Ese fue el grito que los ínclitos aficionados del 7 dedicaron a los orejeros del resto de la plaza que habían solicitado frenéticamente el trofeo para César Jiménez tras matar de estocada desprendida y atravesada al sobrero de Carmen Segovia, lo que con la otra oreja cortada al segundo de la tarde, de la ganadería titular de Peñajara, le permitieron salir a hombros por la puerta de Alcalá. Tras las palmas de tango del 7, los orejeros nos dedicaron una tremenda pitada a la que les respondimos gritándoles “ignorantes” repetidas veces, por haber dejado el prestigio del que fue (ya no lo es) templo del toreo (Las Ventas) por los suelos y por desconocer las reglas que rigen en la tauromaquia de siempre, no en el “toreo moderno”, que es una degeneración esperpéntica del toreo eterno.

El público orejero increpó al 7 por su defensa del prestigio de Las Ventas

La realidad es que a Jiménez le tocó posiblemente el mejor “toro moderno“ de la feria, el segundo de la tarde, “Rodalito” se llamaba, precioso de lámina, manso en varas pero un dechado de entrega, casta, recorrido, humillación, al que se llevó bajo los isidros orejeros del 5 “para evitar el viento” (allí había papelitos, es cierto, pero también bajo el 9 y ahí no quiso), aunque los del 7 pensamos que fue “porque allí siempre aplauden, incluso antes de dar un pase, nunca exigen aunque se destoree”. Y bajo el 5 le hizo una faena perfecta de toreo moderno, estética pero despegada, metiendo pico (siempre un pitón por fuera de la muleta), echándose el toro hacia las afueras y pasándoselo siempre lejos, sin embraguetarse. Mató de estocada desprendida y atravesada de efecto fulminante. En resumen, creemos que estuvo por debajo del toro, le cortó una pero era de dos. Y el quinto fue devuelto por claudicación reiterada y sustituido por un sobrero de Carmen Segovia, feo, grande, serio pero flojo, pues perdió las manos tras los dos picotazos recibidos. Pero se vino arriba en banderillas y quedó “noble” para la muleta (o sea “lelo”, según la definición que en su día hizo el maestro don Joaquín Vidal). César se fue de nuevo bajo los “isidros orejeros” del 5 y allí le volvió a “destorear en moderno”. Sólo cogió la muleta en la zurda en una serie para justificarse pero todo lo demás fue con la muleta armada en la derecha y pasándose el toro lo más lejos que le posibilitaba su estirado brazo y su arqueada columna vertebral. Pero las ovaciones de los isidros contagiaron a los claveleros y aunque los del 7 protestamos, la fechoría de “puerta grande” se consumó (por eso yo la he puesto en minúsculas).

Aparte de lo ya dicho, la corrida de Peñajara fue interesantísima, sobre todo por su variedad de comportamiento y casi siempre ganando la batalla a los de a pie. Tras el desastre de 2009 y su ausencia el pasado año, esta vez José Rufino ha presentado unos ejemplares bien armados, bien rematados, mansos en general pero la mayoría de ellos muy encastados, que se han movido siempre y algunos han creado muchos problemas a los toreros, al no saber estos lidiarlos adecuadamente, lo que aumentaba la emoción del riesgo. Algo de esto le pasó a Eugenio de Mora con el primero, que le pedía el carné de torero en cada embestida. Y en vez de lidiarlo, doblarse con él y dominarle, doblegarle, estuvo a su merced todo el tiempo y el “olor a hule” estuvo siempre presente. Su segundo, de salida saltó a limpiar el “callejón” y luego se quedó con la cara por las nubes en su muleta, no encontrando ni ánimos, ni recursos técnicos para poderle corregir los defectos. Además mató de horribles y sendas puñaladas traperas y bajas. Como si tuviese la mente en otros menesteres, jamás mostró las tablas que se deben suponer a un veterano como él, curtido en mil batallas. Muy mal. Y sentimos decirlo, porque es un torero al que vemos mucho por Castilla-La Mancha TV y jamás estuvo tan perdido en el ruedo como hoy ¿Un mal día o falta de ambición? Él sabrá.    

Completaba la terna Javier Cortés que, ante dos ejemplares que tampoco le dieron facilidades, sobre todo el precioso que cerró plaza, mostró sus carencias y falta de oficio. Le falta madurar, pero si nadie le explica cómo solventar corridas de éstas no va a poder hacerlo, sobre todo si le contratan en plazas menores, con las becerradas que allí se lidian. Nunca pudo pasar de dominado a dominador. Su mayor mérito fue salir por su propio pie de la plaza, pues varias veces se salvó por poco. Y eso que su primero le perdonó la vida cuando estuvo caído y a su merced. Con eso está dicho todo.

Lo más torero de la tarde fueron los dos monumentales pares de banderillas de poder a poder de Jesús Arruga, tercero de la cuadrilla de César Jiménez, uno al segundo y sobre todo otro al quinto de la tarde (que aprendan los Fandi y Ferrera). Hacía mucho que no veíamos algo así. Debe ser premio al mejor par de la feria. Y el 7 se rompió las manos aplaudiendo. Este torero aragonés de plata sí que mereció salir a hombros y no su jefe.

La mayoría de los ejemplares de Peñajara defendieron dignamente su terreno y pidieron credenciales a los toreros, por lo que nadie se aburrió esta tarde. Aquí hubiésemos querido ver a las “figuritas”. Porque lo curioso es que, con una buena lidia, casi todos los trasteos de muleta con estos toros hubiesen podido tener premio. Pero Domingo Ortega ya es historia y Manili, Ruiz Miguel y Dámaso no están en activo. Lo que demuestra que sólo el toro puede salvar esto. Y que los ignorantes aprendan a calificar a los toreros de acuerdo con el toro al que se enfrentan. “Así ha sido siempre - decían en el 7 al final de la corrida - pero ahora esta plaza está llena de ignorantes orejeros y estamos en minoría”, añadían como canto de rebeldía y resignación, jodidos pero contentos con el espectáculo que habían visto.