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Hubo un tiempo en el cual los novilleros que se presentaban en la temporada chica de la Plaza México llegaban con un puñado de festejos atrás y si bien no todos apuntaban grandes cosas, era notorio el sitio que da no sólo torear en el campo sino el de pisar diferentes ruedos. Hoy no es así. Los chavales enfrentan un panorama muy difícil, hay pocos festejos menores por lo tanto las oportunidades se reducen. Ante tal situación lo único que les queda es tirar del carro; se sobreponen no sólo los de mejores maneras sino quienes tienen la codicia de un toro bravo y pelean un lugar con hambre y sed.
Es el caso de los jóvenes hidrocálidos que se vieron en mano a mano en la última novillada sin picadores de la temporada chica, el primero de ellos Miguel Aguilar. Cierto es que tiene una técnica más depurada, se nota su fogueo en España, se le ve solvente, con claridad en su proceder y no sólo eso, sino que tiene temple y buen gusto. Supo poner en práctica sus recursos sobre todo ante el abreplaza de La Joya, hizo ver sencillo algo que no lo era y se mantuvo impávido como si la cosa no fuera complicada. Sin embargo vino a menos el resto de la tarde, sobre todo en el ánimo de la afición, porque si bien su lote no tenía nada de provecho, lo cierto es que no hubo ningún detalle, algún gesto que conectara con el público; por el contrario en momentos hasta insípido nos hizo desconocer al novillero que al menos en su comparecencia anterior nos había transmitido y hecho disfrutar tanto el toreo. Definitivamente no es momento de subirse al ladrillo, sino de seguir con más fuerza, de pulir el oficio.
 Miguel Aguilar templado y solvente Es también el caso de Roberto Román, cuando se presentó el serial menor venía sólo a por un novillo y al final ha toreado siete. Desde su presentación en la México se mostró fuerte, dispuesto a todo y ya se sabe, el que pega primero pega dos veces. Es valiente, carismático y entre otras cosas ha caído de pie ante la exigente afición capitalina porque tiene el arrojo que todo novillero debe mostrar, nada de tener amigos en el ruedo, ni abrirles camino para que hagan lo que les venga en gana con sus novillos, ahí no debe haber camaradería sino defender el lugar, saber dirigir, mandar la lidia.
 Roberto Román al natural Es un chico bajito que paciente espera su turno pero cuando le toca sale a por todo, se ciñe los novillos y le pone alegría a un tercio donde nos han limitado a verónicas, chicuelinas o gaoneras; se le da, ni duda cabe pues tiene estilo para usar el capote, pero esa variedad no es producto de la improvisación, el muchacho practica a diario más de veinte quites. Ya disfrutó las mieles de La México, haber salido a hombros en su segunda actuación no es poca cosa, sin embargo, estas tardes han sido sólo el inicio, tendrá mucho que corregir tanto con muleta como con el estoque, aprender a quitarse las cornadas porque no es posible -menos sano- que te peguen los toros todas las tardes, habrá que medir terrenos, y condiciones que no el valor claro está. Por ejemplo, el domingo pasado tuvo una prueba dura, su segundo novillo le pidió el carnet, el de La Joya era encastado y dominarle sin puyazo resultó difícil, lo mismo la suerte suprema pues la concurrencia le protestó haber dejado la espada caída. A pesar de solo haber saludado en el tercio cuando abandonó el Coso de Insurgentes se fue entre palmas. Ojalá haya aumentado su apetito y con mayor serenidad vaya a por más, la osadía también debe templarse.
Mantenemos la esperanza en su toreo terso porque de continuar haciendo bien las cosas tendremos toreros importantes. Lo necesitamos, la fiesta brava aunque prudente no admite reservas y la México como dios, cuando da, lo hace a manos llenas.
*Fotos:Humberto García "Humbert"
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