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Hoy, antes de la corrida, había un run-run en los pasillos del 7, debido a que se sabía que de los 8 toros que había traído Adolfo Martín, se habían rechazado 2, uno por falta de trapío y otro por un traumatismo ocular. Pero además se rumoreaba que venía una corrida desigual de presencia y con las consiguientes dudas de si estaría tan floja como en los últimos años. En definitiva, no se confiaba en el juego de los adolfos. La realidad fue distinta. Los toros de hoy eran toros de lidia y se iban comportando según su condición y en función de la lidia que fueron recibiendo. Sabido es también que el encaste albaserrada, con sus caras de rata, es mucho menos armónico y bello que el de los pablorromeros de ayer, paradigma de la belleza taúrica. De todos ellos, el que más posibilidades tuvo para brillar fue el tercero, de nombre Madroñito, al que habrá que tener en cuenta para los premios de este año, ya que nos regaló un tercio de varas excepcional, arrancándose de lejos y con alegría a la puya y montura excelentemente manejadas por el picador Marcial Rodríguez, que fue despedido con una de las mayores ovaciones escuchadas en esta mediocre feria. Para ello fue necesario que el señor Muñoz Infante, hoy en el palco, no atendiese las repetidas peticiones del matador Robleño, que quería cambiar el tercio tras la segunda entrada al caballo. Para acabar con todo lo positivo de esta tarde hablaremos de las ganas de agradar de los de a pie, aunque luego el acierto no estuvo de su parte. Esplá, muy mermado de facultades, ni siquiera se atrevió a banderillear y acabó pronto con su lote, aunque el segundo le buscó con saña y lo pasó muy mal. Sólo para la historia el vestido naranja con adornos añil de pedrería que lució. Siempre nos sorprende de alguna forma el veterano maestro. Últimamente sólo por la guardarropía. Liria no estuvo tampoco muy acertado, no encontrando la distancia ni la ligazón que exigía el buen segundo de la tarde. Con el quinto acabó desarbolado por la casta y nos parece que se le fue un lote con el que hace años habría triunfado. Respecto a Robleño, pareció muy contrariado por la decisión presidencial de entrar a un tercer encuentro a varas de su primero. Pero luego se demostró que la rapidez de embestida, no dejarle la muleta puesta y no haber arriesgado algo más, hizo que la labor de Robleño no alcanzase la altura que pensamos tenía ese toro, que terminó desbordando al torero y sin ser dominado por éste ¿Qué hubiese pasado si se cambia sólo con dos varas? Pues que podía haber sido de tragedia. El último, el de más trapío de la corrida, fue lidiado mal también por el afligido Robleño de hoy, que tampoco tuvo su tarde. A pesar de todo, estos tres toreros, tan poderosos otras veces con este tipo de corridas, se esforzaron pero, por lo que se ve, se han contagiado de lo que ven en otros y parecía que se les habían olvidado aquellas virtudes que les han situado entre los matadores especialistas en toros de lidia difíciles y no en el pelotón de matadores de borregos, que conforman la mayoría del escalafón. La corrida acabó con ovación del 7 al mayoral, como representante de una vacada de toros de lidia, más o menos bravos, pero sin duda alguna encastados, algo de lo que pecan la mayoría de las ganaderías de lidia. Aunque seguro que los taurinos y juntaletras dirán que eran toros imposibles. Se decía al salir del 7 que sería bueno que cada torero que se crea figura matase una corrida de éstas al año, como mínimo. A lo mejor entonces se ganaban el respeto que dicen no les tiene este tendido. El respeto no se tiene porque sí, hay que ganárselo día a día y siempre debe ser mutuo. |
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