En definitiva, todo mortal, como mayor tarea en su existencia, consiste en dar un pequeño paseo por su propia vida; unos lo dan más largo que otros pero, en definitiva, todo discurre en un devenir en la propia vida de cada cual. Es de tal brevedad nuestra existencia que, muchos, aún pasando años, no hemos sabido encarrilar el paseo a que aludo. Diríamos que, todos, sin distinción, deberíamos de haber hecho, de semejante paseo, un camino de rosas y, algunos, torpemente – cuando digo algunos, desdichadamente, me refiero a millones de criaturas- han convertido un infierno su propia existencia. Y, lamentablemente, este tipo de reflexiones las hacemos cuando se nos muere algún ser querido; digamos que, alguien muy cercano a nosotros. No nos conviene recordar nuestra mortalidad; error inmenso puesto que, al pensar que gozaremos de la eternidad en vida, es por eso cuando, a partir de ahí, cometemos los más grandes errores. Al respecto de la muerte, hace unas fechas, conversando con Facundo Cabral me decía: “Mi vida está llegando a su fin; con mucha suerte, estoy en los dos o tres últimos minutos de la prórroga, contando que el árbitro se distraiga, pero nada más”  Bien es verdad que, cuando se tiene la conciencia de la muerte al estilo Cabral, imagino que todo es más sencillo. Pensar que, a cualquiera, por vivo que esté, le puedan quedar unos minutos, ello debería ser nuestra mejor reflexión. Claro que, explicarle todo esto a todo aquel que, aferrado a las cosas mundanas, acumulando bienes innecesarios y, en demasiadas ocasiones, consiguiendo sus propósitos, con el sudor de los demás, al final, resulta una tarea muy ardua para que te comprendan. Cierto es que, todos, llegado el caso, lo reflexionamos; más bien,  como antes decía, cuando se nos muere alguien cercano y, de forma brusca o repentina. Es ahí cuando llegan los ayes de dolor y, por lo menos, en lo que dura un velorio, si somos capaces de comprender lo insignificante de nuestros cuerpos. ¿Y qué será de nosotros en el día de mañana? Esta es la pregunta que, sin coordenadas lógicas, la decimos como metáfora; hablamos del mañana pensando que será dentro de mucho tiempo y, como se comprueba, el mañana, en muchos casos, llega de improviso y, sin esperarlo. ¿Estamos preparados para partir? Me temo que no. Nos aferra, a la vida, si acaso, la parafernalia de la existencia de otros muchos y que, pretendiendo que sean nuestros espejos, vamos muriendo lentamente en este cruel empeño. Unos y otros, sin distinción, lo dejaremos todo. Y nuestra partida, no habrá aparejos; tampoco los necesitamos. Pobre de aquel que, creyéndose inmortal, se impone ante los demás; el cementerio está lleno de dictadores; como de acaudalados. En fin, moriremos todos, salvo los poetas y los cantores que, en el devenir de los tiempos nos dejarán su obra para regocijo de todas aquellas personas que sepan valorar un poema y una canción, sin lugar a dudas, ese patrimonio del alma que nada tiene que ver con las necesidades del cuerpo. Sí, precisamente, ese cuerpo al que creíamos inmortal y que, ahora mismo, lo estamos enterrando. Mientas tanto, yo, quiero seguir siendo aquel; aquel que por quererte puede dar la vida, sin lugar a dudas, mi mejor  y único patrimonio.