Los conceptos han sido barajados en multitud de ocasiones, pero pocas veces se han visto con tanta claridad como en la tarde de ayer. Un marco incomparable: La plaza de toros de Linares; una fecha en el recuerdo: El 60 aniversario de la muerte de Manolete herido en esa plaza y en esa feria el día anterior; y dos toreros en el ruedo: José Tomás y Curro Díaz.
Por la reseña del festejo y por los avances que se dieron en OyT, todos saben ya que esos dos toreros corrieron distinta suerte, sin que se pueda decir que estuvieron distintos. El primero atravesó la puerta de la enfermería y el segundo la puerta grande de la plaza. Pero el primero, José Tomás, le habría acompañado en esa salida en hombros de no haber resultado cogido.
Antes de traspasar esa raya ya estaban dispuestos, lo que sucedió después había que verlo. Y lo vimos.
El madrileño abrió, puso en escena y desarrolló toda su tauromaquia, que raya lo épico y lo trágico, mientras el de Linares ponía la suya llena de magia y buen toreo, saboreando lo estético. Nada nuevo bajo el sol, pero que ofrecido en el mismo día y en el mismo espacio, era el todo.
Qué vamos a decir ahora de José Tomás que no se haya dicho? Una cosa podemos decir: que no deja de pasar ni un minuto, ni un toro, para poner de manifiesto su disposición a enfrentar, junto al toro, frente al toro, la lucha por el terreno a pisar. Donde piso yo no cabes tú, por dónde quieras ir tú, si no es lo marcado por mis telas, será a costa de quitarme a mí. Iba ganando José Tomás durante todo el combate, hasta que una sola vez ganó el toro. La pelea, el combate estaba perdido, pero no para el de Galapagar que, en un gesto mil veces repetido por él, teñidas de rojo la taleguilla, medias y zapatilla, cuadró el toro y terminó venciéndole. Es eso el toreo: Lo es; vencer a la fiera lo es.
Sin embargo debemos acostumbrarnos a decir quién es Curro Díaz, desconocido todavía para muchos. Hoy en la plaza el atractivo era Tomás, y la tarde se habría venido abajo si no aparece la magia del toreo en las manos de este artista de Linares. Difícil papeleta la suya para superar la tragedia de la retirada a la enfermería de José. Hagamos un paréntesis para decir que Finito no iba a cubrir ese vacío, como así fue con sus actuaciones posteriores, pero sí Curro. Él lo hizo, reconfortando a la plaza y levantando la bandera de la estética en el toreo.
Estética sobre estética. Es la viva representación de la misma el jienense. Nada de afectación, nada de cursileria, todo armonía y naturalidad. Cierto que lo adorna con un empaque personal que pudiera parecer amaneramiento o afectación, pero no es así. Discurre como el agua su toreo: se hace fuerte y ancho si procede o suave y transparente cuando la bondad del toro lo permite.
No cabe más verdad en los dos toreros. Si acaso la vida y la muerte son las que se despiertan en sus pasajes toreros. Dos pasajes necesarios en la Fiesta, como necesarios son ellos dos, cimientos donde se sustenta la autenticidad del toreo.
Si acaso pudiera faltar un toro más fiero, más bravo, hoy no hacía falta más trapío. Y las cornadas sangrientas las llevaban y damos fe que las repartieron. El que más interesa hoy en día en los carteles, asumió esa parte trágica; al otro hoy le tocó interpretar la estética. Ambos dos hicieron el paseíllo juntos y finalmente atravesaron las puertas que dan sentido al toreo. Yo estaba allí, lo vi y así lo dejo escrito. Morante, en su retiro, también estaba allí junto a muchos otros, y también pudo verlo...