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Con la plaza llena se han lidiado toros de Daniel Ruiz, el segundo como sobrero, descastados y mansos, más toreable el 1º. Muy desiguales de presentación y de encornaduras, pobres de cara y anovillados. 3º y 4º bien presentados. 2º bis y 6º, excepcionalmente chicos. César Rincón, silencio tras dos avisos en ambos Morante de la Puebla, pitos y gran bronca Andrés Palacios, ovación y ovación. Todo lo que se vio hoy en la plaza de toros de Albacete, excepto la predisposición de Palacios y la insistencia de César Rincón en su segundo toro, quedará marcado en la memoria del aficionado como una tarde decepcionante. Y no conviene gastar duras palabras gratuitas porque todo lo que se escriba de esta corrida debe estar presidido desde el respeto y la mesura pero también desde la rectitud y rigor. No es cuestión de perderse en términos de poco gusto que puedan resultar extemporáneos y fuera de lugar porque lo ocurrido esta tarde en Albacete es muy serio. Las cosas serias se cuentan también seriamente. Fueron tres lo factores en detrimento del espectáculo, los tres con la misma importancia y tan injusto sería dar más relevancia a alguno como quitársela a otro. El primer factor negativo -por alguno habrá que empezar- fue la corrida de toros de Daniel Ruiz, ganadero de Albacete que envió a la plaza de la capital un encierro muy desigual de presentación que contó con varios toros mal presentados y con otros más rematados aunque fuera de tipo. Muy desigual de encornaduras dentro de la probreza, al encierro le faltó cuajo y contó con varios toros anovillados, así como otro playero que no eran propios de una plaza como esta de Albacete. Además, su comportamiento fue descastado y manso, a excepción del noble aunque brusquito primero con el que se atisbó cierta calidad. Un conjunto muy deslucido con el que la tarde discurrió entre hostilidades y enfados. Lo único bueno de la corrida fue que empujó en general con fuerza en el caballo. Segundo aspecto negativo: el comportamiento del presidente de la corrida así como de sus asesores veterinarios que demostraron una evidente falta de respeto hacia el pagano de los tendidos. No debió dar su anuencia para la lidia de varios de los toros por no tener el trapío requerido. Pero hubo otra cosa que roza lo antirreglamentario. Sí, el presidente intentó hurtar un toro a la afición en el momento en que se opuso a la devolución del segundo toro de la tarde, un toro muy flojo que no era apto para la lidia por haberse medido con la arena en varias ocasiones. Ante la negativa del presidente de sacar el pañuelo verde, el público lo llamó a capítulo, pues sacó el pañuelo blanco para cambiar al tercio de banderillas. Pero la cuadrilla del matador “Morante de la Puebla”, torero a quien le correspondió el flojo astado, optó por tirar al animal al suelo con capotazos bruscos para precipitar la decisión presidencial, que al parecer estaba lejana a la devolución. Hay que decir que el toro se cayó en varias ocasiones sin que contribuyera en las caídas la negra mano de los subalternos. Tan mal está querer mantener un toro inválido en el ruedo, ante el clamor popular, como querer tirarlo más veces al suelo para poner en un aprieto al usía. Lo que pasa es que a la cuadrilla se le propuso para sanción por orden del presidente y el propio presidente no se iba a proponer a sí mismo para sanción. Tan antirreglamentaria una cosa como la otra. Lo cierto es que, por lo que pareció, si no hubiera sido por la mala práctica de la cuadrilla del sevillano, el toro hubiera permanecido en el ruedo, o al menos eso fue lo que se respiró. Y aquello hubiera sido nefasto. Y el tercero fue el factor negativo más sonoro de la Feria hasta el momento y probablemente de los últimos abonos. Bronca y gran bronca para José Antonio Morante de la Puebla que no quiso ver a sus toros. Con mala cara, desganado y en actitud casi burlesca se rió a sus anchas de la afición de Albacete que le reprobó con broncas, sobre todo la segunda, de las que se recuerdan pocas en el coso de la calle de la Feria. Detestable la actitud del sevillano ante su segundo toro, al que sólo recetó dos tandas con la muleta, para enfado y sorpresa del público. Frente a su primero estuvo que hacía como que hacía, en un sí pero no. Por lo menos disimuló su puntual falta de profesionalidad. Hay que decir que al margen de lo estrictamente taurino, a “Morante” se le vio muy serio y cariacontecido desde el mismo momento que se trenzó el paseíllo. A “Morante” le pasa algo. Bueno, y no le pasó por aquel sitio torear hoy en Albacete. Una vergüenza porque sus toros, que no tenían buena condición, esa es la verdad, por lo menos exigían una justificación. Todo esto es lo negativo o sea, la mayor parte de la crónica de la corrida, y entrar en cuántas tandas tuvo la faena de César, que con más o menos agallas lo intentó, resultaría una equivocación. No obstante, es necesario destacar una gran tanda conseguida frente a su segundo enemigo, noble toro que embistió largo, pero aquello no fue más que un espejismo. Pronto se rajó y estuvo en plan marmolillo el acapachado de Daniel. Sí es fundamental comentar que Andrés Palacios se comportó como un auténtico profesional, porfiando con sus ejemplares, que no tenían nada que sacar. Con su primero, que tomó buena vara, hizo lo que pudo intentando todo lo que sabe y frente a su segundo, un manso que no paró de escarbar y dudar antes de embestir, no pudo hacer ni media. Justificó su sustitución por “El Juli” mientras que otros muchos participantes del festejo se cruzaron de brazos delante de un espectáculo muy negativo. |
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