Un espectáculo que recién he descubierto a plenitud, ha sido la Fiesta Taurina en la Península de Yucatán. Antecedentes históricos los hemos conocido a través de filmaciones y grabaciones que existen, así como en las referencias bibliográficas, pero nunca, en lo personal había tenido la oportunidad de ser testigo del hecho, en donde se produce tan enigmático espectáculo.No, en definitiva, no es como le conocemos en las grandes plazas, lamentablemente la crisis se acentuó en aquellas latitudes, y por eso a pesar de que se persigue cumplir con los lineamientos que ha impuesto la tradición, la parte económica dicta enérgica y dramáticamente más cierta diferencia o disminución, pero no impone menoscabo en el entusiasmo inacabable de los lugareños.

En plena crisis económica, luchan por preservar su Fiesta
El entusiasmo desbordado de los yucatecos y campechanos, a pesar de la crisis, ha obligado a sus autoridades a no dejar morir el espectáculo. Cada año festejan, como en toda la geografía nacional, a sus Santos Patronos, y una forma de hacerlo es a través de las corridas de toros. Ahí se producen tantas que es inimaginable el cariño que le tienen en verdad a su Fiesta.
Hasta la llegada de Michel Lagravere (francés por nacimiento y mexicano por decisión), junto con su esposa Diana Peniche, hará razón de una década, se puede afirmar que comenzó paulatinamente la reorganización de las corridas como espectáculo formal, tanto Michel como Diana han demostrado su cariño por la Fiesta, por medio de acciones concretas.
Antes eran con toros de media casta… cebúes, con señores que se vestían de toreros, totalmente alcoholizados en más de las ocasiones, y salían aventar trapazos con el inminente riesgo de ser cornados.
Ahora las corridas se dan con los encierros que proveen las ganaderías de la región como Quiriceo, Loret de Mora, o fundamentalmente, San Salvador, que por lógica, no pueden abastecer totalmente del toro, primero por la propia situación económica, así como por no tener el suficiente ganado para ello.
Junto con lo anterior, existe otra limitante que se suma por la lejanía de la Península Yucateca a las ganaderías del centro de México, comprarles encierros elevaría a un costo casi impagable los festejos, y podrían caer en la situación de ir desapareciendo poco a poco la tradición.

El ruedo de la plaza de Seyba, Campeche
Se entiende la parte antropológica, y que en medio de tanta limitación, esté la plausible aportación al preservar la tradición.
Sí, se ha ganado mucho en la organización, porque ahí no se venden boletos, sino que las plazas se construyen anualmente, con base en palcos hechos de madera, de palos, tablones y sogas, recubiertos con palmas; y los dueños de cada palco organizados y denominados… los palqueros, a través de sus aportaciones y las que en ocasiones otorga el municipio, reúnen el dinero para adquirir los toros, así como el pago para los toreros, y todos los demás gastos que se generen.
Es evidente que ante tanta limitante no pueden pagar un toro en toda la grandeza que esto representa, ni a los toreros, pues estos últimos en más de las ocasiones van más por el gusto de conocer y disfrutar de esta forma de hacer Fiesta, que por la paga que reciben, por ello tienen que aceptar ir a torear muchas ferias en la región, y así salvar costos.
Inequívocamente es deseable continuar mejorando el espectáculo que se presenta, fundamentalmente, porque con ello se apoya a que en esas maravillosas poblaciones se preserve la tradición taurina, pero también se hace necesario que las autoridades que provienen del mismo pueblo, otorguen mayor subsidio a los palqueros, con el fin de que la Fiesta crezca y se desarrolle mucho mejor en todos sentidos.
Es de reconocer y admirar el notable ejemplo de los palqueros por preservar su tradición a través de la interminable lucha, apoyada en el indiscutible cariño y la desbordada pasión, con los que defienden la Fiesta, y es inegable que con mayor y mejor apoyo acrecentará su luminosidad.