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Corrida de sol y moscas a las cinco de la tarde en cualquier pueblo del sur. Mucho arte mucha antigüedad y mucha tontería. Es lo que hoy han traído a Madrid.
Los toros de Pedraza de Yeltes indignos de Las Ventas si es que a Las Ventas le queda dignidad; que es que si pero solo una poca. Mansos y altos y muy mansos y muy altos. Se esperaba esta ganadería pero para ver otros comportamientos. Asustaron y hasta tumbaron a muchos toreros tanto de oro como de plata pero nunca hicieron por ellos. Hicieron mansadas propias de mansos.
 Ninguno de los tres dio la talla exigida Uceda Leal ya ni letal con la espada y eso era otro de los atractivos de la tarde de hoy. A su primero no lo quiso ni ver. Y no era bueno el de Yeltes pero lidia, como todos los toros, tenía. Debe ser obligatorio mostrar las carencias del toro al tendido y demostrar que estás muy por encima de él. Uceda no lo hizo. Con su segundo pretendió estar más quieto, más serio o entregado pero el insumiso no lo dio cuartel y todo acabó en un sainete con lo suyo, con la espada.
Eduardo Gallo en un quite por chicuelinas ascendió hacia los cielos para luego descender de manera muy fea. Fue a la tercera y porque se había quedado sin espacio. Con la muleta intercalaba gusto y enganchones, fue una faena carente de profundidad y aburrida. Muy de Eduardo Gallo. Su segundo toro fue devuelto al quedarse inválido tras un golpe brutal contra las tablas. Saltó al ruedo un sobrero de José Vázquez y aunque no transmitía si era un toro con tres teclas, la de templarle, la de poderle y la de matarle. No tocó ni una. Gallo nunca encontró el espacio adecuado y a pesar de robar dos naturales la tarde se le vino a bajo de mala manera.
David Mora representa la indignidad que tanto para el toreo como para Madrid es dramática. Aburrió con un manso de solemnidad. Ni siquiera pudo contenerle en un espacio fijo. Le acompañó a toriles tirando la muleta por fuera y después de matar al animal se dio una vuelta al ruedo a todas luces fuera de lugar. ¿Cómo un torero puede tener tan poca vergüenza? ¿Cómo alguien que sabe de esto no tiene ningún impedimento en dejar a Madrid a la altura del betún? ¡En la Cátedra del toreo! Una cátedra ignorante y divertida que pidió la oreja por pedir algo. También pidieron fantas de naranja. Mora a su segundo le equivocó la lidia de cabo a rabo. Quiso hacer lo que hace con todos: hacer que torea. Y no, el animal tenía muy mala sombra. Siempre a por el hombre con arrebatos que nunca culminaron. Murió mal.
Una tarde de pueblo colada en la supuesta plaza más importante del mundo. Esto quizás ya no sea la cátedra del toreo. Quizás la cátedra ya no exista. Aunque un poquito en Bilbao si queda. |
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