Ante una muy pobre entrada, saltaron al ruedo ocho toros de San Isidro. Dos tuvieron que ser devueltos a los corrales a causa de la misma razón: se despitorraron. Variados en su presentación, desde la plausible hasta la reprochable. Igualmente diversos en su comportamiento. Manolo Mejía: silencio y división de opiniones Salvador Vega: silencio tras un aviso y pitos tras dos avisos Juan Antonio Adame: silencio y palmas La plaza vacía. ¿Qué son 2,000 localidades ocupadas y 48,000 vacías. Protesta, manifestación, respuesta o como quiera llamarle, del público ante el cartel presentado. Un cartel ni redondo ni cuadrado amorfo. Mal hecho, para acabar pronto. Ilusión y juventud pueden ser dos factores para que Juan Antonio Adame sobresaliera. De pronto, cuando se conjuntan un cúmulo de hechos que ponen al público de uñas, no resulta sencillo atraer una atención impoluta. Su actuación no acusa vehemencia, arrebato, ímpetu. Es necesario cuando se es joven y se desean conquistar los sitios, pero, este muchacho dejó cosas más que rescatables. El mayor faltante es una idea completa de qué hacer en una faena, cómo estructurarla. ¿Qué pasa sí esto o aquello? Para eso sirven los años. Aún dentro de esta falta de claridad, Adame pudo mostrarse pero más importante que eso, que disfruta hacer el toreo. Una insistencia: aunque no sea su estilo quizá siempre será bueno que el público perciba el apremio, el apuro por querer darlo todo. Desafortunadamente perdimos a Manolo Mejía hace varios años. Lejos está de los sitios que ocupó durante la primera mitad de la década de los noventa. Incluso, su figura lo delata. El hombre puede tener toda la intención de recuperar ese tiempo, pero hoy, con un toreo desajustado, con el pico de la muleta , necesitado de reponer mucho entre muletazo y muletazo, nos ha dicho que no está a la altura de un matador con varios años de alternativa y, que no tiene las condiciones que dar la pelea a las figuras. Pocas hilos dejó Salvador Vega. Cuentan que hace dos años cortó dos orejas en esta plaza. Ese “cuentan” es porque parece que se tratara de algo ocurrido muchas décadas atrás, pues dista de lo que este domingo dejó en el ruedo. Es como haber visto a un alguien haciendo algo sin saber por qué o para qué lo hacía. Sin médula ni superficie. Una vergüenza más: Que devolver a uno de los toros que se despitorraron a los corrales tome más de viente minutos. |