Murió intempestivamente el aguerrido torero mexicano Manuel Capetillo Villaseñor, tenía apenas 83 años, y posiblemente muchos más que vivir; un malestar estomacal se acrecentó tras degustar de unos mariscos, no soportó el aparato digestivo y le obligó a devolver lo que había ingerido. Lamentablemente, en todo esto, sobrevino el fatal desenlace al broncoaspirarse, y ahí… sí, ahí quedó todo.

Imborrable recuerdo
¡Qué gran pena!
Tuve la oportunidad de tratar al maestro Manuel Capetillo, y gozar de su forma tan suigéneris de ser; de su tan agradabilísima manera de contar las historias vividas, y otras, a las que incrementó con la chispa divina del ingenio, con el fin de darle pimienta a su entretenido comentario.
Fue de los toreros que nunca claudicaban por nada hasta demostrar su valía torera, es un hecho irrebatible.
Perteneció a la famosa tercia Los Tres Mosqueteros que hiciera el doctor Alfonso Gaona, y que conformaran Jesús Córdoba, Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes y Manuel Capetillo. ¡Vaya tardes que dieron!, y los toreros que fueron.
El Volcán y Manuel se le han adelantado a Chucho Córdoba.

Manuel no tenía complejos
Un día mi también inolvidable amigo, el poeta de la crónica taurina, don Pepe Alameda me comentó que estando entrevistando en el estudio de televisión a Antonio Ordóñez; Capetillo viendo el programa desde su casa no le agradó una de las declaraciones, así que se hizo presente y habló a Televicentro de Avenida Chapultepec, interrumpiendo el programa le dijo hasta que le iba a pedir perdón el torero español, y eso provocó un tremendo enfrentamiento de verdad.
No andaba con pequeñeces.
Ahora que hasta por fracturarse un simple y delicado dedo meñique se busca afanoso las ocho columnas; hace no mucho, lo hacían con el argumento de la apasionada entrega, de una entrega sin cortapisas, y como recuerdo y ejemplo imborrable, está la terrible cornada de Camisero de La Laguna que le partió el pecho… la pleura a Manuel Capetillo, y eso ni le arredró ni le hizo renunciar a sus ideales, se levantó cuando pudo y demostró la grandeza de ser torero.
Al margen de que la fecha fundamental para todo torero es la alternativa, que en el caso de Manuel ocurrió el 25 de diciembre de 1948 en Querétaro con el toro Juchiteco de La Punta, llevando como padrino a Luis Procuna atestiguando el acto Rafael Rodríguez; y las dos confirmaciones más importantes, en la Monumental Plaza de Toros México el 23 de enero de 1949 apadrinado por Luis Castro El Soldado y Antonio Velázquez de testigo, con el burel de nombre Muñeco de la dehesa de San Mateo, así como en la Monumental Plaza Las Ventas de Madrid el 15 de mayo de 1952, de manos de Paco Muñoz y de testigo Antonio Ordóñez con el toro Brillante del hierro de Antonio Pérez.

El mejor muletero del mundo, le bautizaron
Fueron las faenas de Sireno y Chulín de Torrecillas, las que le llevaron de inmediato a un sitio tan fundamental del que ya no bajó y fue subiendo como espuma. Por ello, también recordaremos la de Tabachín de Valparaiso, donde cortó las dos orejas y rabo, y en aquellos famosos manos a mano con Manolo Martínez, en la plaza de San Luis Potosí, se le fue al entonces bisoño regiomontano con las dos orejas y rabo de Cardenal de San Martín del legendario don José Chafik Hamdan Amad, además de las cuatro orejas que se llevó en el espuerta de sus otros dos enemigos.
Un detalle de la humildad, sencillez de Manuel Capetillo, que nos habla por sí solo de la grandeza no únicamente como torero, sino como ser humano lo conocí, en voz del joven artista de Jalisco, Guillermo Martínez, el pasado enero me comentó con una emoción que no podía ocultar ni le cabía en el corazón, tras su encuentro con el mejor muletero del mundo, su paisano el maestro Manuel Capetillo:
"Cuando llegué el maestro Capetillo –indica Guillermo- me saludó cordialmente, pero no hubo mayor comentario; en un momento dado, su asistente me señaló y le dijo: '¿se acuerda del torero que hizo esos naturales tan despacio en la Plaza México que lo levantaron de su asiento?'; el maestro contestó con un ¡Sí! entusiasmado y exclamó viéndome: Tu eres el de los naturales!, -sí maestro le respondí-, a lo que prosiguió con gran cariño: "¡Pues párate cabrón y dame un abrazo, porque esos naturales ni yo los he pegado y sigue así!".

¡Párate cabrón y dame un abrazo, porque esos naturales ni yo los he pegado!
Manuel Capetillo ha trascendido en espíritu a la inacabable inmensidad del Universo que ahora guarda su esencia torera, desde este espacio envío mis mejores deseos para que Manuel Capetillo siga trascendiendo con la gloria que ya goza, y seguro estoy que así será.

Ya goza de la gloria
/>¡Descanse en paz!