Nos situamos en el año 1947 y, tras analizar lo que fue la vida de Manuel Rodríguez Manolete, ahora que se cumple el centenario de su nacimiento, uno queda atónito tras haber leído las muchas biografías que se han escrito de este torero singular, de ahí el enunciado de este ensayo cual título, la amargura del triunfo, es el sinónimo de lo que le ocurrió al torero de Córdoba por aquellos años que, para él, hasta nos parecían gloriosos.
En su caso, triunfó el artista, nada es más cierto. Manolete tuvo poder, mando en plaza, autoridad en materia; lo logró todo. Muy distinto era el caso de Manuel Rodríguez como ser humano que, teniéndolo todo vivió en la desdicha. ¿Cómo se explica semejante ditirambo? Tenerlo todo y ser infeliz es la peor de las desdichas que un ser humano pueda acaudalar. Como digo, analizada la vida de Manolete uno siente pena por aquel singular hombre de bien que, las circunstancias le abocaron al fracaso como persona común y corriente, sin duda, la peor condena para todo ser humano.

Miscelánea fotográfica de Manolete con Lupe Sino
Qué duda cabe que, como artista, Manolete brilló con luz propia, hasta el punto de forjar una leyenda eterna puesto que, cien años desde que viniera al mundo, todavía se le recuerda; los que le conocieron y los que hemos sabido de él por la historia que se ha escrito de este torero irrepetible. Uno piensa, en el caso de Manolete que el dinero lo podría arreglar todo puesto que, en aquellos años de la posguerra en que España vivía con todas las penurias del mundo, Manuel Rodríguez ya era millonario, lo que nos hacía sospechar que sería el dueño de la felicidad. Craso error porque los que le rodearon querían que fuera infeliz.
La felicidad de los toreros, al parecer, es pura utopía puesto que, como la historia nos ha contado, Juan Belmonte, Joselito, Ignacio Sánchez Mejías, el propio Manolete y otros muchos, todos tocaron la gloria con sus manos, pero nadie logró la felicidad. Ellos, los toreros citados han venido a demostrar que el triunfo y el dinero nada tienen que ver con la felicidad.

Manolete el día de su mortal cogida, un 28 de agosto de 1947
Tantos años después, tras leer las biografías creíbles del torero cordobés, uno siente la nostalgia propia al pensar que, pese a todo, Manolete tenía ganado el sagrado derecho para ser feliz junto a la que fuera el amor de su vida, la actriz Lupe Sino. Era su deseo, ser feliz junto a dicha mujer, pero su entorno le resultó macabro, hasta el punto de que cuantos le rodeaban, todos, sin distinción, odiaban a la muchacha o, lo que es peor, no querían que Manolete fuera feliz.
Algunos, por razones crematísticas, caso de Camará en calidad de apoderado del diestro, lo que pretendían era que Manolete no compartiera su vida con nadie puesto que, compartir sería algo así como dividir su fortuna, algo que les quitaba el sueño a todos.
El dinero, siempre el dinero. La peor desgracia de Manolete no fue otra que, cuantos le rodeaban le rendían pleitesía porque era una máquina de generar dinero, nunca por afectos personales ni de amistad. Era, como digo, la amargura del triunfo del diestro de Córdoba que, teniéndolo todo, apenas tuvo nada. En definitiva, qué triste la vida del artista. Manolete no amaba el dinero, sencillamente quería ser feliz y, nunca se lo permitieron. Es decir, murió más que de la cornada de Islero, de la propia melancolía que arrastraba en calidad de ser humano.

Manolete es entrevistado por Matías Prats en El Chofe, San Sebastián
El caso de Manolete, como el de otros muchos, nos viene a certificar que, el artista, el que genera el dinero, el que consigue los éxitos, el que se lleva las cornadas, apenas decide nada; son los que le rodean que, como en el caso del diestro cordobés, por todo lo que hemos podido saber, no eran justamente los mejores.
La tristeza de estos hombres no es otra que, imbuidos en su profesión, por esta razón, permiten que sean los demás los que decidan por ellos, motivo de su desdicha. Es cierto que, todo artista, caso de Manolete, no podía dirigir todo él solo, pensarlo sería todo un dislate, de ahí los acompañantes que tenía. El problema, como se demostró, es que no supo elegir a los mejores.
El sino de Manolete no alcanzó a Lupe, las pruebas son irrefutables. Manuel Rodríguez quería vivir una vida plácida junto a la que era el amor de su vida, Lupe Sino y, unos y otros se encargaron de destrozarle su existencia. Durante tres años, Manolete tuvo que conformarse con un amor furtivo, entre bambalinas con aquella mujer. Aquel mismo año de 1947 tenía decidido el califa cordobés retirarse de los ruedos para compartir su amor con aquella espléndida mujer que, como él confesara, tan feliz le hacía.
En Linares acabó todo. ¿Qué hubiera pasado de no haber muerto Manolete en aquella fatídica fecha en Linares? Nadie lo sabe. Sí sabemos todos que, el diestro de Córdoba se ganó la inmortalidad con su arte, como al igual sabemos que, Lupe Sino, pocos años después entregaba su alma a Dios en plena juventud. Puede que, tras tantos años, Manolete y Lupe Sino, en el Cielo sigan gozando de aquel amor que les prohibieron mientras en vida estuvieron.
Fotos de Francisco Cano "Canito"