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Mirando la pantalla chica, al medio día de hoy, en la ciudad de Quito, capital ecuatoriana que, lamentablemente, ya no tiene la posibilidad de organizar corridas de toros a la usanza española, luego de la malhadada consulta popular del 7 de mayo del 2011 y, observando los vertiginosos cambios de clima (sol, sombra, viento, lluvia y, hasta un arco iris) – se parecía a un día cualquiera, en mi bella tierra natal -, añoraba tiempos idos y que los taurinos ecuatorianos esperamos que pronto cambien, mientras disfrutábamos con lo que hacían los jóvenes novilleros en la plaza más importante del mundo taurino.
Gonzalo Caballero aguantando un parón Gonzalo Caballero el más cuajado de los tres. Bien con el capote, muy bien con la muleta en las dos manos pero, para matar a los novillos, puso de manifiesto su talón de Aquiles. Álvaro Sanlúcar, con mucho deseo de hacer las cosas pero, el más tierno de los tres. Y, el venezolano César Valencia, que no pudo demostrar todo lo que sabe pues, le correspondió el peor lote de novillos pero, qué gran estoqueador es.
Un gran amigo, aficionado práctico y, un connotado periodista taurino ecuatoriano Don Humberto Jácome decía hace medio siglo, “que a los novilleros no hay que analizar lo que hacen, sino lo que quieren hacer”. Qué gran verdad pues, cuando salen los novillos con dificultades y, ellos logran subsanar las mismas – recuerden que les falta experiencia frente al astado -, es lo que desean hacer, lo que el aficionado toma en cuenta, como ocurrió esta tarde y noche española, con los novillos de Nazario Ibáñez, que permitieron, algo permitieron ver en manos de los alternantes.
Al público de Madrid que, en buen número asistió a esta segunda novillada de San Isidro, hay que felicitarle pues, ese apoyo es lo único que permitirá que estos jóvenes valores de la tauromaquia, lleguen con gran esfuerzo, a ser los toreros del futuro. Y, eso, sin amilanarse por el duro temporal.
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