De siete u ocho corridas de toros que se anunciaban antaño en LA PLAZA DE TOROS DE SANTAMARIA, hemos pasado tan solo a tres por circunstancias ajenas a las voluntades de quienes llevan los destinos del coso bogotano en cabeza ahora del ganadero y empresario Juan Bernardo Caicedo a quien de paso hay que felicitar por el esfuerzo y empeño que puso para la realización de los tres festejos capitalinos.
En tiempo relámpago se conformaron los carteles y se abrieron abonos, siendo lo más satisfactorio, la respuesta del público asistiendo a la plaza, declarando con ello que la fiesta NO ha muerto y pervive a pesar de los embates, ataques y arremetidas de quienes defienden una causa sin fundamentos, ignorando por completo el porqué de su protesta.
Balance artístico positivo con “El Juli” – Luis Bolívar y Andrés Roca Rey con los juanbernardos a hombros en la primera corrida; dos orejas que pudieron ser mas en la segunda corrida con Robleño – Octavio Chacón y Juan de Castilla que se brindaron totalmente ante los de Mondoñedo y la puerta grande para Enrique Ponce y Ramsés ante la nobleza de los pupilos de Ernesto Gutiérrez Arango con un Sebastián Castella serio, firme, maduro y dispuesto que cortó un apéndice.

Puerta Grande para Enrique Ponce y Ramsés en el final de temporada colombiana
Lo del domingo 24 de febrero en LA SANTAMARIA quedará grabado para siempre en la retina y memoria de los aficionados que casi llena el escenario con el inicio musical del barítono colombiano Valeriano Lanchas, interpretando el tema Granada, ahí se vivió la primera sensación para el sentido auditivo porque el visual estuvo a cargo del maestro Loren Palletier que adornó el maderamen circular de la plaza con tablones previamente dibujados por la sarga de toreros como César Rincón y Gitanillo de América, simulando estar dando un muletazo.La máxima expresión y conjunción artística, estuvo a cargo del maestro Enrique Ponce. Son muchas las tardes en las que ha triunfado el diestro de Chiva en LA SANTAMARIA de Bogotá pero lo del pasado domingo llega a los confines de la perfección por la naturalidad, la estética, las pausas, los andares, los espacios, la lentitud y en general el magisterio que puso el iluminado Ponce al servicio de la tauromaquia con un toro noble, bondadoso, fijo, repetidor de Ernesto Gutiérrez al que se premió con los honores de la vuelta al ruedo.
Sería injusto desconocer lo realizado por el francés Sebastián Castella que estuvo dispuesto toda la tarde cortando la oreja de su primero y que venía del municipio de Rozo en el departamento del Valle de indultar un toro del hierro de los herederos de Ernesto González Caicedo.
Lo de Ramsés tiene cotas altísimas en la madurez, el oficio, el sitio, el profesionalismo y el conocimiento para la interpretación de sus faenas. Todo lo hace con parsimonia, sin afanes, se dice a veces que transmite poco pero es por ese mismo sentimiento que le imprime al desarrollo de su actuación. Una oreja en su primero y una con solicitud de la segunda en el que cerró plaza, ratifican lo expuesto.
Así finalizó esta corta temporada bogotana llena de sabor artístico que apoyaron los aficionados con su masiva presencia.
Foto: Diego Alaís