Primera oreja de la feria, dos figuras de los que dicen que mandan, toros de los poderosos hermanos Lozano, el día del Santo Patrón, la plaza a rebosar de isidros sedientos de orejas y de ver triunfar a los que ven en la tele, pero resulta que… Teruel también existe, Ángel Teruel, llevando más que dignamente el peso del nombre, el de un torero particular, elegante, fino, muy buen torero, a pesar de ser madrileño, que en aquellos años parecía que era más un lastre que no una ventaja. Pero eso ya ha pasado, ya también parece que nos ha tocado ese sentimiento localista de arropar al paisano, aunque toree como los sapos. 

Teruel da sus primeros pasos de matador en Madrid

También pasa que los hijos a veces intentan exprimir el limón del nombre de papá y aguantan hasta el límite. Bien es verdad que mucha gente que poblaba hoy la piedra venteña no tenía ni idea de quién era el padre del confirmante de esta tarde. Los que lo vimos, incluso creíamos percibir un cierto aire familiar, pero este escudriñar nos ha durado muy poco, porque enseguida Ángel Teruel ha dejado de ser el hijo, el retoño, la copia o vaya a saber usted qué. Se ha visto un torero con maneras clásicas muy bien asimiladas, con una idea que ya se ve poco y que incluso puede que no sea comprendida por isidros y público afiliado a la modernidad. El torero ha exhibido buenas maneras, buen manejo de los engaños, sabiendo para que valen delante del toro, algo que aunque parezca mentira, no es lo corriente. Pero el momento ha sido la forma de comenzar la faena de su primero, con el que Madrid le daba el visé como matador de toros. Con la muleta montada ha citado al de Alcurrucén y se lo ha sacado con muletazos por ambos pitones por bajo, guiando las embestidas y ganando terreno en dirección a los medios. Que buenas sensaciones cuando se ve a un torero mandar en el animal y cuando lo lleva adonde quiere, sólo moviendo un paño con la mano. Con mucha naturalidad, con torería llegó al platillo, se cambió la muleta de mano pasándosela por la espalda, para cerrar con un templado pase de pecho. No creo que debamos caer en la tentación de calificar su actuación como memorable, no hay que exagerar, pero sus formas resultan muy familiares para aquellos que un día vieron torear. Una familiaridad muy diferente de la que es ver en el ruedo a dos prototipos de la Tauromaquia 2.0, Castella y Perera. ¿Qué se puede decir de ellos? Pues no sé, uno recordaba una forma de hacer ya casi en desuso, y los otros el ver repetida la misma faena de siempre una y otra vez, y otra, y otra y otra y… Con series inconexas, una detrás de otra, como el que ve un desfile de clones. Bien es verdad que ha habido gente a la que ha entusiasmado, pero bueno, ya lo dijo El Gallo, que hay gente pa’to, pero recuerden… Teruel también existe.