Sucede que ahora todo mundo quiere encerrarse con seis toros... sí una encerrona en solitario.Hasta donde se entiende, encerrarse con seis toros representa un compromiso harto difícil, al que se llega cuando los toreros ya consagrados, o en vías de esa consagración inmediata, pretenden hacer una hazaña de tal dimensión, en la plaza que mayor compromiso representa.
Una encerrona no puede inventarse de la nada, no puede llevarse a cabo sin un sólido argumento, ni efecturarse en una plaza sin trascendencia.
Un ejemplo de una extraordinaria encerrona la tenemos recientemente en la persona de José Tomás, el torero más representativo del mundo taurino; una auténtica figura del toreo que convocó a gente de países incluso no taurinos, en la plaza más complicada de España, como sin lugar a dudas es la Monumental de Barcelona. José Tomás sumó seis faenas impecables e imponentes, aportando y mucho a la tauromaquia, en cada uno de los momentos que se vivieron; comenzando su triunfo, al llenar a reventar el coso barcelonés con más de 20 mil personas adentro, otro tanto afuera, y con los precios en la reventa a valor estratosférico, porque TODOS… SÍ TODOS, pretendieron estar en tan importante hecho histórico.

José Tomás un auténtico triunfador en su encerrona
Por ello, una encerrona representa mucho más que un simple experimento, que una mera anécdota, en donde el torero va a una plaza modesta y pequeña, para ser vitoreado por sus familiares y amigos, y sale triunfante, suponiendo (pero suponiendo mal) ha conquistado todo, cuando es muy posible que ha sido equivocado por el océano de falsos halagos, que luego son retransmitidos a la prensa, para no sólo despistar al lector, sino consolidar el engaño en el propio torero.
O, en caso extremo, derrotado, por no haber tenido la capacidad física de soportar el desgaste que se entiende al enfrentar seis toros; y taurino por no haber podido concentrar la atención de todos los concurrentes, porque se debe y tiene que, forzosamente contar con una variedad, no sólo en quites con la capa, sino en pases con la misma muleta, para no aburrir con la ya repetidísima chicuelina, la ya reiterada media gaonera, y los derechazos y naturales a granel, como si se estuviera en una arena de box.
Llevar a cabo encerronas en donde se va a experimentar, en definitiva no otorga nada edificante para el propio torero, que más cae en el desánimo, en la avasallante frustración, al encontrar fallido su reto; pues debe ser sumamente penoso que en su encerrona o no vaya gente, o simplemente, tan sólo encuentre la compañía de sus familiares y amigos, que al fin y al cabo, no es lo que se supone espera alguien que quiere consagrarse como torero.
Al final, todo puede acabar en una encerrona en solitario... por lo solitario que debe terminar alguien que inventó un reto, una hazaña, en un momento fuera de cacho.