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13/04/2014
  (Texcoco-México) La Fiesta de las costumbres. Zotoluco corta dos orejas, una para Adame
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

En una tarde calurosa, sin viento, con la mitad del aforo de la Plaza Silverio Pérez, se celebró el 4° festejo de feria. Se lidió un encierro de Xajay disparejo en presencia y comportamiento.

Eulalio López Zotoluco: silencio tras un aviso y dos orejas
Juan José Padilla: silencio en su lote
Joselito Adame: silencio y una oreja


A hombros salió Zotoluco casi llega la noche

El subalterno Christian Sánchez saludó en el tercio por su actuación en banderillas con el primero de la tarde.

La Silverio Pérez tuvo una mejor entrada que el domingo pasado. Algo menos de media entrada y más ambiente en el tendido. El huso horario particular del reloj de la plaza volvió a retrasar el inicio de la corrida a las cinco de la tarde en punto de algún mundo paralelo quince minutos atrasado. De nuevo se encontraron conceptos muy diferentes del toreo en el albero. Si hace ocho días observamos la frescura de la juventud, este domingo nos encontramos con la madurez conceptual, con la concreción de una idea taurina realizada en el ruedo; no solo concreta y realizada, sino repetida por años y años hasta el desgaste absoluto.

Y es que Eulalio López El Zotoluco y Juan José Padilla son toreros que no son ninguna novedad para el público mexicano. El chintololo navega con la bandera de la máxima figura del toreo mexicano desde hace más de una década y su concepto del toreo se ha estancado desde entonces. Zotoluco es un torero ya muy visto, que nunca ha alcanzado la cumbre estética y que suele declinar del camino del dominio técnico (porque claro que tiene técnica) para desplegar el toreo para el tendido en todo su esplendor. En dicho aire, Eulalio lidió a Pirul, #32 con 520 kilográmos, un auténtico pavo de salida con complicaciones de toro bravo. Si, Eulalio se dobló e intentó dominar al muy, muy bien presentado negro, sin embargo, todo quedó a la mitad, en intento. El torero de Azcapotzalco intentó agradar a sector más feriante del público y Pirul le apretó. Zotoluco decidió cortar por lo sano y se tiró a matar sin pasarse nunca por el respetable pitón derecho; dos pinchazos y a hacer todo lo posible para no descabellar, lo que desembocó en un mitin del puntillero Emilio Ríos, que intentaba pasaportar a un animal que no había sido lo suficientemente dañado para no levantarse. Finalmente el matador debió oficiar con el descabello. Aviso, silencio y leves palmas para el toro. Saludó en el tercio Christian Sánchez, que puso los tres pares de banderillas.


Para ser uno de los más poderosos, le quedó a deber a 'Pirul'

Con su segundo vino lo de siempre, a mil por hora, enganchones por aquí y por allá y algún pasesito suelto de calidad. La masa enardecida por la energía del Zotoluco se rindió en gritos de “torero, torero”, rodillazos, zapatillazos, miradas al tendido. Nogal, cárdeno claro tocado del derecho y el más pequeño de la corrida (No. 640 de 480 kilos) aceptó sin chistar todo lo que el torero le propuso y encontró la muerte gracias a una estocada en la suerte de recibir más que improvisada, además de traserísima que el animalito escupió velozmente. Eulalio se niega hasta las últimas consecuencias a tomar el descabello, agonía larga vendida como muerte de bravo. Texcoco explotó y Gilberto Ruíz Torres (que en Texcoco da órdenes, manda bocinazos, toca avisos, niega orejas y en la Plaza México es un espectador más) soltó las dos orejas. Zotoluco lo hizo de nuevo. Enhorabuena.


Con uno menos exigente, hubo más para la feria

Juan José Padilla se mantuvo en la línea que trazó en la Plaza México desde su reaparición en ella y que data de tiempos anteriores a la cornada, e incluso de la época de su confirmación en México, allá por el 2003. Su actuación fue más bien gris y no pudo desplegar el espectáculo habitual. Sin embargo, el temple sigue sin aparecer en su quehacer y luce como un torero recio y sobrado de facultades como está obligado a mantenerse tras perder un ojo. Con su primero intercambió opiniones con el público sobre la condición del toro tras negarse a banderillear, se dobló y mató. Silencio. En el quinto Padilla puso banderillas y poco más, silencio. Cabe destacar las pésimas actuaciones de los subalternos españoles a la pica (citando metido entre las rayas del tercio y practicando infamemente la carioca) y con las banderillas (ignorando el orden de los banderilleros aún tras recordatorio de la autoridad tan solo para rejonear a pie vilmente).


Con ninguno de su lote El Pirata alcanzó a transmitir

Joselito Adame mostró las dos caras de su moneda. En su primero lució pesado, cansado, sin mucha idea ni ánimo. Quitó por chicuelinas caminando mucho y con la muleta anduvo anodino, otro torero muy distinto al que triunfó en México. Silencio.

Para el sexto rugió el León que apareció en la Plaza México. No estuvo histórico ni maravilloso, tan solo mostró la mínima disposición que cualquiera esperaría de un torero triunfador, joven y con las características que tanto gustaron en México. Empezó su trasteo sentado en el estribo con muchísima exposición, encontrando la cumbre en una magnífica trincherilla ahí mismo, en el estribo; no quedó más que detener la serie y recibir la ovación, fue lo mejor del festejo.


Soberbio, sin más palabras

Inmediatamente después el toro cantó su condición de quedado y tardo. Adame recurrió al toreo bullidor de oropel, pero nunca perdió la disposición con la que salió al ruedo. Joselito estuvo donde tenía que estar y explotó al máximo las escasas posibilidades que tuvo Fresno –herrado con el 674 y de 485 kilos, demasiado gordo-. Desafortunadamente, el hidrocálido acompañó sus ganas de agradar con mucho de su cosecha y doble “Pelea de gallos”. Mató de media estocada y un muy buen descabello, una oreja.


Luego, había que buscar cortar las orejas

El extasis orejeril sigue en México. Eulalio López cosechó una más a su larguísimo listado de salidas en hombros, y el festejo mediático que acompañara al triunfo ya también es costumbre. Cabe preguntarnos, ¿qué está aportando esta maldita costumbre de las orejas y puertas grandes sobre todas las cosas a nuestra fiesta, que ni siquiera acostumbra dotar a las plazas de toros de “puerta grande” en forma?

*Fotografías: Luis Humberto García 

 
     
   
     
   
     

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