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23/05/2013
  (San Isidro 2013) 23/5 - Desde mi Andanada: Los culpables del despropósito
 
Firma: Alejandro Martínez
 
     
 

Un despropósito, eso fue la corrida de hoy en Las Ventas. Un festejo marcado, casi al completo, por el nulo juego de un encierro de Jandilla, manso, descastado, y casi inválido. Algunos de los que saltaron al ruedo, sin el casi. Tan sólo el segundo fue devuelto a los corrales, aunque alguno más (o la corrida entera, porqué no) mereció el mismo destino. Varios, como el tercero, salieron de chiqueros ya con la lengua fuera. Un gesto este, que lo dice todo. Además, alguna de las reses que aparecieron por la puerta de toriles del coso madrileño no tuvieron, ni mucho menos, el trapío exigible en la primera plaza del mundo. Y todo, después del baile de corrales mañanero. Algunos cuentan que hasta catorce toros tuvieron que pasar por delante de los veterinarios para poder completar el encierro de Jandilla. Al final, se enchiqueraron tres con el hierro titular, y tres con el segundo de la casa: Vegahermosa. Pero lo peor de todo es que, tras el petardo de esta tarde, a la vacada de Borja Domecq aún le queda otra tarde en pleno San Isidro. Su segunda cita será el próximo miércoles. Si ya de por sí era injustificada la doble presencia de esta ganadería en Madrid, tras lo visto esta tarde, el doblete se torna insoportable y vergonzoso.

Pero de todo esto, no nos confundamos, la culpa no recae exclusivamente sobre el señor ganadero, sino especialmente sobre la empresa Taurodelta por reseñar y anunciar dos corridas de Jandilla por falta de una. Algunos ya dijimos en su momento que no pintaban dos tardes ni esta ganadería, ni tampoco Juan Pedro o los Lozano. Aunque Alcurrucén fuera la triunfadora de 2012, abramos el abanico de divisas y encastes para no condenar a muchos de éstos a la extinción. Si hay una plaza que admite la diversidad (no sólo por los gustos del aficionado, sino también por el amplísimo número de festejos) esa es Madrid. Pero claro, aquí, como todo en la vida, sale siempre más barato un dos por uno. Desgraciadamente, el tiempo nos da la razón a todos aquellos que pusimos el grito en el cielo cuando vimos a Jandilla anunciada dos tardes en la feria. Por lo tanto, los primeros culpables del despropósito ya están señalados: los gestores del coso.

También ha sido ya señalada la responsabilidad del criador, no por traer dos corridas a Madrid (casi todos estarían deseosos de verse en esta tesitura), sino por el juego de la lidiada hoy. Verdaderamente insufrible resultó la falta de casta, bravura y fortaleza del sexteto estoqueado. Aquí podemos incluir también al sobrero de Carmen Segovia que fue más de lo mismo. Blandeando y perdiendo las manos de salida, los astados, al igual que ayer, casi no fueron castigados en varas y a pesar de eso llegaron al tercio final completamente exhaustos. Parecían almas en pena, seres moribundos que lo que pedían era una rápida muerte para no sufrir más. Eso de pelear hasta el final, vendiendo cara su vida... ni rastro. En definitiva, los "jandillas" fueron la antítesis del toro bravo. Mansearon en el caballo saliendo sueltos y después algunos casi ni se movieron en la muleta. Dio la sensación de que la corrida estuviera podrida de arriba abajo, pero esas son las consecuencias de seleccionar por y para el lucimiento de los toreros. Cuando lo único que se busca es la nobleza y la denominada buena condición, tras un tiempo, lo que queda es falta de casta. Ni más, ni menos. El segundo culpable del despropósito: el ganadero.


¿Dolor de cabeza? Dolor es lo que sufre el aficionado con los despropósitos

Los siguientes culpables del espectáculo vivido esta tarde son, como no, los propios toreros. Si ellos, las llamadas figuras del toreo, no pidieran o exigieran este tipo de ganaderías, esta noche este modesto servidor no estaría escribiendo estas líneas. Con la cantidad de divisas que hay en el campo, cuando anteponemos la comodidad al compromiso... esto es lo que pasa. Y es que, en otra plaza cualquiera esto valdría, pero señores, en Madrid no. En Las Ventas aún quedan algunos (pocos) aficionados que no consienten faenas ante bichos que son incapaces de luchar por su vida. Gracias a Dios, en este sentido, Madrid aún no ha cambiado. En Las Ventas lo primero que tiene que tener el toro es fuerza, y lo segundo casta. Cuando ninguna de estas condiciones se da, el espectáculo es casi imposible. Así que, al margen de las posteriores ventajas y alivios en la colocación a la hora de ejecutar los muletazos, lo primero que tiene que hacer una figura que se anuncia en la primera plaza del mundo es pedir una ganadería de ciertas garantías. Garantías de espectáculo y triunfo, no de fracaso. Aunque, claro, el concepto de triunfo o espectáculo que tienen los que se visten de luces, suele diferir bastante del que poseemos los que nos sentamos cada tarde en la piedra. Por lo tanto, que Finito, Morante, o Perera no se quejen por no haber tenido hoy opción porque ellos solos se lo han buscado.

Y, por último, el culpable final es el que, precisamente, está para defender al aficionado. Si empresarios, ganadero, y toreros defienden, cada uno, sus intereses, la autoridad es la que por reglamento debe defender al que pasa por taquilla. El presidente, junto a los veterinarios, como fuerza, se supone, independiente no deberían permitir las corruptelas del sistema taurino, y más en la plaza de Las Ventas. Desgraciadamente, ellos tampoco han cumplido hoy. Aunque durante todo lo que llevamos de feria ya habían destacado no precisamente por decisiones positivas con la aprobación de ejemplares indignos de Madrid, así como por mantener en el ruedo a auténticos inválidos, hoy el señor presidente se cubrió definitivamente de gloria. Además de no devolver al inválido primero, por ejemplo, el colmo de la desvergüenza fue la aparición en escena del segundo bis, el sobrero de Carmen Segovia. En cuanto saltó a la arena, muchos se levantaron o echaron las manos a la cabeza al ver a uno de los toros peor presentados que se recuerdan en muchos años. Cuajado y rematado de hechuras, por delante fue otro cantar. Ligeramente abrochado de cuerna y casi cornicorto, sin seriedad alguna de cara, además, el de Segovia fue más que sospechoso de pitones. La vaina del pitón derecho casi desprendida y unos pitones que ni estaban redondeados y presentaban una horrible apariencia, hicieron saltar todas las alarmas. ¿En quién recae la responsabilidad de la aprobación de semejante animal en Las Ventas?, ¿a quién defiende la autoridad? Pues eso, que entre unos y otros, la decimocuarta de San Isidro fue un verdadero despropósito.

 
     
   
     
   
     
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