|
La vigésimo primera corrida de feria, nos ha deparado una agradable sorpresa, hoy hemos presenciado posiblemente el mejor festejo de todo el ciclo. ¿Por qué?, sencillamente, porque hoy hubo toros y toreros, nadie de los casi 24 mil espectadores que asistieron a la corrida tuvieron el mínimo tiempo para aburrirse, por el contrario, la emoción y la transmisión fueron la nota dominante de tan interesante y agradable festejo. Esperemos que los dos que quedan de este largo ciclo ferial, sean los que nos deje un buen sabor de boca y no el agridulce que hasta el momento hemos tenido.
Más de un trofeo pudo haber caído en manos de los encartelados, pero, dos de ellos los perdieron por culpa más de los aceros, que por las ganas y deseos de Castaño y Aguilar, que supieron estar a la altura de sus oponentes que no “enemigos””.
D. Adolfo Martín envió a Madrid un encierro, bien presentado, con un peso justo, encastado, bravucones y hasta peligrosos como fueron, el segundo y el pregonado quinto, en mayor o menor medida dieron facilidades par que sus matadores estuvieran bien e incluso que les pudieran cortar algún trofeo como en el caso de Ferrera o la vuelta al anillo de Castaño, el menos afortunado en el sorteo fue Aguilar; pero de todas maneras y en conjunto los “adolfos”, nos dieron una buena tarde. Mi amigo y gran profesional como es Victoriano Barroso, suele decir, “si no hay toros, no hay fiesta”, pues hoy los hubieron. Enhorabuena ganadero, mis felicitaciones.
Ahora toca hablar de los tres toreros. Uno ibicenco-extremeño, Antonio Ferrera, otro leones-salmantino de nombre y apellido Javier Castaño y un pequeño de estatura pero gigante de corazón y otros atributos como es el madrileño Alberto Aguilar.
El toro que abrió plaza, fue aplaudido nada más aparecer por la puerta de toriles y que por antigüedad le correspondia a Antonio Ferrera, al que lo saludó en la boca de riego con las clásicas verónicas, el “torito” que apenas tenía 583 kilos, empujó y derribó al equino. El tercio de banderillas lo cubrió el matador; el primer par muy bueno, el segundo a más y el tercero por los adentros, la ovación de la concurrencia fue clamorosa. No fue lo mismo con la franela, el bovino fue tobillero, cuidadito, cuidadito que el asunto no estaba para bromas, pero con su larga experiencia pudo con el pupilo de Adolfo. Lo pasaportó en suerte natural con un espadazo ligeramente desprendido que hizo daño, algunos pañuelos en los tendidos y simplemente todo quedó, en palmas con saludo desde el tercio. Con los cinco años cumplidos fue el segundo de su lote, pero como se dice ahora, se dejó. Con cuatro verónicas mecidas y una media cartelera presentó su tarjeta de visita, los aplausos dieron el visto bueno, más aun cuando lo llevó ante el jaco muy toreramente, continuó con el segundo tercio, colocándolo él mismo sin ayuda de su cuadrilla, primero con el capote y luego con su propio cuerpo, clavando como mandan los cánones pares de dentro a fuera de poder a poder y el último al quiebro; gran ovación con el público en pie. Su labor con la pañosa fue superándose en cada pase ya sea con la diestra como con la zurda, con la derecha y sin la ayuda, naturales en buen son, la labor estaba más que superada. Culminando tras pasar el fielato lo hizo, dejando una estocada hasta las cintas en su sitio y un certero descabello. Pañuelos generalizados al viento y oreja para el esportón. Largo ha sido el párrafo, pero había que contarlo.
 El mismo llevó todo el segundo tercio Más de cinco años tenía el toro que le tocó de primeras a Javier Castaño; bien armado pero sosito, poco lucimiento con el percal, otro tanto de los mismo con el trapo rojo, en que el burel estuvo muy por encima del salmantino; algo decepcionado por las dificultades que presentó el adolfo, Javier se fue por la espada verdadera, dejando una estocada entera pero trasera y tendida, teniendo que utilizar el de cruceta certeramente. Tuvo que pasar a la enfermería por una lesión en la mano derecha, por ello corrió turno, matando el sexto. En que consiguió dar la vuelta al ruedo. Tras el excelente tercio de varas de Tito Sandoval, que picó correctamente y posiblemente sea el mejor tercio de varas del ciclo en esos tres puyazos aguantando la casta del toro de D. Adolfo, la ovación para el del castoreño estalló. También otra ovación para David Adalid y Fernando Sánchez cuando nos brindaron un segundo tercio, que también puede ser el mejor del ferial. Esto iba a más; con la montera calada y la muleta en ristre, inició la faena doblándose y saliéndose fuera de rayas, dos estupendos naturales, un redondo diestro, retornando a la mano contraria para continuar en muy buen son. Pero tan excelente quehacer medio lo malogró con el acero y con esa importante faena, tuvo que conformarse con la vuelta al anillo.
 Un Toro y un Torero Hay que decir que el lote menos potable fue el que sorteó Alberto Aguilar, que no pudo ratificar su merecido y tan comentado éxito de su anterior presentación en que se ganó la sustitución de hoy de su compañero Fandiño. Poquita fuerza sacó el tercero, que no se portó como lo debe hacer un toro encastado en el caballo y que se adueñó del ruedo en el segundo tercio echando la cara arriba, defecto que le acompañó en el tercio final y poniéndose peligroso. Había que matarlo sin más dilación. Un epadazo arriba fue más que suficiente para mandarlo al otro mundo. Se le premió con palmas, saludando desde el tercio. Su segundo, se entero prematuramente de lo que iba, alguien de mi localidad dijo que el cuatreño era un “pregonado”, yo no lo dudo, ahora que era un manso y con peligro es otra cosa, pese a todo ello Aguilar le pudo, haciéndole la lidia que el morlaco pedía. Se demoró con los aceros y el Usía le mandó un clarinazo; finalmente consiguió quitárselo de encima con una media perpendicular, un pinchazo y un certero golpe de verduguillo, esta vez silencio para el madrileño. Alberto Aguilar recogiendo a su segundo de esta forma genuflexa Así fue el festejo, así se lo he contado y para casa contentos y felices, porque hoy hubo toros y también toreros no siendo “figuritas”.
|
|