|
Se corrió el velo. Por fin se dejó ver de qué va la
nueva etapa de la Plaza México funcionando a su máxima capacidad. Muchas cosas
son distintas y otras tantas se conservan. En el aspecto organizacional y
logístico, totalmente renovado, se les desea la mejor de las suertes. En el aspecto
taurino, en el que ojalá también haya mucha suerte, se respiraron aires de
renovación, aunque atravesados por un cierto tufo a los graves problemas que
atraviesan a la fiesta de arriba a abajo y de extremo a extremo, sea quien sea
la empresa. Todo esto y más se debe poner en la balanza para poder analizar a
cabalidad qué está pasando en el embudo monumental y ofrecer conclusiones en su
justa dimensión. Vayamos, pues, por partes.  ¡Comenzamos! Echemos lo malo por delante: esta etapa empezó con
el peor ganado posible. Bernaldo de
Quirós cumplió con las expectativas y ligó otro petardo consecutivo. El encierro
fue tan malo, y el hierro tiene una imagen tan paupérrima ante la afición, que
no solo pitaron los seis toros en el arrastre, ¡Sino que además los protestaron
fuertemente durante sus ridículas entradas al caballo! Por increíble que
parezca para esta plaza, tan adepta al minipuyazo y en la que se aplauden
entradas al caballo que harían sonrojar a cualquier ganadero, la afición
capitalina hizo del primer tercio su momento predilecto de la lidia para increpar
al creador de estas tristes desgracias. Si Javier
Bernaldo es tan buen amigo de todos, (no se me ocurre otro criterio para
que sus animales regresen año tras años a los alberos de México) por lo menos
deberían tener con él la atención de evitarle estos ridículos públicos,
especialmente en la Plaza México, en la que sus papelones se airean a nivel
internacional.
 El primero de un desfile de inutilizados de nacimiento Pero no seamos injustos. El quinto toro de la
función, bonito cárdeno, se reveló a la carga de su sangre, e incluso tuvo el
atrevimiento de derrumbar al caballo de pica y encelarse con él, mientras que
su creador seguramente montaba en cólera en su burladero. “¡Carajo! Tan difícil
logro que es conseguir una corrida con seis animales que huyan despavoridos del
caballo y este hijo de su vaca madre ya me lo arruinó”, debió pensar. Por otra
parte, el aspecto del trapío mejoró razonablemente en comparación con el
becerrismo sistemático de la empresa anterior, aunque tampoco llenó las
expectativas generadas por las novilladas tan serias que echaron las diez
semanas anteriores.
Otra cosa que cargar a la cuenta de lo malo es que
el primero de la tarde saltó al ruedo con una herida visible en un costado,
consecuencia seguramente de una cornada grande, que mermó su desempeño todavía
más. Los imponderables son naturales y azarosos, pero sí resulta conveniente buscar
soluciones anteponiendo la integridad del toro y su buen estado durante la
lidia. A medio camino entra la luz y la sombra, en el
suspenso y la incertidumbre, se encuentra un tema escabroso: la inclusión de
dos matadores extranjeros por un solo mexicano en las tercia. Por un lado es
totalmente comprensible que este tipo de combinaciones se ofrezcan en México por
reciprocidad a las ocasiones en que los toreros hispanos han permitido que los
espadas paisanos superen a los suyos, incluso en Madrid. Al mismo tiempo, los
toreros mexicanos están en todo su derecho de protestar y hacer valer los
estatutos de su gremio. Estaremos muy al pendiente de este asunto, que algún
cizañoso quiere hacer explotar. La complejidad del tema no es despreciable:
solo en el antiguo Distrito Federal es una exigencia legal que los extranjeros
no sean más que los mexicanos en los carteles, y no es el mejor momento político
para meter mano en el reglamento desde el poder legislativo local. Por fin llegamos a la cumbre de esta historia.
¡Manzanares! Ahhh Manzanares, cómo
has estado, José María. No estás en torero, estás en torerazo. Estás
rompiéndote, estás hallando tu sello personal, estás dejando atrás la pose y la
afectación en favor del toreo más sólido, estás inteligente y serio en la cara
del toro, estás acertado de procedimientos y entendiendo lo que necesitan las
condiciones de cada burel, estás dueño de la escena, y estás haciendo el toreo
al punto del ensueño. ¡Ay José María! Sí estuvieras también ante otro toro,
seguro que harías maravillas.  Se hizo el toreo Maravillas, sí, porque este domingo a José María
Manzanares le quedó muy chiquito el ganado petardero que pidió. El alicantino
sobó y sobó a un quinto de la tarde manso y débil a pesar del engañoso tumbo ya relatado, hasta que le sacó naturales de antología y pases de pecho que nada le pidieron
a los inmortalizados en bronce. Esta ocasión hizo un milagro con una materia
prima muy pobre qué él pidió. Increíble pero cierto, él mismo pidió unas
condiciones que lo limitaron enormemente, y que dejaron en la boca un cierto
sabor a que hoy Manzanares podía y quería darnos más. Apostaría por que, con un
reto mayor, vendrán los grandes triunfos.
 Una escultura Pasado el momento dulce de la noche, llegó el de la
última categoría por revisar, la de aquellos alternantes que quedaron entre
azul y buenas noches. Zotoluco y Talavante. La gente llegó con la
intención de aplaudirle todo al de las despedidas, y acabaron abucheándolo
después de una labor de más a menos con un mansito con mucho por torear. De su
actuación solo cabe destacar un voluntarioso recibo por chicuelinas. El resto,
una película vista ya mil veces. El badajocense, por su parte, repitió la
abulia con la que poco a poco ha derrumbado el buen ambiente que tenía en la
Plaza México. Más allá de llevarse el peor lote, algo pasa con él que ya no se
acomoda en este coso, es difícil imaginar qué sucede, pero en todos lados está
inmenso menos aquí.
 Arropado y exigido, como debe ser Así, pues, lo mejorcito y lo perfectible comienzan
a hacer contrapeso entre sí. ¿Cuál es el balance final? Quizás es demasiado
pronto para determinarlo. Apenas llevamos un festejo, y todo está por verse
aún.
*Fotos: Nadlleli Bastida / Humbert.
|
|