|
La corrida de hoy en Las Ventas ha arrojado un encendido debate sobre si Alberto Aguilar mereció salir a hombros y abrir la puerta grande tras la petición de oreja que no atendió el presidente en el último capítulo del festejo. Muchos hablan de robo, una palabra que nunca suelo (porque no me gusta) usar en este tipo de casos en los que el usía no concede un trofeo a un determinado torero. Para empezar, lo que hay que decir es que esta tarde Alberto Aguilar estuvo tremendo en Madrid, que ofreció una notable imagen en el tercer paseíllo que realizaba, en pocas semanas, en el coso madrileño. El primero fue fuera de abono, en la Goyesca del 2 de mayo, el segundo tuvo lugar ya dentro de San Isidro y hace dos semanas exactas ante la corrida de José Escolar, y finalmente esta tarde, por la vía de la sustitución, Aguilar regresaba a Las Ventas. Sin duda, una sustitución merecida tras las gratísimas sensaciones que este torero ha dejado en los aficionados venteños, no sólo en este 2013, sino por ejemplo el año pasado en la Feria del Arte y la Cultura ante los “victorinos”. Y Aguilar justificó su presencia sustituyendo a Fernando Cruz sobradamente. Cuando un torero se encuentra en un buen momento, confiado consigo mismo, lo que muestra en el ruedo es firmeza y claridad de ideas. Además, Alberto dio toda una lección de buena colocación y toreo puro, entre tanta figurita ventajista y mentirosa. Y todo ello, con el mérito añadido, de que delante no tuvo un lote de grandes posibilidades, sino varios astados descastados y deslucidos, que no fueron fáciles. El único potable el sexto que fue un mansito en el límite de fuerzas, pero que al menos tuvo nobleza y buena condición. Aguilar cortó una oreja de peso en el segundo y a punto estuvo de obtener otra en el que cerró plaza. Y he aquí el debate: tras una meritoria labor, un pinchazo, y una estocada, el público que casi llenó los tendidos de Las Ventas sacó los pañuelos en una petición claramente mayoritaria, pero que no consideró el señor presidente Julio Martínez.
Una decisión que trascendió de atender o no la petición de una oreja Está claro que esto no es tan sencillo como que la máxima autoridad de la plaza no quiso dar la oreja porque la actuación de Aguilar no fue de su agrado, sino que esta decisión (eso sí, unilateral) respondió a una cuestión mucho más complicada. Si Alberto Aguilar no hubiera tenido ya una oreja en su esportón, o no hubiera pinchado en una ocasión antes de dejar el espadazo final, está claro que el presidente no habría dudado un segundo en conceder ese trofeo del sexto. El problema radicaba en que sí el señor Martínez sacaba el pañuelo blanco, el torero madrileño abriría la puerta grande. Y es que, desgraciadamente, en Madrid se puede salir a hombros con una y una. Y digo desgraciadamente porque considero una absoluta y urgente necesidad el que se cambie el reglamento y se obligue a cortar dos orejas en un mismo toro para la apertura de la puerta grande más importante del toreo. No puedo entender como en Madrid, en la primera plaza del mundo, en la que los triunfos son tan difíciles y la exigencia tan grande, no sea obligatorio este requisito de los dos trofeos de un mismo toro para salir a hombros. El listón de Madrid debe ser tal que el máximo premio y reconocimiento se consiga tras una labor tan redonda y rotunda que haya sido merecedora de las dos orejas y que haya logrado la unanimidad. Creo que el honor de salir en volandas calle Alcalá arriba es tan grande, que la actuación y faena del torero en cuestión debe ser sobresaliente. Pero claro, si hablamos de obligar por reglamento a cortar dos orejas en un mismo toro para abrir la puerta grande de Las Ventas, ya estamos hablando de otra cuestión. Alberto Aguilar, está claro, no tiene la culpa de la presente y cuestionable normativa. Y, con el reglamento en la mano, el presidente debió conceder la oreja en el sexto, simple y llanamente, porque la petición era mayoritaria y la primera oreja es del público. Y, una vez dicho esto, ofrezco mi modesta opinión: yo, personalmente, prefiero que los presidentes de Madrid se pasen de duros y exigentes, antes que de benevolentes y facilones; prefiero la dureza y la “austeridad” antes que el triunfalismo. Por lo tanto, creyendo injusta la decisión del presidente en este caso particular, prefiero que se den estos casos antes que los contrarios. La pena y lo injusto es que Aguilar paga los platos rotos cuando es uno de los pocos matadores que han dado la cara esta feria. Él, junto a algún otro como Iván Fandiño, sí han merecido el reconocimiento de todos y han destacado entre tanta mediocridad. Además, a este tipo de toreros una oreja o una puerta grande les supone una ayuda inimaginable. Por eso, pido dureza y rigor al palco presidencial, pero para todos por igual. No me vale que hoy le nieguen el premio a Alberto Aguilar, y que luego regalen orejitas a otros muchos. Y es que precisamente se da la circunstancia de que durante el presente San Isidro las rebajas han sido considerables. Lo que no se puede aceptar es que le regalen una oreja el viernes a Manzanares (una figura del toreo con su temporada hecha y los bolsillos llenos), y luego le nieguen hoy una a un torero modesto como Aguilar. Esas injusticias y distintos raseros son los que no me gustan un pelo.
Pero, más allá de todo este debate y de las opiniones de unos y otros, hoy Alberto Aguilar, con puerta grande o sin ella, ha demostrado a aficionados y profesionales su capacidad, condiciones y actitud. Y sinceramente creo que puede llegar a ser más positivo para él un balance de oreja de peso y vuelta al ruedo clamorosa, que otro con una puerta grande cuestionada. Y es que, si bien la suya fue una gran actuación, quizás la oreja del sexto estaba muy justita, en el límite. Para que luego se hable de puerta chica, o puerta grande barata, mejor que el torero en cuestión se vaya a pie pero con el reconocimiento de todos. Espero y deseo que sea así y la tarde de hoy suponga un importante toque de atención a todos aquellos que aún no se han enterado de que Alberto Aguilar es un torero muy a tener en cuenta y que se encuentra en un magnífico momento. La pregunta de “¿Fue de puerta grande?” arrojará opiniones diversas; en cambio, habrá unanimidad al calificar de notable la tarde de Aguilar hoy en Madrid. Quedémonos con eso.
|
|