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Como era de esperarse, en la treceava corrida de la temporada se lidió un encierro de Teófilo Gómez con todas las carencias y desatinos que caracterizan a este nefasto hierro: ni asomo de trapío, ni asomo de bravura, ni asomo de dignidad. Los dos toreros mexicanos estuvieron muy por encima de sus respectivos lotes, pero se antoja verlos con toros de verdad; estoy seguro darían un buen espectáculo, no la triste comparsa que les toca jugar con las exigencias de Ponce.
A Juan Pablo Llaguno no le pesó ni la plaza ni el cartel; muy seguro de sí mismo da la impresión de tener más edad y experiencia que las que tiene, seguramente hay en él un torero muy importante; al tiempo.
Juan Pablo Sánchez perdió una oreja con su segundo al que toreó con gusto y con temple; falló con el estoque y saludó en el tercio.
Juan Pablo templó a su segundo enemigo Enrique Ponce pide estos “toros” porque con ellos puede hacer lo que quiera; hasta hacer sus ridículas genuflexiones delante de un torete bobo que más que embestir simplemente pasaba. Pases de salón muy despegado del manso, toreando con el pico de la muleta como es su costumbre. Estocada, dos orejas, júbilo general y otra vez adorado por su público...
Enrique Ponce dió pases de salón a un manso Lo alarmante es que ya ni Ponce llena el numerado; si ésto no prende los focos rojos de la empresa nada lo hará. Allá ellos.
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