En tarde nublada, con ráfagas de viento y lluvia en el segundo y tercer novillo, se lidiaron, como parte del décimo festejo de la Temporada Chica 2014, un utrero despuntado para rejones de la ganadería tlaxcalteca Rancho Seco, y cinco del hato potosino Monte Caldera de lidia ordinaria. De buenas condiciones el primero, y mansos y descastados los segundos, bien construidos y astifinos (aunque no muy grandes) segundo, tercero, y cuarto. Quinto y sexto mal presentados. La entrada, mala, duplicó la registrada el domingo anterior. El festejo fue anunciado como “de la Unión Mexicana de Toreros A.C.”. Actuaron las cuadrillas completas lideradas por los novilleros:

El rejoneador Alejandro Zendejas (presentación): Vuelta con división, acompañado del forcado de cara.
Germán Rodríguez (presentación): silencio.
Alejandro Lima El Mojito: pitos tras tres avisos.
Miguel Alejandro: silencio tras dos avisos.
Rodrigo Ochoa: palmas.
Martín López (presentación): pitos.

El grupo de Forcados Mexicanos logró una sobresaliente pega al primer intento. Actuaron Uriel Montes de Oca como cabo de cara, primeras ayudas Irving Mendez y Jorge Medina, Mauricio Altamirano rabillador, y Edgar Ángeles, Pablo Ibarra y Eugenio Notni como terceras ayudas.

El premio que sería obsequiado al triunfador del festejo (un traje de luces azul marino y plata) quedó desierto.

Los Forcados Mexicanos se ganaron la única vuelta al ruedo de la tarde

Se jugó otra novillada para seis lidiadores en la Plaza México. La fórmula sigue dando resultados paupérrimos, sin embargo, la empresa insiste en ella para promover a los jóvenes valores. ¿Qué motiva a la administración del coso a seguir por esta línea? Nunca lo sabremos. Por el momento, la temporada ha llegado a su recta final como un fracaso rotundo. ¿Rasgarnos las vestiduras? Al menos por la causa de este serial ya nos cansamos. Quizás nos encontremos todos taurinos en el futuro para hacerlo, cuando el pueblo y la cultura de este país nos recriminen, tal como la Sultana Aixa a su hijo Boabdil en 1492, por llorar como mujeres lo que no supimos defender como hombres.

Ante un novillo decentemente presentado y de buen juego para rejones, acometedor y emotivo, especialmente hacia tablas, Alejandro Zendejas exhibió buena doma, monta, y valor. Puso dos rejones de castigo y seis banderillas, tres de ellas al violín y se adornó con piruetas a cierta distancia del burel. Los forcados llevaron a cabo su parte antes de que el rejoneador terminara su labor. Uriel Montes de Oca se lució con una magnífica pega, en la que aguantó fuertemente sostenido los cabezazos del novillo, que derribó a las ayudas y lo llevó en el aire algunos metros. Afortunadamente, Labrador, número 145, fue detenido por el grupo y su emocionante labor terminó por consumarse. El rabillador también cumplió su labor con suficiencia.

Zendejas volvió a adueñarse del redondel e intentó poner banderillas cortas, lográndolo en dos ocasiones. Sin embargo, al intentar poner la tercera, el caballo fue alcanzado por el toro, aquel cayó, y el rejoneador no alcanzó a detener su movimiento, por lo que se produjo la desagradable escena de un caballo con una banderilla clavada en una pata. Mini Mi, corcel tordillo, fue conducido con prontitud al túnel de caballos, donde se le practicaron las curaciones correspondientes. A partir de este episodio, la gente se puso en contra del rejoneador, quien dio la vuelta gracias a la insistencia del forcado Montes de Oca.

Estar desacertado en la colocación de los fierros le costó entrar en el ánimo

Germán Rodríguez, colombiano, se presentó en las Ventas de Madrid en el año 2000, por lo que abrió plaza a pesar de presentarse en la Plaza México. El desfile de mansos comenzó con Aspirante, distraído, a veces pegajoso, y a veces rajado. Se llevó dos refilonazos y un puyazo más bien defensivo. Rodríguez, que hizo la escandalera con sus quites en Mérida a inicios de año, intentó uno malogrado por crinolinas. El resto de su actuación se fue en intentos: el intento de poderle a una media embestida de manso peligroso, mala y difícil cosa, y más si no se torea. Mató de media perpendicular y se retiró con algunas palmas por aquí y por allá. Contabilizó quince minutos sin aviso.

El colombiano tenía que ir a demostrar desde el inicio

El Mojito mostró luz y sombra. Por un lado, la sombra de su maestro se posa oscura sobre él, que por momentos parece imitarlo con una mimetización sorprende. Su vestido gris y pasamanería blanca, el recorte del ya famoso “par monumental”, el encorvamiento estéticamente desagradable, y otras tantas cosas abrevadas claramente de un solo torero pueden jugarle muy en contra. Seguro El Mojito no quiere ser El Zapatita, por lo que es imperioso que deje de copiar a su maestro y haga el toreo como el siente. Y más imperioso se vuelve porque, cuando menos retorcido estuvo, cuajó derechazos largos, sabrosos, de buen trazo, a media altura, entendiendo que pedía el novillo. El Mojito tiene con qué forjarse un estilo propio, y no ser El Zapata 2. Al sentirse herido, Hechicero sacó su fondo de mansedumbre y se puso a corretear por todo el ruedo, complicándole al tlaxcalteca el trance de darle muerte, quien, dicho sea de paso, poco hizo para hacer que el pinchazo hondo, tendido pero en buen sitio, valiera. Hacía falta sacar el estoque, descabellar, lo que fuera menos dejar que el novillo tomara aire. Mitin, tres avisos, otro novillero que no quería taparse, otro mitin para devolver al animal, aplausos inexplicables al novillo devuelto. Desastroso.

Alejandro Lima tendrá que buscar su propio sello

Miguel Alejandro se presentó en la Plaza México con Soñador, otro manso de libro, que fue de pasadita a los caballos, barbeaba las tablas y andaba por aquí y por allá. En banderillas se llevó tres pares de dentro a afuera, el tercero aprovechando el viaje del segundo para ahorrar capotazos. La faena de muleta inició con el novillero intentando meter al novillo en la muleta a la Paco Camino con Traguito (guardadas todas las dimensiones, evidentemente). Desafortunadamente, a Miguel Alejandro se le olvidó ese procedimiento y le puso la muleta por la mano izquierda como si repitiera y repitiera. Soñador siguió desesperantemente rajado, y al novillero le costó trabajo matarlo. Silencio y dos avisos.

Sin mayor trascendencia fueron pasando este novillero

A Rodrigo Ochoa tampoco le sonrío la suerte, ni hizo mucho para remediarlo, igual que sus compañeros. Brindó a Miguel Ortas e intentó empezar por doblones. Debil, manso, cortitito de recorrido, soso, sin transmisión, y todos los problemas habidos y por haber. El hidalguense se vio voluntarioso, pero no le halló al complicado rompecabezas. Una estocada corta delantera de ejecución espectacular le valió palmas.

Y el siguiente, o el siguiente

La tónica del festejo no cambió con Ánimo Roja, castaño, el peor presentado del festejo, que le tocó en turno a Martín López, quien fue pitado prácticamente desde el inicio de su labor tanto por sus formas como por su aspecto físico. Lo mejor de su actuación fue que por fin le puso punto final a un festejo que se hizo eterno, en el que la bromas sobre quien se llevaría el famoso traje de luces se volvieron más atractivas que el quehacer en el ruedo. Bajo un concierto de pitos y gritos de “forcados, forcados” se retiró la derrotada sexteta.

El próximo domingo viene la final de Descubriendo un torero, que puede ser un oasis en medio del desinterés general que se posa sobre una temporada de novilladas planteada sin pies ni cabeza, que, afortunadamente, ya se va a acabar.

*Fotografías de Luis Humberto García.