que tuvo cualidades. Conserva aún el preferir cuadrar en la cara que caer en los piruetas.
Con algunas vigencias Cerraba el cartel Antonio García El Chihuahua. Derecho tiene a aspirar para presentarse en esta plaza, sin embargo mucho, muchísimo le falta para de verdad llegar a torear en esta plaza. Y no se trata de gustos, se trata de torear. Torear no es tener el valor y el entrenamiento para agarrar los avíos y ponerse delante de un toro. Torear no es dar show. El Tony es el destoreo de principio a fin. Que algunos les guste eso, es otra historia.
El chow del pueblo *Fotos: Luis Humberto García (excepto 5: Nadlleli Bastida)
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