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Confieso que estoy hecho un verdadero lío, siempre había pensado que el toreo era gallardía, que no locura, naturalidad, que no histrionismo y crispación, además de arte, que por otra parte es algo que repiten sin cesar los que visten de luces; ese arte, esa supuesta belleza y armonía que tanto se reivindica, en oposición al espectáculo violento y gratuito. El valor era el que hacía que el hombre se enfrentara a un toro, vencerle en la pelea y hacerlo con esas maneras, esa forma de desenvolverse que se dio en llamar torería. Y de golpe y porrazo, uno se entera que en esto del toreo lo que cuenta es la testosterona a chorro, que por otro lado se lleva por delante, como una riada, todo aquello del arte, la belleza, la armonía y todas esas ideas que algunos nos llegamos a creer.
Ya sabrán de sobra que en mi cabeza tengo la actuación de Iván Fandiño que le ha valido salir a hombros por la Puerta de Madrid, y a poco que se detengan en estas líneas, descubrirán que mi opinión no es nada favorable a esas exhibiciones y derroches de testosterona que a mi juicio no tiene casi nada que ver con el toreo. Que no digo yo que no sea espectacular eso de despreciar la muleta y entrar a matar sin ella, pero también lo es el tirarse desde treinta metros al mar, el hacer un triple salto mortal saltando el potro en una competición deportiva, el nadar entre tiburones o pasar entre dos rascacielos a decenas de metros del suelo manteniendo el equilibrio sobre un cable; pero nada de eso tiene nada que ver con el arte y mucho menos con el toreo. Pero es evidente que mi postura no coincide con la de la mayoría de los que aclamaban a Fandiño como si fuera un gladiador que hubiera salido vencedor del Circo Máximo.
Tampoco puedo sentirme satisfecho cuando contemplo a El Cid, un torero que hace años me emocionaba, deambulando erráticamente por el ruedo, incapaz de mandar en un toro que nada tiene que ver con aquellos sobre los que salía vencedor. Ni puedo albergar ilusión al ver a Ángel Teruel apático, mecánico y sin esa naturalidad y clasicismo que parecían guiarle hace un año. Ni que decir de un ganado, el de Toros de Parladé, justitos de presencia, en el mejor de los casos, que parecían esconderse detrás de unos pitones y algunos kilos de más, pero que en cuanto a trapío no superaban casi a la novillada del día anterior.  Miguel Martín pareando con torería y valor |
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