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Gran corrida de toros la presentada por Victorino Martín. Inmaculada de presencia y excepcionales a la hora de transmitir la bravura.
Antonio Ferrera: Ovación y vuelta al ruedo.
Diego Urdiales: oreja y ovación.
Manuel Jesús "El Cid": silencio y saludos.
Foto archivo La corrida que ha traído la ganadería de Victorino Martín hoy a Bilbao será recordada por los restos. Hasta cinco toros buscaban la muleta con bravura y codicia. Hoy llovió sobre Bilbao casta y hasta el viento soplaba enrazado. Vista Alegre se reencuentra con el Toro, con el toro de Victorino.
Como único se puede definir lo ocurrido hoy en el ruedo de Bilbao. Diego Urdiales ha elevado el Toreo a la categoría de Arte. Durante veinticinco minutos ha estado inspirado el riojano. Veinticinco minutos con la tripa vacía. Veinticinco minutos con el alma partida entre la inspiración y la razón. Es inverosímil mantener la excelencia siendo fiel a un concepto del toreo tan real y clásico durante veinticinco minutos. Lo realizado por Urdiales este domingo veinticinco de agosto del año 2013 es una hazaña tan difícil de comprender como de realizar. El orden y las musas han sido las protagonistas de una faena que comenzaba con un cambio de mano por detrás y rematando con la capa nacido de la naturalidad propia de quien está llamado a ser el guardián de las esencias taurinas. La lidia medida con un Víctor de plata sabio, consciente y paciente sabedor de que "Playita" humillaba. La muleta saltaba rasgada por la violencia de la embestida de un toro que buscaba los medios con casta. La siguiente muleta estaba bendecida. La sucesión de tandas, de perfección, del encuentro de la excelencia constante y de la más intensa torería es ya Historia del Toreo. No se mató y casi se muere. El cielo de Bilbao derramó litros de agua durante toda la obra. Bilbao se volvió a rendir a Diego Urdiales. En veinticinco minutos.
Antonio Ferrera ha tenido una buena tarde. Ha tenido un buen lote. Ha tenido unos arrestos inmensos al parar a sus dos toros corriendo de espaldas al aire y mandando con torería a dos bravos animales. Su primero lo quería matar con el pitón derecho y Ferrera porfió por el izquierdo para estar a la altura. Su segundo era Gloria bendita para el ganadero, un toro con el que seguro se sueña. Ferrera estuvo por debajo del toro pero por encima de sí mismo. Los naturales nacieron con la misma prontitud que se extinguieron. Pero existieron y Antonio Ferrera lo hizo: toreo.
Quien ni toreó ni se acopló y ni siquiera fue una sombra de aquel hombre que en el 2007 con seis Victorinos me dio la tarde más redonda de mi vida taurina fue Manuel Jesús "El Cid". La apariencia de ser un peso pluma es devastadora. Su segundo toro ha sido simple y llanamente una delicia. Un toro para que el aficionado sueñe con torear un Victorino en la arena de Bilbao. Ni un mal gesto, la embestida noble y dulce y una sensación de querer toreo extraña en un Albaserrada. Pero Manuel Jesús "El Cid" no está.
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