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Antolín Castro |
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España |
[
18/05/2018 ] |
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S.I.18.- La undécima había despertado mucho interés, la llegada de Roca Rey, al que llaman el torero emergente, concitó el interés de muchos, llegados de todas partes. Bueno, también estaba en el cartel Padilla, que se despedía de Madrid, y Castella que es torero con muchos triunfos en esta plaza. Todos lograron llenar los tendidos.
Para muchos ya era suficiente, ver la plaza llena supone un subidón y a partir de ahí todo es proclamar que aquí se viene a divertirse y no a protestar. Pues qué quieren que les diga, depende de qué. Si los toros blandean, si los toreros no hacen del toreo fundamental causa que ensalce la tauromaquia, pues puede que a algunos no les guste.
La tarde transcurrió, casi toda ella, en un quiero y no puedo. El primero que hubo de conformarse con esa situación fue Padilla, quien ovacionado cariñosamente nada más deshacerse el paseíllo, luego no pudo brillar con el flojo primero y, mucho menos, con el vendaval que fue el cuarto. Se llevó el cariño del público que ya es más que lo conseguido en presencias anteriores.
Castella, quien pasó de puntillas en su primero, se estimuló viendo como el peruano había sido idealizado por el personal ante su hierática actuación anterior, y desde los medios dijo aquí estoy yo, que me voy a quedar tan quieto como él y además le voy a pegar pases mientras se deje, luego arrimón y circulares invertidos cuando ya no pase y le receto una casi entera, todo en los mismos medios, y malo será que no me den una oreja. Se la dieron.
Le quedaba a Roca Rey contentar a cuantos habían venido a verle. No lo logró, o lo logró a medias, pues los ídolos gustan a sus seguidores aunque nada más sea verles hacer el paseíllo. Si su primera faena fue un conjunto deslavazado de banderazos, en el último, el manso, quiso exprimirse y exprimirle en lo que pudiera y, ya fuera por delante o por detrás, logró contentar a unos cuantos. Los demás no le vieron méritos para aplaudir.
A estas alturas, la mayoría se preguntará por qué el titular dice ‘Tarde de Chinos’ y seguramente piensen que es porque los que llenaban la plaza eran de esa nacionalidad, o lo parecían, como vulgares ignorantes.
 Padilla quiere desprenderse de lo que le quedó de espada No es así en su totalidad, la tarde de chinos se refiere a los materiales que se usaron en la misma. No solamente se le rompió un estaquillador a Castella, cosa habitual muchas tardes, lo más raro, excepcional diría yo, fue que a Padilla se le partió la espada al entrar a matar a su primero; dos veces se partieron las puyas de los picadores. Daba la entera sensación de que dichos artilugios se habían comprado en los chinos. La crisis hace estragos en todas partes. Padilla entrega una puya partida  Chacón entrega otra puya comprada en un chino
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