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Con un cuarto de entrada se han lidiado cinco toros de La Reina y uno (6º) de El Tajo (6º), de juego desigual. Iván Vicente, silencio tras aviso y ovación
Juan Leal, silencio en su lote
Román, oreja y oreja. Felicidad en Román cuando salía en hombros Hoy en Las Ventas de la capital del reino se ha celebrado la ya tradicional corrida de la Virgen de La Paloma, eso sí con escaso público en los tendidos, no como en años anteriores, pero como ahora todo cambia, tenemos que ajustarnos a esto nuevos tiempos. El festejo ha tenido sus más y sus menos, lo más la Puerta Grande para el torero valenciano, que tras cortar dos orejas, una y una, ha logrado salir aupado por la puerta de la Gloria; lo más torero le correspondió al madrileño Iván Vicente ante el cuarto de la tarde; sus menos, los burles de Joselito y también la actuación del matador de Arles, en que se dejó ir un triunfo en el toro quinto (el mejor del encierro).
Los cinco toros con el hierro de La Reina, bien presentados, bien armados pero bajos de raza y casta exceptuando el quinto que fue el mejor del encierro, como también lo fue el sexto marcado con el hierro de El Tajo, los dos aplaudidos en el arrastre. El primero silencio camino de los matarifes, el segundo pitado en el arrastre, silencio para el tercero y cuarto, con muchas carnes sobre su anatomía. La media en la romana fue de 580 kilos, el primero sobrepasó los 600 así como el cerro el festejo, quizás por esas condiciones se movió poco en la arena.
Abría cartel el madrileño Iván Vicente, que pechó con un toro tardo como fue su primero, al que saludó con unas buenas verónicas más la media de remate, quizás se vino abajo tras ser fuertemente picado mermando sus facultades. Con la muleta tras sacarlo a las afueras ejecutó una buena tanda en redondo, siendo mejor la segunda, a menos por el pitón zurdo, no entendí porque terminó tocándole los costados; cambió la ayuda por la toledana, de entrada un pinchazo sin soltar para luego dejar ¾ de espada en buen sitio al que hay que sumar dos golpes con el de cruceta. Silencio. Lo más torero de la tarde noche lo hizo en el cuarto con la sarga, magníficos fueron los doblones de inicio siendo ovacionado, con la diestra corrió la mano por redondos siendo aplaudido al cerrar la serie con el de pecho, buen tono y son tuvieron los naturales, mejor aún los cambios de mano, las trincherillas de final, lo más torero de la corrida, estando muy por encima del cuatreño, si llega a estar más certero con el alfanje, bien pudo haber trofeo, saludó fuera de rayas.
Al matador francés Juan Leal, le tocó en el sorteo, uno manso como fue el segundo de la corrida y uno bueno, el mejor del encierro como fue el morlaco quinto. En su primero bien con el capote en los lances a la verónica, aunque salió algo achuchado, buen quite por saltilleras que gustaron, otro maniático brindando al respetable, con los trebejos, por el pitón derecho puede pasar pese que fue desarmado, por el pitón contrario nada era posible. Antes de tomar la espada de matar, el animal se acostó cuan largo era en la arena, teniendo que ser apuntillado. Silencio para el de Arles. Con el quinto un morlaco de los buenos, se fue a los medios hincó las rodillas en tierra, citó con la diestra y ejecutó una tanda en redondo, por ello fue ovacionado, los demás puede pasar, no ligó con diestra y con izquierda le perdió pasos, estando muy por debajo de las excelentes condiciones del cornúpeta, terminó aburriendo al personal por su deslavazado quehacer. Envió al otro mundo al buen animal de pinchazo y una estocada entera un pelín desprendida pero de efecto. Silencio en los tendidos.
Quien se llevó el gato al agua fue el valenciano Román que tras una faena de efectos en el primer burel de su lote supo llegar a los tendidos, más aún tras la espeluznante voltereta al tratar de hacer el pase de la arrucina y sin mirarse se puso ante su enemigo sacando valor lo que gustó a los asistentes, como también gustaron los estatuarios inhiestos del principio de faena, luego con la franela en la zocata, los naturales fueron muy acelerados, mejorando en la segunda, como siempre muy valiente y voluntarioso, sin perder la sonrisa característica que siempre le acompaña, tras las trincherillas toreras a por la espada. Entró a matar en la suerte contraria dejando un espadazo en lo alto que fue más que suficiente. Aparecieron los albos pañuelos y el palco otorgó el trofeo. Largo y bien armado era el sexto, pero pronto y humillando en sus embestidas; pronto lo vio el de Valencia y ni corto ni perezoso se fue al tendido tres a brindar a una de las aficionadas perenes y muy conocida en el coso venteño me refiero a Laura que siempre se le oyen sus olés. Inició labor doblándose torerísimamente, para luego torear con la diestra con pases de buena caligrafía siendo mejor el largo forzado de pecho de remate, excelentes fueron los naturales que sumaron hasta cinco, al cambiar de mano el cuatreño también cambió su embestida buscando los tobillos del torero. Todo ello y el estoconazo algo trasero, mató al toro sin puntilla y la segunda oreja cayó por su propio peso.
Nadie se movió de sus localidades hasta ver salir aupado por la Puerta Grande a Román; el público despidió a Iván Vicente con una sonora ovación y al torero del otro lado de los Pirineos con cariñosos aplausos. El respetable a la postre salió contento del coso tras dos horas y quince minutos de festejo.
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