Facundo Cabral es, para los que le conocemos y admiramos, la referencia, el punto mágico de encuentro entre corazones que sienten al unísono. Uno, como pueda ser mi caso, en ocasiones, vencido por el hastío de la vida, habla con el maestro y, en un instante, se disipan todas mis penas. Le encontré, a través del cable telefónico, en tierras costarricenses, allí, en San José de Costa Rica, el lugar soñado para él puesto, en aquella bella ciudad, como él tantas veces confesara, una espléndida mujer, le recordó que era un hombre.
Es altamente reconfortante escuchar al maestro; y lo es mucho más cuando habla del que fuera su amor, aquella muchacha a la que Dios puso en su camino para que conociera la felicidad, aunque, un tiempo después, la que fuera el amor de su existencia, perdió su vida en un accidente. Tras escucharle, convencido estoy, que existe un antes y un después; es decir, el antes de enamorarse y, el después de haber perdido el amor. Facundo, como tantos mortales, amó y cautivó. Luego, en el devenir de la vida, tras perder a la mujer que alumbró su vida, se refugió en si mismo y, con la soledad, supo encontrar la verdadera libertad, encontrándose, en aquel duro camino, el Facundo Cabral capaz de verse a sí mismo, de pensar en voz alta y, a su vez, cantarlo a los cuatro vientos.
Cabral es y será siempre, la referencia obligada para todos los que amamos la literatura y las canciones. Las letras y la música, ese binomio perfecto que, combinado en su persona, ha dado, desde siempre, una felicidad indescifrable para todos cuantos le han conocido, leído o escuchado. Los teatros del mundo, escenarios de las representaciones de su propia vida, se han estremecido cientos de veces con su presencia. Ahora, con el paso de los años, el maestro me confesara que, su final, en lo que a los conciertos se refiere, puede estar cerca. Puede que le fallen las fuerzas y que, como él confesara, apenas le queda gasolina en el tanque, de ahí que vaya anunciando su retirada.
Todavía me estremezco cuando, en aquella noche madrileña, en el teatro Reina Victoria pude descubrir a Cabral. Confieso, sin temor a equivocarme que, tras aquella mágica noche, supe cambiar el curso de mi vida. Como alguien dijera, aquella noche, acudí a un concierto y me encontré con un milagro. Alguien como Cabral, en dicha ocasión, me habló de Dios, me cantó las más bellas canciones y, con su magia, hasta me hizo sonreír. Allí, en aquel escenario, estaba Cabral aunque, en honor a la verdad, estábamos todos; sin pretenderlo, todos estábamos junto a él puesto que, su magia, nos contagió de tal modo que, pasados los años, nadie ha olvidado aquel encuentro memorable.
Facundo Cabral, entre tantas cosas, se confiesa como un cronista del mundo y, seguro estoy, nadie tiene mejores derechos adquiridos que él para semejante menester puesto que, sus vivencias, en los 165 países recorridos, le dan argumentos más que suficientes para su narrativa bella, no obstante, con sus letras, es capaz de retratarnos con las mejores imágenes, todo cuanto ha vivido y ha sentido en tantos países recorridos. En sus libros, modelo de ternura y sabiduría, nos muestra sus vivencias, sus mejores sentimientos y, a su vez, nos “explica” las diferentes formas de vida que ha conocido por el mundo, dándole, a su forma de narrar, ese estilo peculiar de todo hombre que es sabio y siente y vive con la humildad.
El maestro, sabedor de sus virtudes, pero de las que jamás hizo gala, está preparando un libro emotivo; pero no es uno más de los muchos que tiene en el mundo. Y siendo uno más, ya sería importante puesto que, Cabral, más que libros, ha escrito sentencias de la vida, secuencias de un hombre apasionado que, todo aquello que le fascinaba, era capaz de narrarlo con exquisita ternura. Ahora, dentro de poco, nos obsequiará con un libro tremendamente original puesto que, en vez de páginas de papel, será un disco con su voz, como ya nos obsequiara en aquella mágica ocasión, con motivo de, NO ESTAS DEPRIMIDO, ESTAS DISTRAIDO. Ahora, el libro se llamará TERRIBLEMENTE SOLO Y MARAVILLOSAMENTE LIBRE. Barrunto, por lo que conozco al maestro, por cuanto he le leído de él, es decir, toda su bibliografía, que dicho documento será algo bellísimo. Si su mensaje es siempre aleccionador, esta vez, dicho mensaje y con su voz, puede resultar una eclosión de todo su misterio que, desvelado, alegrará el alma de todos cuantos tengan la dicha de escucharle.
Cabral confiesa que, a lo largo de su vida, no ha sido dueño de nada, algo muy cierto. Pero se le olvida decir que ha sido dueño de todo puesto que, obsequiarnos, al mundo, con su literatura, con sus canciones, con sus vivencias y oraciones, ello demuestra que ha sido, como digo, dueño de todo, por tanto, el ser más rico de este mundo. Ciertamente, como nada material le aferró, su espíritu, le alumbró como nadie pudiera lograr en el mundo, para deleite de tantos miles de hermanos en el planeta tierra.
Facundo Cabral vive con el éxito puesto que, hacer lo que uno ama, es lo más parecido al éxito y, a su vez, comprende el accidente que puede suponer la fama puesto que, como se ha demostrado, cualquiera, puede ser famoso. En honor a la verdad, lleva razón el maestro puesto que, todos, de alguna manera, hemos conocido gentes famosas que, tres minutos más tardes, nos hemos preguntado el por qué. Inevitablemente, la fama puede ser un accidente, como se ha demostrado cientos de veces, sin embargo, el éxito, eso de hacer lo que uno siente, es más difícil de lograr y, Facundo, lo logró.
Es aleccionador escuchar al maestro cuando habla de la soledad. Prácticamente, toda su vida se la pasó solo; salvo aquel tiempo en que adoró a una mujer. Pero, la soledad, le llevó a disfrutar de la más bella libertad y, como él dijera, es muy difícil compartir la libertad, de ahí que, en soledad, ha forjado su vida y sus ilusiones.
Una vez más, la voz del maestro, su sentido armonioso por la vida, ha logrado conmoverme. Y tenía que ser así cuando, un hombre, con su grandeza, dice admirar a GABO, atribuyéndole, al colombiano, como tantas veces hiciera con Juan Rulfo, Octavio Paz, Jorge Luis Borges y otros muchos, toda la grandeza de la literatura, guardando, para él, ese halo de modestia que, irremediablemente, le ha hecho grande en el mundo. Que Dios le siga bendiciendo.
PLA VENTURA.