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MARIANO CRUZ ORDÓÑEZ: “Siento que voy a la plaza a vivir y no a morir” |
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Existe una máxima taurina que dice: cada uno torea como es. Sí, creo que es una afirmación de lo que durante 18 años de alternativa y, algunos más como novillero, vimos en el riobambeño Marian Cruz Ordóñez quien, el lunes 4 de marzo del año en curso, sorprendió a toda la afición congregada en la plaza ambateña, al anunciar su retiro de la actividad taurina y, según lo que rezan los cánones taurinos, cortarse la coleta; a continuación, recibir un fuerte y cariñoso abrazo de su padre, también torero, y vibrar como pocos, una sentida vuelta al ruedo. No por el triunfo de ese día, porque eso no ocurrió pero, fundamentalmente, por lo que él hizo en el mundo del toro bravo.
Es un hombre humilde en su actitud, inteligente, un artista en su toreo y, sobre todo, que en cada tarde demostraba lo que era y lo que quería hacer. Muchas veces se demoró demasiado en la suerte suprema cuando ya el astado pedía su muerte pero, él lo que deseaba era llegar con más de lo que sabía a los miles de seguidores y, por ello, dejó de cortar muchos trofeos. Recorte torero con la izquierda. Foto archivo Mariano Cruz Ordóñez, fue un torero de estirpe, nació en Riobamba, el 10 de marzo de 1977; tomó la alternativa el 30 de noviembre del 2000, durante la realización de la feria taurina “Jesús del Gran Poder”, de manos de Enrique Ponce como padrino y teniendo como testigo a Víctor Puerto, lidiando el toro “Estanquero” de la ganadería de Mirafuente; su confirmación la realizó en Bogotá, el 15 de abril del 2009, habiendo sido su padrino José Gómez “Dinastía” y teniendo como testigo a Cristóbal Pardo, lidiando un astado de la ganadería de Achury Viejo.
Estudió en la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda, en la ciudad de Madrid. Ha toreado en cosos de España, Francia, México, Colombia, Perú y Ecuador. Siempre, categórico al afirmar que “siente que va a la plaza de toros a vivir y no a morir”. Para él, el toro es un amigo. En otra de sus frases llamativas señala “el traje de luces te viste el cuerpo y te desnuda el alma”. Conoció que existe un riesgo, “ya que el toro lleva la muerte en sus pitones y en su mirada pero, también lleva la vida”, decía.
Alguna ocasión, alguien le preguntó si cuando veía a su padre torear también sentía miedo. Y, en forma clara dijo “mi padre es una persona muy especial. Cuando había toros, en la casa se vivía una fiesta, la puerta permanecía abierta. Recuerdo que después de una corrida, yo le sacaba la chaquetilla y tenía toda la espalda llena de varetazos, la camisa rota, el toro le había pegado una paliza, y me impresioné mucho. Pero, en la familia, el toreo ha estado siempre ligado a la alegría”. Todos conocemos que la gente del toro, en realidad nunca ha podido separarse de esta tan maravillosa profesión, que unos pudieron llevarla adelante pero, en la mayoría de casos, solo pudieron ver los toros desde el callejón o, cuando gracias al amor a la tauromaquia, uno se ha permitido -lleno de miedo- dar unos cuantos capotazos o muletazos a alguna vaquilla brava (ese es mi caso). Una tarde triunfal en su tierra, junto a El Fandi y Padilla. Foto archivo Sin embargo, yo a más de admirarlo como torero de fuste, soy amigo de él y de su padre, ya que, durante más de sesenta años, la gente que me conoce, me ha visto siempre cerca al mundo del toro bravo, Muchas veces, mientras yo caminaba en el Parque La Carolina, en el norte – centro de la ciudad de Quito, cerca de donde yo vivo, me he encontrado con el mientras estaba dedicado a su preparación física que, como todos conocemos, siempre ha sido dura y exigente. Pero, para él, ha sido la vida misma y, con ello, poder mantener a su hermosa familia.
Creo que una decisión tan importante, solo la pudo tomar alguien que está seguro de lo que hace, lo cual además, demuestra su gran honradez en la actividad más importante de su vida. Si el largo camino que tiene Mariano por delante, es igual a su vida como torero en activo, estoy seguro que no tendrá dificultad en hacerlo, ya que, se trata de un ser humano íntegro, con muchos valores que pocos hombres valiosos tienen pero, por sobre todas las cosas buenas que tiene como ciudadano del mundo, es la educación y los valores que sus padres le enseñaron. Confío que este no sea el final de su vida alrededor del toro bravo y, por ello, aunque la vida tiene sus cosas raras, espero muy pronto, encontrarlo en su nueva etapa, para poder estrecharle en un fuerte abrazo de amigo. Que Dios reparta suerte.
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