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Las toreras originarias de diferentes geografías Málaga, Morelia y Mérida, llegaron a la Monumental de Insurgentes, en la decimonovena corrida de la temporada grande, con un encierro de la casa ganadera de San Judas Tadeo, cuyos toros lucieron una hermosa divisa roja hecha clavel.
En una tarde de baja asistencia, tímido sol y agradable clima, se prendieron nuevamente de un cartel tres diestras, que bien pudo haber sido formar corridas mixtas a lo largo de la temporada.
Los nombres de los toros hicieron alusión a los candidatos a la presidencia, pero fue mejor que el nombre, las pintas que lucieron. Saltaron a la arena un negro meano, negro zaino, castaños y colorados, como si fueran hechos de barro michoacano.
La tarde estuvo llena de claveles, después del haber emprendido el paseíllo entre la división de sol y sombra, las gachís recibieron ramos de flores que aromatizaron la tarde, mientras otros ramilletes esperaban su turno entre las localidades inquietos de alegría.
Matadoras Mari Paz Vega, trajo la brisa del extremo oeste del mar Mediterráneo, en donde se sitúa su ciudad natal, demarcó la planta torera que tiene, y su entendimiento para resolver las vicisitudes que se presentan en la arena. Dio un buen juego de capote y lucidos muletazos que demuestran su arte y oficio.
Hilda Tenorio trajo consigo un terno en rosa y oro en sutil complicidad con la cantera michoacana y, con la frescura que la caracteriza, logró un manejo de percal fresco y de aroma en el quite que ejecutó por chicuelinas.
Lupita López de blanco y oro, hizo referencia en su atuendo inmaculado a la blanca Mérida. Su voluntad se vio en sus dos toros, pero estos, no dieron a más en la embestida y comportamiento, incluso en un momento de angustia, los hilos del terno se desprendieron de su taleguilla.
Para estos momentos, los claveles estaban ya prendidos en el morrillo ensangrentado del toro, confundidos con la divisa roja de San Judas Tadeo no entendiendo si el toro era menos San, y más Judas. Y pensar que el nombre de Judas es una palabra hebrea, que significa “valiente hombre de pecho robusto”.
En el segundo de su lote. Mari Paz Vega se vio propositiva, pero no rompió a más la faena por las condiciones del burel, para ese momento, la tarde se tornó color ocre y las palmas se escucharon por su empeño en una salida al tercio.
Y como los claveles fueron invitados distinguidos de esta tarde, Mari Paz recibió estas flores que tienen cierta complicidad con los toros, nada más y nada menos por ser seres vivos extraídos de las veredas del campo. También tienen el alma agitanada por terquedad, gustan de la libertad, los seduce el peligro, les gusta el tablao, el cante y más de alguno ha decidido morir en la arena.
Hilda en el segundo de su lote, despertó los olés del tendido. Tomó sonriente su capote y pegada a tablas logró dos faroles con más luz que los de la avenida Madero de Morelia, para después bordar unas zapopinas tan emotivas que los claveles abrieran más sus corolas y sus pétalos se descararan al cielo en señal de sorpresa.
Pero cuando ejecutó el péndulo y la vitolina, otro clavel se salió de la solapa de un romántico aficionado que aún conserva su antigua indumentaria para ir a la plaza. Hilda con ese toreo lúdico que la caracteriza, continuó su faena con buenas tandas de derechazos, no hubo suerte con el estoque. Tras faena, dio la vuelta al ruedo bañada de más claveles, que ya se veían entre sus manos cumpliendo su papel a plenitud de fiesta.
Lupita, quien desborda carisma en cada tarde, se mostró entusiasta con el capote y voluntariosa con la muleta, no logró la faena esperada. Pero, en esta tarde en la que el público está ya más acostumbrado a ver a las Majas sin mantilla en la barrera y de luces en la arena, queda marcado en la historia la relación de la mujer en la tauromaquia, desde Ariadna y Teseo en complicidad por combatir al Minotauro. También en la época micénica en la que las mujeres realizaban saltos sobre la corpulencia de los uros, vistos en los murales de la Acrópolis de Tirynto. Siglos han pasado y la mujer y el toro sigue viviendo su romance más íntimo y torero.
Esta tarde no se cortaron orejas. Las espuertas se fueron llenas de claveles y otros más salieron de la plaza entre los brazos de las diestras, dejando pétalos a su paso, entre zapatillas negras.
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