Los cabales, como cada tarde, han abarrotado hoy el coso de las Ventas de Madrid porque, sin lugar a dudas, era uno de los carteles estrella del ciclo isidril. Toros de Alcurrucén para César Rincón, El Cid y Eduardo Gallo, un nuevo valor que acudía a confirmar su alternativa. A priori, ambiente de gala puesto que, tanto César Rincón – en medida total- como El Cid, cuentan con partidarios a millares en esta emblemática plaza donde, como ellos hicieron muchas veces, la verdad, tiene que ser la única bandera. Venía Rincón de triunfar por lo grande en su tierra colombiana y, El Cid, de acaparar todos los premios de Sevilla. Por cierto, como dato curioso habrá que hacer notar que, pese a sus triunfos, como yo pronostiqué en su día, nadie quiere torear con El Cid; y digo nadie de los que, en un arranque de cojones, deberían de medirse con el bravo artista sevillano. Ahí está él contratado para la corrida de Beneficencia y, a estas alturas, le han buscado de compañeros, a Miguel Abellán y Antón Cortés que, obviamente, les parece el más dulce manjar, aquello de compartir cartel con El Cid. Pero así vivimos en esta mediocridad que es esta adulterada fiesta que, los toreros famosos, cuando uno que no pertenece al “clan” de las figuras, pronto le dan la espalda y, El Cid, está pagando muy caro sus éxitos sevillanos.

Otra confirmación; hoy, la de Eduardo Gallo, una joven promesa de Salamanca que, en honor a la verdad, ha tenido la gallardía de presentarse en la primera plaza del mundo y, cuando menos, su acción, es motivo de admiración. Los toreros, si en verdad son tales, no debe de importarles Madrid; si están convencidos de su valía, este ruedo, con todos los inconvenientes que pueda tener, es una plaza como las demás, siempre contando con la seguridad intrínseca del propio torero. Algo muy distinto son los acomplejados que, al no sentirse toreros, huyen de este público y esta afición para recalar en las plazas bullangueras en donde el ambiente festivo les es muy favorable. Claro que, Gallo, no ha estado a al altura de las circunstancias en su primero que, bien presentado, le ha planteado los problemas lógicos de los toros con casta y, el salmantino, ha visto que su labor no tenía eco en los tendidos. Una pena porque, como explicaba, con el gesto de venir a Madrid, auspiciábamos mayores logros por parte del torero. Labor voluntariosa pero que, en definitiva, no ha convencido a nadie. Uno más, dijo alguien por allí y, eso si es muy triste. Quizás que, El Gallo, le cantó a la gallina; quizás. En su segundo ha estado tremendamente voluntarioso y, ahí acabó todo. Labor valerosa, pero sin eco alguno. Se ha llevado el silencio y, como siempre digo, mala cosa para un principiante.
Nadie sabía -previo a Madrid- lo que le pasaba a César Rincón. Se le veía triste y cabizbajo por esas plazas; hasta hoy que le ha llegado la alegría y, a su vez, Madrid, le ha devuelto la sonrisa. Es difícil pronosticar lo que pueda ocurrirle a este hombre que, por el momento, en la temporada española, apenas ha logrado éxito alguno. Es verdad que, rememorar sus hazañas, no era tarea sencilla; como se diría, batir su propio record se le ha puesto cuesta arriba pero, mucho me temo que, sus problemas, más que artísticos, son de índole personal, aunque, hoy, en Madrid, ha recibido la mejor medicina para curarse. Rincón, afortunadamente para él, hoy se ha reencontrado su público de Madrid. Atrás quedó aquella indiferencia del pasado año y, en este día fantástico para él, su toreo, profundo y verdadero, ha calado en el sentir de los aficionados. Ya, capote en mano, con un quite por chicuelinas enardeció al público; más tarde, muleta en mano, hemos visto al Rincón poderoso, capaz y torero. Comprobar, una vez más, la verdad y torería de César Rincón en la plaza de Madrid es, sin lugar a dudas, la mejor de las noticias que podíamos darles. El cite de lejos para embarcar al toro y llevarlo toreado, ha sido la constante en la primera faena del colombiano. En las Ventas se ha vitoreado al héroe; ahora si sonreía Rincón. Razones las tenía sobradas. Y, la proeza, la ha repetido en su segundo toro. Faena vibrante ante un toro encastado que, posiblemente, con más problemas que el anterior, César Rincón, ha sido el torero capaz y, de nuevo, ha rememorado viejos laureles puesto que, una oreja en cada toro, diez años después, Rincón, abría de nuevo la puerta grande de Madrid. Decía yo de los problemas que atenazaban a Rincón en el primer tramo de la temporada y, tras su glorioso triunfo de hoy, seguro que recobra la sonrisa y la moral para todo el año. Gracias a él, el titular de la crónica no podía ser otro que, “en un Rincón del alma…..”
La plaza de Madrid ha recibido a El Cid como un gran torero. La grandeza de esta afición estriba en que, afortunadamente, no olvida aquello que ha sido hermoso y ha estado rociado por la autenticidad y, El Cid, ha sido un ejemplo de dicha verdad en lo que han sido todas sus actuaciones. Bien es cierto que, el hombre propone y, el toro descompone. En su primero, bien presentado y de hermosa lámina, ha rodado por los suelos y se ha cambiado por uno de Antonio López. ¿Conoce alguien a Antonio López? ¿Será que el jugador del Atlético de Madrid se ha hecho ganadero y no lo sabíamos? Lo cierto y verdadero es que, el toro, manso de solemnidad, ha tirado por la borda las ilusiones de El Cid. Para mayor desdicha, no ha tenido suerte con la espada y, le han silenciado. Se está luciendo la empresa con la compra de los sobreros. Vaya petardo en toda regla. La gloria ha sido que, en su segundo, El Cid ha estado cumbre, fantástico y apoteósico. Vaya pedazo de torero más grande; naturales y derechazos con enjundia, torería, verdad y emoción; faena, sin lugar a dudas, para el recuerdo. Es triste que, la ilusión de este torero, como nos confesó a nosotros, es decir, salir por la puerta grande de Madrid, una vez más, la espada, le haya jugado una mala pasada. Tenía las dos orejas en la mano y, la tizona, le ha vuelto a fallar. No importa. Dos vueltas al ruedo entre los gritos de torero, la admiración de Madrid y, sin lugar a dudas, hasta ahora, la faena del ciclo, con permiso del incuestionable César Rincón. Que nadie lo olvide; El Cid, una vez más, se ha llevado la admiración, el cariño y los vítores de Madrid y, como antes decía, tras esta bellísima faena, se ha buscado otro montón de enemigos entre el gremio.Los que dicen ser figuras del toreo, con sus limitaciones a cuestas, saben de la grandeza de El Cid, de ahí, el miedo que le tienen. Manuel Jesús Cid Salas, con el toro auténtico, puede dar muchas lecciones de torería como la de esta misma tarde.