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Una tarde más, en Las Ventas, se rozó (si no alcanzó) el esperpento. En mitad de la lidia del quinto, durante el tercio de banderillas, el aspersor colocado en el centro del ruedo y que riega la arena de la monumental, saltó y comenzó a regar en una escena surrealista que dejó perplejo a todo el mundo. Seguramente, los muchos turistas que había hoy en los tendidos habrán creído que eso formaba parte del espectáculo, que era algo normal. Y sin llegar al nivel de la normalidad, si hacemos memoria no es la primera vez que esto ocurre en Madrid. Si no recuerdo mal, en plena faena de José María Arenas, hace unos años cuando era novillero, el aspersor también se puso a funcionar.Tal vez alguno quizá pensó que así los novillos podrían espabilarse Al igual que ese día, hoy los que estaban vestidos de luces y todos los espectadores que contemplábamos la escena sentimos cierta vergüenza ajena por el suceso. Lo que no me explico como puede ocurrir esto. Si el aspersor se encendiera de forma automática debería hacerlo siempre a la misma hora. Si no lo hace nunca, ¿cómo de repente esta tarde se pone a funcionar? Si como digo es automático podría haber sido un fallo técnico, pero si se activa de forma manual, ¿quién ha sido el listo que ha hecho la gracia? Quizás el culpable estaría tan aburrido por la novillada que decidió darle un poco de interés y cachondeo al asunto regando un ruedo que ya de por sí estaba mojado por el aguacero que cayó antes del festejo. Otro día de tormenta en Madrid y van… Y si numerosos han sido los nubarrones que han descargado con ganas durante este San Isidro, también demasiados han sido los petardos ocurridos tarde tras tarde. Hoy, en la tercera y última novillada del abono, tampoco nos pudimos divertir. El descastado y deslucido encierro de Carmen Segovia, que además sorteó algún que otro ejemplar complicado y áspero, fue una decepción. Y, por otro lado, tampoco los chavales que hicieron el paseíllo estuvieron demasiado afortunados. Abría el cartel Tomás Campos, un joven extremeño al que desde que comenzó la temporada madrileña ya le hemos visto unas cuantas veces. Hoy, Campos dio muchísimos muletazos, pero ninguno dijo nada. Y ya sabemos que lo peor que puede despertar un torero, sea novillero o matador, es indiferencia. Por su parte, el alcarreño Curro de la Casa hacía su presentación en Madrid y, la verdad, es que este factor se notó. Más verde que una lechuga dio la impresión de estar de la Casa. Además, por momentos se le vio a merced de los elementos, sobrepasado por la presión y la responsabilidad de la tarde. Si mal estuvo en el segundo, algo mejor se mostró en el quinto. Por último y cerrando la terna actuó el colombiano Sebastián Ritter, novillero apoderado por Antonio Corbacho. De Ritter nos habían dicho (y alguno ya lo habíamos visto) que tenía valor, y así es, tiene valor y mucho. Un auténtico arrimón se pegó en sus dos turnos, especialmente ante el utrero (por edad, porque la apariencia y seriedad era de toro) que cerró plaza. Eso sí, eso del valor frío y de verdad, y el concepto vertical de riñones encajados está muy bien, pero también hay que torear. Y Ritter se olvidó de esto y… de la muleta. Sin mandar ni enganchar las embestidas de sus enemigos, el colombiano dejaba pasar el viaje pero sin llevarlo toreado. Como digo, el valor es algo imprescindible en un torero, pero siempre que se use para torear, no sólo para pegarnos el arrimón desde el primer muletazo. En definitiva, que hoy tampoco nos fuimos demasiado contentos a casa tras un festejo que tuvo como protagonistas al valor de Ritter y a un aspersor revoltosillo. |
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