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Morante quería ser protagonista esta tarde. Ya lo había demostrado en su primero, un toro que fue a mejor y al que toreó con decisión, metiéndolo poco a poco en el canasto. Lo pinchó antes de propinarle una estocada y por eso, quizás, la oreja fuera exagerada. Pero Jerez esperaba a Morante.Caía la tarde y los vencejos volaban locos en el cielo de Jerez. Caía la tarde cuando el sexto toro de la corrida de Juan Pedro, burraco él, saltaba al ruedo y se desplazaba, de lujo, en los vuelos del capote de Morante. Verónicas de sabor, de cante grande, de las que hielan la sangre y detienen el tiempo. Y se volvieron a ver en el quite, con una media de escándalo y ya la plaza tocaba las palmas por bulerías. Eran palmas con razón y ahora se entendían, no así en la faena de Padilla. Se veía que allí iba a haber faena, que aquello iba en serio, que Morante quería ser cantaor por cante grande en la tierra del duende. No quedó duda cuando brindó el toro a Paula. Después todo fueron tandas lentas, ligadas, largas, dejando que el toro se desplazara, que recorriera todo el camino del brazo. Fue el derecho pitón de lujo y deslució un poco el izquierdo. Pero ahí supo aguantar Morante y sacar también tandas, aunque menos buenas. De nuevo en la derecha pases ligadísimos, el toro empapado, todo apoteosis. Se perfiló a matar con aire de torero antiguo, de frente y dando el pecho y cobró la estocada. Jerez se venía entonces abajo. Fue cuando surgió la magia que quedaba escondida, el fin de fiesta de un toro que se tragó la muerte y que buscó los medios para morir. Dos orejas, un rabo y vuelta al ruedo de ley al toro. Morante el esperado había llegado y traía con él el cante grande del toreo. También Padilla cortó una oreja en una faena muy distinta, ganando favores con los rehiletes y transmitiendo poco en la muleta ¿Y Ponce? Ponce bien, como siempre. Pero la tarde, hoy, ha sido para Morante.
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