En este mes tendrá lugar la feria de Sevilla, pasada ya la de las Fallas de Valencia. La denominada Feria de Abril ocupará la atención de todo el mundo taurino, antes de que eche a andar la más importante, siempre lo fue, de San Isidro en mayo.

Importantes fueron siempre en el calendario taurino las tres citadas, pero cada vez lo son menos. La afluencia de aficionados y también la de público de paso ha bajado sustancialmente y ya hemos visto como en Valencia no se ha puesto el cartel de “No hay billetes” ni un solo día, ni juntando “siete figuras siete” lo han logrado. Llenarán en Madrid, pero ese es otro tema que no admite presumir de él a los organizadores.

Importante llamada de atención para quienes miran para otro lado, ajenos a la verdadera causa del desinterés de la gente por la fiesta del Toro. Y es que la llamada fiesta del Toro carece de él y solo ofrecen toreros en los carteles, muchos nombres de toreros aunque muchos sean toreritos. Seducidos por unas décadas donde eso les ha sido propicio, insisten sin enmendar la plana. Sólo queda hoy un nombre de torero capaz de llenar una plaza, pero es evidente que esa no es la solución del mal que aqueja a la fiesta del Toro.

El mal radica en haber complacido a tantos toreros en sus pretensiones. Lejos queda ya el “afeitado” que, aún persistiendo, no es ahora el mal principal. La eliminación de la casta, sustituyéndola por un edulcorante, llamado colaboración, ha dado al traste con el interés que antaño despertó la Fiesta, repetimos, del Toro. Esa exigencia de los diestros actuales, unida a la colaboración casi total de los ganaderos en atender esos cómodos intereses, ha ido acumulando, uno a uno o de dos en dos, la deserción de los aficionados, los que de verdad nutren, y han de nutrir, los tendidos de las plazas de toros.

Vivieron de la abundancia de público de aluvión, seguidores de unas modas, de unos toreros u otros, pero eso se ha acabado. Las pruebas han sido claras en tierras levantinas. Ni el regresado Jesulín acompañado de mediáticos, ni el más encopetado paisano, Ponce, bien acompañado para “rematar” los carteles y el homenaje, han movido al máximo interés. Piensen señores empresarios, -también son ustedes colaboradores del desinterés de la gente- que es el Toro el mayor capital que tiene esta secular Fiesta y que sin él, íntegro y en plenitud de sus capacidades de lucha, falta la pata más importante, la principal columna que ha de sostener este espectáculo.

No vale ya programar de cara a los toreros, ya se han visto los resultados, hay que programar de cara a los aficionados y a la opción de crear otros nuevos aficionados apoyados en el amor y defensa del Toro. De lo contrario, las pruebas son evidentes, en lugar de ampliar cosos como hace casi un siglo cuando se pensó en plazas monumentales, habrá que reducir éstas a coquetos “Toros-Café-Salón”, donde un selecto pero reducido número de clientes de la cuerda, degusten el toreo de salón ofrecido por tantos colaboradores: empresarios, ganaderos y los toros ad hoc. Los toreros actuales se lo agradecerán seguramente, pero los aficionados no se lo perdonarán nunca. 

No tenemos mejores sensaciones para Sevilla y Madrid y aunque es razonable y fácil desear lo contrario, el error que cometen es tan grave y contumaz que no cabe mucho espacio para la esperanza. Fallan, se hacen los ciegos ante los resultados, insisten y perseveran en su errático caminar y así es muy difícil, ni en los mejores sueños, mantener buenas sensaciones.