Pocos triunfos reseñables se han contabilizado en la semana que llevamos de Feria. De no haber sido por el mal manejo de la espada esta tarde el joven César Jiménez, habría sumado un trofeo para el escaso palmarés del serial isidril. La oreja de Serafín Marín y ayer, la de Alberto Aguilar constituyen un pobre balance teniendo en cuenta que algún toro se las llevó puestas al desolladero. Podríamos ser pesimistas y pensar que algunos de los de luces deberían haberse esforzado por conseguir un triunfo importante o que han sido demasiados los toros deslucidos, por no decir infumables, que han saltado a la arena de Las Ventas, pero hoy no vamos a ver el vaso medio vacío. Pensemos en lo positivo de lo que ha sucedido estos días.
Hasta la fecha se han vivido tardes anodinas, o con pocos detalles destacables, pero no estamos asistiendo a festejos laaargos y pesados en los que la falta de brevedad de los actuantes o el número de sobreros sume minutos al reloj. La tarde de hoy es un buen ejemplo. Dos horas y cinco minutos. Si decimos que lo bueno si breve dos veces bueno, los malos tragos que pasen cuanto antes. |