Se llama Carlos Raso, es actor y vino desde Argentina en la irremediable búsqueda del éxito. Lleva muy poco tiempo entre nosotros y está enamorado de España, de forma concreta, en la ciudad de Alicante que le acogió con un cariño admirable.
Carlos no es uno más de los muchos que han venido a nuestro país con la finalidad de conseguir un trabajo que les repote una mejor vida; él, ansía mucho más, hasta el punto de consagrar su vida por el arte en calidad de actor, no en vano, en su país natal, la Argentina devastada por unos políticos lamentables, estudió arte dramático y, nada más lejos de lo que podamos pensar de este actor de las calles, de las plazas y avenidas que, con gritos desgarradores, busca una oportunidad para demostrar, ante el gran público, todo lo que lleva dentro que, como pude comprobar, no es poco; yo diría que, Carlos Raso es un artista consumado, como pruebas cantan por todo aquello que vi.
Viniendo de Buenos Aires, la ciudad del mundo que más teatros tiene, es lógico que, tras haberse paseado por aquella plaza de Mayo, su Avenida Corrientes, La Biela y el mismo Teatro Colón, entre tantos otros lugares que le rinden culto al arte en la bellísima ciudad porteña, como explico, es algo muy natural que Carlos Raso viva por y para el arte.
Allí vivió, en la ciudad porteña, sus años juveniles, su infancia primero para, ya de adolescente, adivinar, en su interior, aquello de que por sus venas corría sangre de artista. Su faceta como actor, la que le fluye desde muy adentro y que, lamentablemente, en Buenos Aires no pudo desarrollar, auspiciado por unos amigos españoles e invitado por los mismos, hace poco más de tres meses, aterrizó en Alicante como primera toma de contacto con España, ciudad en la que se encuentra como en su casa puesto que, como él confiesa, se le ha atendido con cariño y, como ocurre en sus actuaciones, con verdadera admiración.
Al contemplar a Carlos Raso en su actuación, irremediablemente, nos viene a la memoria el que fuera el mejor artista de tangos de todos los tiempos en la Argentina, el mítico e inolvidable Carlos Gardel. Gardel, que murió en 1935 en la ciudad de Medellín, en Colombia, dejó tanta huella en la historia del tango que, quienes, ni por asomo habíamos nacido en aquella fatal fecha, le añoramos al haber conocido sus canciones y todo su arte. Carlos Gardel, aquel hombre que cantara tangos y le erigiera, a su vez, un monumento al tango, tras su fallecimiento, fue capaz de hacer que, los argentinos, tras su muerte, se sintieran pobres de verdad. Y este Carlos Raso el que, apoyándose en las canciones de Gardel, en pleno paseo de la Explanada de Alicante, el lugar donde imparte su arte, “ataviado” con una muñeca como compañera, simula que se trata de una mujer y que, en pareja, bailan los mejores tangos, todo ello, al son de la propia música en “conserva” que Carlos tiene en un aparato reproductor.
Carlos Raso es todo un espectáculo. Allí, en el paseo que cito, imparte su arte, deleita al público con sus genialidades puesto que, como tales, son aplaudidas. Carlos y su “compañera” de trabajo, montan, a lo largo de las tardes sabatinas y dominicales, todo un evento digno de admiración. Trabajo que, con toda dignidad lleva a cabo con el beneplácito de las gentes, a medida que pasean por dicho recinto, se encuentran con la agradable sorpresa del quehacer de este argentino que, con apenas 27 años quiere lograr el éxito en España. Hombres y mujeres como Carlos, así como otros muchos que han venido a España y que, por el camino de la honradez y el trabajo, quieren abrirse paso en nuestro país. Loa para todos ellos que, por la vía honrada, asumiendo su papel de extranjeros, dan todo lo que tienen y un poco más para, de este modo, granjearse el mayor de los respetos. Pude ver y admirar con mis ojos el tratamiento que Carlos recibe cada día y, tras haber conversado con él, le noté contento, dichoso, feliz y radiante. No es menos cierto que, su personalidad, la que desarrolla como artista, tras su actuación, es todo una reverencia para el público que, con cariño y admiración le aplaude y le echa las monedas con las que vive. Pienso que, no hay nada más noble que, cada cual, con su trabajo o con su arte, dejando libertad de expresión para con su público, ofrezcan lo mejor de sus vidas, como el caso de este artista porteño. Carlos se siente feliz puesto que, a su vez, como confiesa se siente recompensado por la actitud de su público alicantino. Su meta, como me dijera, es ahora Madrid. Allí ha sido invitado para actuar, algo que no ha dudado un instante y, ahorita, cuando termine su campaña alicantina, en breve se trasladará ala Villa y Corte para, ante todo, acometer nuevos retos, conocer a las gentes del teatro y, a ser posible, vivir del arte que engrandeciera doña Maria Guerrero. Carlos Raso, como me dijera, no es sólo un tanguista con la muñeca; él siente que, sus estudios como actor dramático pueden dar mucho más de sí, algo que le comprendo perfectamente puesto que, si con una muñeca como compañera, es capaz de bailar de forma tan linda, cuando baile con una mujer, puede enloquecer a cualquier teatro de Madrid; o de cualquier parte de nuestro país.
Carlos Raso ha demostrado que, el arte no tiene fronteras; lo bello, obviamente, puede ser admirado en cualquier parte del mundo. Es cuestión de tener el público adecuado, la sala precisa que, como es ahora su caso, se trata del paseo alicantino que, al aire libre y como las palomas como compañeras, es capaz de arrancar el aplauso del público y, a su vez, ganarse el sustento diario con toda honradez y mejor dignidad. Bienvenido seas, Carlos Raso. Que Dios te llene de bendiciones y que, en un futuro muy próximo, tu arte, sea admirado por los escenarios del mundo.