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 La llegada era como todos los días, avíos, personal, toreros  Antes de partir plaza se ecomendaban  Mora, el primer espada se encaminaba para recibir al primero  Casi enseguida, las asistencias lo conducían mal herido  No mucho después Nazaré, y luego el malagueño Jiménez Fortes  La tarde terminó con las carnes, las ilusiones y los vestidos rotos
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