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Parladé: material defectuoso, devuélvase a su amo casi todo el producto.
El primero sin fuerzas ni emoción. El segundo noble y sin condición de bravo. El tercero llevó al tendido aquello del ¡Toro, Toro, Toro! Una exigencia muy cabal. Un cuarto con brío. Un quinto móvil...
El Cid descolocado espacialmente, de acompañante como de última costumbre. Su segundo toro tuvo brío en su movilidad pero el de Salteras ni está ni se le espera. Eso si, venir viene.
 Los toreros salen siempre a hombros sin la muleta... pero nunca es solo por eso Fandiño pero no. Sin oponente y sin arte. Y otra oreja incoherente de la Psicótica plaza de Madrid que pierde identidad tarde tras tarde y que lo paga abriendo la Puerta Grande a un ejemplo del tremendismo más brutal: a la hora de entrar a matar Fandiño tira la muleta al suelo se encara y se lanza entre las astas para clavar la espada y volar por los aires. Todo por la Puerta Grande. Un gesto que será recordado no a la hora de explicar el toreo y sí a la hora de decir "yo estuve allí". Lo hizo en Bilbao y lo ha hecho en Madrid.
Ángel Teruel dueño de un concepto espacial útil pero fútil ante la antítesis de la bravura.
Una tarde un gesto y una Puerta Grande inesperada por el cómo ocurrió. Una Puerta Grande de otros tiempos.
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