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La Plaza de Madrid cada día nos da muestras de lo mucho que sabe de sus maneras y justeza a la hora de juzgar, siempre medida e infalible, como el Papa, y lo que ella dice, va a misa. Y no se atrevan a contradecir a los que transitan por sus tendidos, gradas y andanadas, porque eso no puede ser, no puede ser y no puede ser. Pero, ¿y cuándo una mitad dice so y la otra dice arre? ¿A quién se le hace caso? ¿Unos ratitos a unos y otros a otros? ¡Huy! Qué difícil. Que debe ser el desgaste de la feria, pero es que esto se pone cada vez más cuesta arriba. Cartel de postín, con Juli, Perera y López Simón, con los del Vellosino, elegidos y reelegidos con mimo y recato; recato para no pasar esos límites que los maestros consideran infranqueables: si parece toro, ese toro no.
Tarde bronca y desapacible, pero no por los que ya mostraban su descontento antes de comenzar el festejo. Que dirán los vigilantes de la razón y moral cristiana, que no se puede predispuesto a la plaza. Pues no la hagas y no la temas. Si la corrida anunciada va toda para atrás y nos meten una de un hierro con unos antecedentes inmediatos más que dudosos, ¿qué esperan? ¿Unas flores? Y luego, cuando eso que han pedido sale al ruedo, todos podemos comprobar que eso no vale ni para alfombrar un dormitorio y que los coletudos se limitan a querer justificarse montados en la vulgaridad, pues para qué más. El Juli a lo suyo y sin enterarse de que lo “suyo” no hace mucha gracia por ciertos sitios, aunque sus partidarios se ofusquen y no entiendan el que el maestro decida más de una cosa, sin ser competente en ello. Ni que decir de Perera, que cuando se ofusca no tiene otra forma de castigar al respetable que macharle con su toreo. López Simón trató de imitar a sus maestros y acabó consiguiéndolo, pero solo en lo vulgar, monótono y adocenado.
 La mayor ovación de la tarde, para Florito, el buñolero Pero a todo esto, parte de la plaza estaba decidida a llevarse el concurso de miss simpatía de esta feria. Venga a jalear trapazos, venga a querer convencerse de que estaban viendo algo grandioso y venga a mandar callar a los insurrectos. ¿Qué pasa en este país en que la crítica se considera falta de respeto y el seguidismo muestra de educación? Lo raro es que se protestara el sexto y se le echara para atrás. Salieron los cabestros, algo que siempre enardece al personal y con la eficacia de siempre, Florito metió el toro para dentro. Se llevó la correspondiente ovación, incluso de aficionados fetén que no son capaces de encontrar otro aliciente que el mayoral de la plaza, don Florito. Pero tanto era el entusiasmo de algunos, que si se lo dejaban dentro, igual hasta podían sufrir un ataque de algo grave. Y fue terminar las tareas de desalojo del ruedo, cuando salió el buñolero al ruedo para abrir el portón de los sustos. ¡Ay, Señor! Que el personal va y le dedica una cerrada ovación. Para que vean lo pendiente y lo centrada que esta la masa en la Plaza de Madrid, que como iba de corto y como salió así como chuleta, ¡Zasca Es Florito y allí se lanzaron a dar palmas a Manuel el chulo de toriles, para agradecerle lo bien que se había llevado el toro Florito. Pero, ¿quién le quita la ilusión a un niño? Pues nada, lo dicho, a partir de este momento, Florito, buñolero y pluriempleado.
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