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Seguimos en este ciclo ganadero, dentro de la feria de San Isidro, del torito dócil, con escaso empuje, sin maldad alguna y que dependiendo del cristal con que se mire, puede caer para novillote o para torito bonito. El prototipo de nobleza y con una mansedumbre que no molesta, que solo se manifiesta en su amor hacia las tablas, su afán en quitarse el palito del lomo y poco más, disimulan muy bien. Y como guinda, lo en serio que se toman lo de entrar al trapo rojo que maneja ese señor tan elegantemente vestido y con esas graciosas medias rosas. Que buenos, de bondad, que no de calidad, los del Montecillo. Y los encargados de dar cuenta de ellos dos que se ganaron en la plaza el derecho a sustituir a un compañero y otro que es como la cucharilla en el café, siempre está; le pongas azúcar o no, sea solo o con leche, siempre hay una cucharilla. Pues lo mismo pasa con Miguel Tendero, que siempre viene por San Isidro, aunque no se sepa para qué.El trincherazo de Uceda Como decía, los otros dos se ganaron su derecho a entrar en el cartel por su quehacer en esta misma plaza. No es que haya estado de dulce, pero al menos se han justificado. Es más, incluso en algún momento se han merecido ser dibujados, lo cual tampoco es un gran mérito, pues últimamente tenemos el listón por los suelos. El primero de ellos ha sido Uceda Leal, al que casi solo le ha dado tiempo a pegarse una ducha, cenar algo rápido, estirar los músculos y otra vez a las Ventas. Empezó con ganas y ya en su primero, tras un aceptable quite por gaoneras de Fandiño, en el inicio de la faena por bajo ya dejó ver lo que llevaba dentro. Por el derecho, por el izquierdo, se pone en pie y aquí llegó su momento en un magnífico trincherazo, muy templado y dominador, con arte y gracia. A continuación dos buenos naturales, aceptables series de derechazos y otros tantos con esa fea tendencia a esconder la pierna contraria. Solo la abundancia de paraguas le privó de una oreja. ¡Qué cosas! Tanto afán en triunfar, tantas ganas de hacerlo bien y todo depende si el público dispone de una mano para agarrar el paraguas y la otra para agitar el pañuelo.Fandiño y la estocada de la tarde Iván Fandiño, al que sí le habrá dado tiempo para mentalizarse del cambio que supone torear toros en Madrid o torillos del Montecillo, ni corto ni perezoso inició su primera faena sobre la mano izquierda, con naturales más que estimables, para continuar con redondos y más naturales echando la pierna adelante y pasándose el toro por la faja, pero con el defecto de no jugar bien la muñeca, lo que le obligaba a concluir el pase retirando la muleta de golpe y a recolocarse para el siguiente pase. Cerró con unas ajustadas bernadinas, que es lo que de verdad enardece al público y mucho más al de fin de semana de feria. Pero lo bueno fue la estocada, que por si misma ya valía la oreja y que un servidor se pasara un rato recordando el instante pincel en mano. Se colocó entre los pitones del toro, citó, echó la muleta al suelo y mientras el toro se entretenía con el trapo Iván Fandiño metía la mano para empujar la espada hasta la empuñadura. Lo de la oreja es algo superfluo, que cuenta para las estadísticas y para poco más. |
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