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Que las Ventas es la plaza más importante del mundo es algo que se repite muy a menudo, es dónde más se cuida el toro, el torero, los ritos, las tradiciones, el ruedo y los tendidos que más respeto infunden, todo se cuida al milímetro, no existe el más mínimo detalle que se pueda escapar a los encargados de mover esta tremenda factoría del toro que es la plaza de Madrid. Nadie puede imaginar que algo pueda salirse de los cauces previstos, eso es imposible. Es conocido que la afición capitalina es muy escrupulosa con la colocación de todos los que pisan el ruedo, siendo ya famosa esa frase de “A tu sitio”. Pero hoy ha surgido un imprevisto, un imprevisto que si se da en las Ventas, es algo que ya estaba preparado, aunque no todo el mundo puede comprender lo que allí acontece. Andábamos por el segundo tercio del quinto toro, cuando de repente se ha puesto en funcionamiento el sistema de riego, justo desde el centro del ruedo. Vale que antes de la novillada había caído la mundial, pero eso no importa. El piso parecía una playa diez minutos después de que bajara la marea, pero está claro que si ha saltado el riego, sus motivos tendrá. No creo que sea para refrescar el ambiente, que bastante refrescado estaba, ni para empapar la arena, que también tenía lo suyo. Igual hemos sido testigos de un mensaje cifrado y no nos hemos enterado
 Madrid Río llega a Las Ventas ¿Iría dirigido a los novilleros? Puede ser, pero creo que no era el momento más idóneo, pues bastante tenían ellos con lo suyo, paseando su bisoñez por la plaza, mostrándose incapaces de llevar la lidia medianamente regular, de poder a los novillos de Carmen Segovia y no hartarse a darles trapazos inútiles que de nada servían. Pero no veo relación con el agua. Quizá porque era para el señor presidente, para que no convierta el palco en una ventanilla expendedora de orejas tiradas de precio, de saldo diría yo, pero tampoco. O al público, a los isidros que tanto ponen de su parte para convertir las Ventas en la Plaza Monumental de la Tele, recogiendo inaparte de todas las plazas de provincias, hasta conseguir hacer de Madrid el mayor bodrio taurino de la historia, a imagen y semejanza de los cosos de segunda, tercera o talanqueras, pero sin encontrar un nexo con el chorro del agua. ¡Aaah! Ya sé, va a ser que ese chorro es la representación de la mansedumbre de los novillos de hoy, los toros de ayer, anteayer, anteanteayer, anteanteante… de todas las tardes que llevamos de feria, en las que esa mansedumbre ha brotado a chorros y ha inundado el ruedo un día sí y otro también, tanto que estamos a punto de que el agua nos suba más arriba del cuello, ya casi no podemos ni abrir la boca, no vayamos a pegarnos un soberbio trago de esta lacra de la Fiesta, la ausencia de casta y el manso eterno que sobrevive al diluvio universal. No hay riada, ni mareas, ni olas gigantes que lo arrastre al fondo de los mares, antes se viene abajo el Escorial, que desaparezca este mal. Esto si que me cuadra, ahora ya entiendo el significado del mensaje cifrado que nos han enviado a todos los prebostes del toreo. Nunca acabaremos con tan colosales chorros de mansedumbre.
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