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Me pide nuestro director que haga una nota sobre el maestro Vidal, quien hace ahora tres años nos dejó huérfanos de información verdadera. Y me apresto a ello, pero con la falta de convicción del novato. ¿Qué puedo decir yo, que todavía no he escrito nada?. ¿Qué puede importar lo que diga un novato en la prensa cuando acabo de echar a andar?. Pues diré algo. Diré que fue quien me enseñó a leer. Ayudó a ello que en mis años de instituto, un profesor aficionado a los toros, utilizara sus escritos para enseñarnos a redactar, para de forma viva acercarnos a las formas gramaticales. Fue un paso decisivo que aún hoy no se siquiera si he logrado asimilar del todo y es que era mucho Joaquín para los que nos sentábamos en los pupitres. Lo que sí logro, D. Ramón, que así se llamaba el profesor, fue inculcarme, a través de Vidal, la afición por los toros. Esa afición, aún sin pulir por las cosas de la edad, dejó claro en mí los conceptos de veracidad e independencia. Con ellos, por otro lado imprescindibles, se puede uno echar a andar. Todo, los toros, el toreo y la gramática, hasta donde yo se, lo fui aprendiendo del maestro Vidal; hasta que un día me pregunté ¿y si yo quisiera? ¿podría escribir? ¿y comprometerme con la verdad?. Y me puse a ello y a veces firmo algo en este portal. Emular al maestro es mi intención. No lo lograré, pero ¿por qué no escribir de toros, eso que tanto le gustaba a él?. Si ustedes me leen, será que he empezado a querer. Alberto C. Sánchez
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