Entre nubes y claros, al final pasados por agua, y con ¾ del aforo cubierto se celebró el II Festival Proyecto Hombre. Se han lidiado dos toros para rejones de "La Castilleja", descastado el 1º y manso el 9º lidiados en este orden. Los de a pie fueron de José Luis Marca, flojos, nobles y manejables en general; 2º descastado y 8º manso de libro.

Leonardo Hernández, Ovación y (dos orejas en el toro de regalo)

Enrique Ponce, palmas y (dos orejas en el novillo de regalo)

Pepín Liria, dos orejas

Curro Díaz, dos orejas

Curro Martínez, dos orejas

Ambel Posada, oreja

Alfonso Robles, oreja

El primer objetivo se cumplió, el benéfico para una causa tan justa. Linares respondió solidariamente. Desde OyT felicitamos a todos los implicados en esta labor de lucha en favor de una serie de personas, que por los avatares de la vida, les tocó vivir una penosa experiencia, el mundo de las drogas.
 
Dicho esto, y por tratarse de un festival taurino, tenemos la obligación de analizar lo ocurrido...

Rompió plaza Leonardo Hernández con un toro cinqueño muy en tipo murubeño que mostró una tremenda falta de casta. Acompañó esta lidia al cante Gema Jiménez. Colocó Hernández dos certeros rejones de castigo que no sirvieron para que el de La Castilleja reaccionara. En banderillas tuvo que esforzarse y llegarle mucho a la cara del toro para colocar tres pares con salida en pirueta a derechas y un cuarto en un cuarteo templado y limpio. Todo tuvo que hacerlo Leonardo Hernández ante un animal descastado y parado. Con el rejón de muerte dio un mitin. El de “regalo” era negro bragado y lucero –si aquél toro tenía sangre de Murube, yo soy Ministro del Aire- además de feo se mirase por donde se mirase. Y si su primero fue descastado éste era de tiro de carretas. Tardó Leonardo en colocar el primer rejón, pero cuando lo hizo el lucero se salía de la plaza, botaba como los mansos de los rodeos americanos produciendo en los espectadores la hilaridad. Como pudo banderilleó y mató al de Guisando y le fueron concedidas dos orejas de regalo en el de “regalo”.

El segundo de la tarde era un novillo colorao en miniatura, esmirriado, de presencia justa para un día de campo entre amiguetes. Lo recibió Ponce con lances con las piernas flexionadas toreando para adentro con plasticidad y cadencia; pero cuando se estiró el maestro cambió el diapasón y los lances salían destoreados hacia fuera. Se simuló la suerte de varas y a partir de ahí empezó el calvario del novillo. No podía con su alma. Ni Ponce, experto en estas lidias, pudo hacer que el novillo se mantuviera en pie. Acompañó la faena al cante Lebrijano que además de interpretar con sentimiento el cante, hizo casi de vidente, la letra que interpretó hacía referencia a algunos fenómenos climatológicos: "truenos, lluvia..." Y así fue, en el cuarto novillo avisó y en el séptimo llovía de narices. La labor de Ponce fue premiada con palmas, luego vendría el de “regalo” después les cuento... 

Aquí empezó el toreo...

A Liria le tocó en suerte un bonito novillo chorreado en verdugo, flojo, que a la postre colaboró. Lo recibió de hinojos con dos largas cambiadas que calentaron los tendidos, no pudo estirarse a la verónica por culpa del aire. Le acompaño en la faena con su cante Argentina ¡Qué bien canta! Inició con mimo la faena de muleta Liria, templaba los redondos, después consiguió varias tandas de naturales largos y cadenciosos, interpretados con gusto. Con el novillo más afianzado consiguió tandas, aunque cortas, de redondos armónicos. Epilogó la faena toreando hacia los adentros con sabor y torería. Mató certero.
 
Aquí empezó el arte...

Curro Díaz - Foto: "Argos"

El cuarto de la tarde era colorao ojinegro, tocó en suerte –para el novillo- a Curro Díaz. Raudo Curro se hizo presente con el capote y le enjaretó cinco o seis lances a la verónica de muy señor mío; los últimos muy templados, circulares a ralentí y la media...¡Cómo fue esa media! Lenta y agitaná de las que erizan el vello. La gente enmudeció sorprendidos, quizás no habían visto torear así. Un picotazo en varas. En banderillas se lució Valentín Rivas reuniendo en la cara. Brindó Curro la muerte del novillo a Baltasar Garzón, persona involucrada en este benéfico evento, y, con templadas prisas inició su andar en busca de su antagonista que se encontraba en terrenos del tendido 1. Inició por alto con armonía el trasteo de muleta; pronto brotaron los redondos largos y templados en base a su prodigiosa cintura abrochados con un escultural trincherazo. La obra de Curro se embadurnaba con el sentido cante de Enrique Soto. No tragó el novillo con la tonta y Curro cambió de mano; se recreó en tres molinetes lentos, rompiéndose la cintura y rematados con un desmayado con la zurda, todo cosido con el hilo mágico del sentimiento. De nuevo la diestra y más redondos, esta vez, desmayados, pero vivos. Cerró Curro su obra con tres barrocos molinetes con la zocata. Pinchazo sin soltar arriba y estocada fue el broche de una obra casi perfecta. 

Curro Martínez sorteó un negro listón y bociblanco. Recibió de capa con más entrega que acierto. El cantaor que acompaño en esta faena fue Guillermo Cano. En varas, como  sus hermanos anteriores, un solo puyazo. Inició la faena de muleta con muletazos por bajo flexionando las piernas con hondura. Después en el trasteo, algo sobrio, pero puro, citó siempre con la muleta planchá y los muletazos los interpretó con la mano baja, basando su faena en la diestra. Con la zurda sólo realizó una estimable tanda. Cobró una estocada casi entera. Dignísima actuación de otro de los toreros linarenses.

El sexto era colorao de pelo y armónico de hechuras; toco en suerte a Ambel Posada, el flojo novillo y con poca fijeza de salida, nos privó, para desdicha nuestra, del buen toreo de capa que este torero extremeño atesora. Un picotazo en varas, una desordenada lidia en banderillas y un buen par de Alfredo González dieron paso a la faena de muleta. Nos había privado el novillo de cómo utiliza Posada el capote, pero, con mucho esfuerzo por parte del torero consiguió obsequiarnos con varios pasajes muy interesantes en la faena de muleta. Brotaron redondos aislados pero con fundamento y largura, reposados sobre las caderas. Unos cuantos naturales con sabor, uno de ellos desmayado de los que calan. Cuatro detalles cuatro, que al menos, demostraron honradez y buen hacer. Argentina le acompañó al cante.

Alfonso Robles no tuvo suerte en el sorteo, le tocó un colorao bociblanco que salió con mucho gas y poca fijeza. De nuevo Enrique Soto cantó durante esta faena. El novillo llegó sin posibilidades a la muleta, pasó de bronco a parado y reservón. Poco pudo hacer el novillero linarense, tan sólo ofrecer algún detalle aislado de su sevillano repertorio.

Viaje al pasado...

Por la megafonía comunican que Enrique Ponce y el rejoneador Leonardo Hernádez regalaban un novillo, la noticia es acogida desde el tendido de diversas maneras centrandose en la actitud de Ponce: unos aplauden la actitud que entienden generosa del torero, otros dicen que es ambiciosa para no irse en blanco del festival. Un aficionado próximo a mí le envía una gráfica butifarra catalana –aquello de una mano sobre el antebrazo del brazo contrario y una rápida contracción de éste, ya saben- acompañada de un exabrupto que no voy a reflejar por delicadeza. Claro todo se entiende, llevábamos tres horas de festival, había llovido, se había echado la noche y la temperatura era fría, en fin, que hay regalos que matan. Saltó el sobrero a la plaza, negro listón de pelo y estrecho de sienes. Abanto a más no poder, ni Ponce pudo sujetarle con el capote. En la huida a chiqueros se encontró con Saavedra que le zumbó el primer puyazo, acto seguido en su fuga se topa con Quinta en el tendido 1 y le arrea otro. El tercio de varas y el de banderillas fue una auténtica capea mala. Inicia la faena de muleta Ponce y otra vez Lebrijano le acompaña y acierta con la exposición de su letra, decía: “Despacito maestro...” cuando Ponce le estaba pegando los primeros trallazos al de José Luis Marca. La faena se diluyó en una caricatura de lo que es el toreo, un novillo absolutamente manso y un torero que sobaba a éste para que tomase el engaño. El novillo pasaba por delante del torero como una burra, quizá pensaba que aquel trapo rojo era la portera que le llevaba al campo, cuando salía de él y veía de nuevo la plaza se quedaba extrañado mirando los tendidos. Volvía a pasar el novillo de aquella guisa y el torero a ponerse guapo. Esta obra fue refrendada con pinchazo sin soltar y estocada y premiada por el palco con dos orejas. ¿Necesita una figura del toreo consagrada estas dos orejas? Parece ser que sí...al menos eso pareció cuando los hermanos Tejero se pusieron delante del novillo demandando el corte de trofeos.

Entendemos que en un festival hay que ser algo condescendiente por su carácter benéfico, pero de ahí, a convertir una plaza en una chusma, creo que no; los aficionados quedaron absortos de ver como reían Francisco Sánchez y Paco Bautista cuando otorgaban los máximos trofeos. En un palco hay que ser serio, ecuánime y medir a todos con el mismo rasero aunque éste sea generoso, de lo contrario, le estamos perdiendo el respeto a aquellos que se esforzaron por dar lo mejor que llevaban dentro y a la fiesta de los Toros.

Espero haber dejado claro: el bueno, malo y peor del titular.