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Llegó la tormenta y con ella la lluvia en San Sebastián en la tarde de entrada más floja. Toros de Miranda de Pericalvo, bien presentados pero de diferentes hechuras, flojos y mansos en general. Manejable el segundo y noble el tercero. Quedó sin ver el cuarto toro, que prometía. Rivera Ordóñez, ovación y silencio. Salvador Vega, ovación y pitos. Matías Tejela, ovación y silencio. Había interés por ver la corrida de los Choperita, que han elegido la capital donostiarra para lidiar su primera corrida de toros. Pero la ilusión ha quedado truncada por la desigualdad de comportamientos de los de Miranda de Pericalvo que no han dado el juego esperado, el que suele verse en las novilladas. Han sido toros flojos de fuerzas y mansos que han pasado la corrida escarbando o pegando tornillazos. Toros de diferentes tamaños y hechuras. El primero de la tarde fue un toro que ha quedado andarín y con el que no se encontró Rivera Ordóñez. Decidió el torero llevarlo a terrenos de toriles y probarlo allí por los dos lados sin conseguir nada de nada. Era un toro que se quedaba parado o hacía hilo. Mucho tiempo le costó encontrar el sitio ideal para darle muerte. El segundo de su lote prometía pues se venía pronto a los capotes, era fijo, tenía buen son pese a ser el más grande de la tarde con 659 kilos y metía bien la cara en los engaños. Anduvo bien en las banderillas y llegó a la muleta con brío. Pero no era de la apetencia de Rivera, quizás porque en algún momento hizo un pequeño extraño, casi imperceptible. Lo cogió al hilo, con la muleta retrasada y al final se decidió por la calle de en medio, que últimamente empieza a estar muy transitada. Rivera ha vuelto a San Sebastián después de mucho tiempo fuera de la feria. Hoy, como ayer, ha pasado de puntillas. A Vega le tocó un toro que sin ser bueno tenía faena, la faena del manso. Tenía querencia a las tablas y carecía de fuerza. En la muleta no podía entrar sino a media altura, donde también protestaba. No terminaba de pasar en la izquierda y al final, en la derecha, había que buscar el sitio de colocación después de cada muletazo. Quería agradar el malagueño y se tiró de rodillas, al molinete. Al final el estoque quedó caído. Su segundo era un bicho escurridillo, serio por delante que se pegó a él en el capote y que llegó a ponerlo en apuros. Quedó andarín en la muleta y no hizo el torero por cruzarse con él en la mano izquierda que era el pitón que parecía bueno. En la derecha cortaba el viaje. Pinchó primero en mal lugar, pinchó después en el “a ver si te pillo”, pinchó luego en “por ahí no paso” y más tarde qué se yo, de boquilla se tiró y lo pinchó mucho más. Esto ya parecía el final de La Venganza de don Mendo. El mejor de la tarde, de los que se vieron, correspondió a Matías Tejela. Quiere el torero un triunfo ya porque se le va la temporada sin flores y aspira a tener jardín. Entró rebrincado en el capote y salió con la cara arriba, lo cogió a la verónica y acabó el animal dando la voltereta. No le sobraban fuerzas y había que hacer las cosas bien. Le dio distancia y el toro se venía aunque con trote cansino y así le enjaretó dos tandas a media altura en la derecha. Pero lo mejor llegó en los naturales, algunos largos y buenos, bien enganchados, de alante a tras, con ritmo, la muleta a rastras y cuando no se esperaban. Escuchó un aviso y una ovación. Su siguiente toro lo brindó al público. Derrotaba en la izquierda y mejoraba para la segunda tanda pero trasmitía mucho menos en la derecha. Terminó cortando el viaje. No hubo suerte con la espada y no escuchó nada. Uno ya no sabe si la fiesta está bien o mal desde el momento en que Rivera no lleva gente a la plaza un viernes de feria. Ya ni los del corazón...
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