Podría serlo cualquiera, pero nos referimos claramente al llamado Tribunal Constitucional. Desgraciadamente la política, los políticos, lo manipulan todo, y terminan por enfangarlo. No existe una actitud transparente de su quehacer -me refiero a los políticos en este caso- y llenan de mierda cuanto tocan. Luego, todos, incluidos los jueces, quedan igual de no transparentes.
Que está manipulado el tribunal constitucional, -dado el poco respeto que merece nos referimos a él sin mayúsculas- da fe la siempre aplazada decisión sobre el estatuto de Cataluña (también en minúsculas). No hay manera de que los encopetados magistrados que lo conforman sean capaces de dictar una sentencia. O son unos ineptos o son unos manipulados. Al menos su presidenta (también con minúsculas) María Emilia Casas. ¡Sí!, la misma que fue abroncada en un acto público por la vicepresidenta (con minúsculas también) De la Vega.
Maniatado se encuentra ese tribunal al no poder redactar libremente la sentencia que indica que los catalanes se han pasado. No saben cómo hacerlo, pero menos aún dar el disgusto correspondiente a los políticos que lo amparan, lo promueven y lo imponen. De qué nos sirve a los ciudadanos tener tribunales si no pueden resolver lo que tienen entre manos sin el permiso de los políticos, esos que lo enmierdan todo, de turno.
Pura basura son cada uno de los políticos que nos toca aguantar y mantener. Difícilmente buscan el bien común y viven pegados a su tribu, a su rebaño, a su secta. Si piensan por separado será en la cama, pues en llegado el momento de pronunciarse lo hacen como borregos en los distintos actos a los que se ven convocados. No existe la libertad individual para ellos, sometidos como están por sus partidos y las decisiones que toman.
Como quiera que los jueces (con minúsculas por supuesto) son nombrados por ellos, pues ya saben lo que tienen que hacer: defender las tesis que imperen en cada momento. También esto se da, pues dependiendo de la política que maneja el político de turno, que siempre lo hace a mayor lucimiento personal y nunca a lo que pueda demandar la sociedad (véase la negociación con ETA), los jueces actuarán, “casualmente”, en la misma dirección. Si acaso se sentirán libres, los jueces, en asuntos menores, en asuntos domésticos, pero en cuanto se tocan temas que afectan a la política (con las más claras minúsculas) ya se sabe el resultado de antemano.
El caso es que maniatados ellos, maniatados todos nosotros. De nada sirve que unos hayan sido nombrados por unos y otros por los otros, no se ponen de acuerdo jamás. Por una decisión tomada por el Tribunal Supremo hice yo un artículo hace años que reflejaba esa unanimidad de criterio, esa claridad y transparencia de la decisión tomada. No es posible que sean fiables si la decisión tomada representa la misma exacta proporción del cómo han sido designados quienes la tomaron.
Si alguien se lo cree, que se lo crea, pero en cuanto tocan estos políticos, solo empujados por sus ideas de partido o secta, lo que suceda en esos tribunales será producto únicamente de cómo convenga a los de turno. Políticos de poca altura, de poca o nula capacidad y la que tienen la usan para enmierdar cuanto tocan.
Sepan que el verbo enmierdar es sinónimo, en este caso, de maniatar, que siempre resultará más fino. Ya verán como la decisión sobre lo de Cataluña, solo se hará visible cuando interese al político de turno. Y no necesariamente se parecerá a lo que podamos imaginar hoy. El ejemplo de lo que se hacía con ETA y su entorno hace un par de años con lo que se hace ahora, es un vivo ejemplo de esa manipulación visual.