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  PEPE DONAIRE  
   Por Joaquín Albaicín - Escritor y aficionado
[ 07/09/2010 ]
 
     
 

Si vas a Calatayud, preguntar has por la Dolores. Pero, si vienes a Sevilla, no hace falta que preguntes por el bar de Pepe Donaire, porque, a poco que luzcas mínima pinta de bohemio y nocherniego, alguien te conducirá hasta allí apenas hayas aparcado el coche o bajado del AVE. En el camino hasta la botillería en cuestión, y aunque se encaminen hacia otra parte, pues ya se sabe que el coletudo lleva vida austera, no paras de encontrarte toreros. En la calle Feria te topas con Oliva Soto, que, en vísperas de matar en el campo dos de Cuvillo, va al traumatólogo a que le vean una fisura. En la Encarnación, un motorista hace un alto para saludarte: es Manolo Chicuelo. Ya en los Remedios, aparece César Girón. Y bueno, lo de Pepe Donaire… Sito en un esquinazo clave de la Plaza de Cuba, nada más asomar la cabeza te toparás, aunque sean las cinco de la tarde, con un ambiente de dos de la madrugada. El ganadero amigo del pimple siempre ha hecho buenas migas con el aficionado al flamenco y esta es ciudad en la que se empieza a refrescar el gaznate prontito, así que, pues eso, que en Pepe Donaire, con independencia de lo que los relojes marquen, siempre son las dos de la mañana.
  Todos los cuadros de sus paredes -magníficos retratos de Camarón, Manuel Molina, Pansequito, Aurora Vargas, Caracol…- son de Diego Ramos, mascarón de proa de la bohemia y la pintura caleñas. Siempre he percibido el de Diego como un arte edificante desde el punto de vista espiritual. Al menos, en sus toreros caminando y desplegando perezosamente sus capas a ras del burladero tras haber roto las filas del paseíllo, imagen que ilustra este año el cartel de la feria de Valladolid, yo no vislumbro sino una variante de la Escala de Jacob. Y me pregunto, por cierto, ante este inspiradísimo retrato de Camarón debido a sus pinceles, si no hay en él algo de reflejo de aquel ángel que luchó con Jacob al rayar el alba…
  Muchos años lleva ya en la noche flamenca Pepe, primero en contratar para cantar en Sevilla a un Camarón todavía niño y propulsor de un grupo cantera de muchas cosas: Los Gitanillos (Raimundo y Rafaelillo, Melchor Santiago, Juan José Amador, El Eléctrico, Bobote…). Lo de Pepe, en fin, arrastra ya solera. Añádase que el suyo es el bar flamenco al que me gusta ir a tomar una copa con mi mujer… por la sencilla razón de que puedes entrar con tu mujer del brazo y no pasa nada. Otros van con la suya y, además, no hay metepatas. El tapeo está garantizado en cien metros a la redonda y no hace falta apostar en la puerta a ningún matón.
  Copa va y saludo viene, no tarda en formarse la juerga. Pantojita canta La chica ye-yé de Concha Velasco. Bari de Triana replica por soleá de la Cava. Entra por bulerías Pepe El Artista, magno buñolero y caballero. Se entona después por soleá apolada un picador bajo la severa mirada de Rosa, la florista. Y –prestancia y donosura- sale a los medios Carmen. ¿Carmen qué? Pues, como ella dice: Carmen. ¿Quién va a ser? ¡La Carmen! “Por aquí, preguntas por la Carmen, y todo el mundo sabe que soy yo”… Y bien que arranca los olés la Carmen versionando a Manzanita y a Rocío Jurado. A la guitarra, siempre Melchor Santiago, letrista de Camarón, Susi, Rocío Jurado, Salmarina, Los Marismeños… Padre de La Tana, no pocas de sus letras, alumbradas desde la entraña, viven ya incrustadas en la memoria popular. Como las de Manuel Molina, parecen portar un aliento indefinible de cura balsámica. Muy bien ha captado su esencia y las ha definido Jerónimo Maya, que días atrás se dejó caer por aquí para acompañar a la guitarra a mi mujer en el concierto de Cajasol, entablándose entre ambos tañedores una conversación no apta para flamencólogos.
  Melchor.- ¿Has leído ese salmo que habla de los setecientos músicos del rey David?
  Jerónimo.- Pues claro.
  Melchor.- Un rey que tendría quince o veinte criados y, en cambio, setecientos músicos… Qué rey… Qué rey… ¡Qué rey más rey!
  Melchor, sacó en conclusión Jerónimo, no es cantaor ni letrista. Es salmista.
  Y este es uno de sus salmos (de nuestros favoritos) por tangos:

La naranja dice al limón:
“Tú vales para más cosas,
yo tengo mejor color”.

  Y, en la barra, entre sartal y sartal de salmos, hablamos con Álvaro Martínez Conradi y Carmen, ganaderos de La Quinta, de la clase en la embestida del toro que echaron en Madrid y el impecable trasteo que le enjaretó El Juli. Anticuario de postín y dueño de un repique de pies más flamenco imposible, Antonio El Marsellés hace un alto en su proceso de ordenar los cupones comprados para el sorteo de hoy y nos presenta a Manolo Cortés. Él torero se acuerda de cuando Manolo Caracol le cantó una tarde mientras se vestía de luces, y nosotros de aquellos elitrosos muletazos al ralentí, en Madrid, a uno de Santa María que salió de sobrero en una corrida de Bohórquez. Se charla de la Carmen de Távora que anda Paco Dorado llevando por las plazas. De lo acelerados que salen los toreros en Pamplona. Se habla de la que ha liado Oliva Soto en El Puerto, y de la línea Tigre de Guanajuato por que ha optado Arturo Macías (van ya tres cogidas serias desde que llegó a España). Y, por hablar, en fin, se habla hasta de El Bimbo. ¿De quién? De él, sí, de El Bimbo, un novillero sin caballos al que Giralda TV dedicó hace unas noches un reportaje. En los días de Lagartijo y Frascuelo, los aficionados consideraban un toro de ocho años y un torero de veintiocho como la conjunción ideal. Después salió lo del toro de cinco y el torero, de veinticinco. Ahora, con El Bimbo, becerrista portuense de sesenta y cuatro años, la afición ya no sabe a qué carta quedarse. Él, al menos, lo ve claro y así lo dijo:
  -Enseguida me di cuenta de que me fallaba el izquierdo y nunca podría ser una gran figura, pero también de que en el escalafón sin caballos podía ocupar un sitio digno.
  Eso es tener los pies en la realidad, sin duda.
  Para que se hagan ustedes una idea, es a eso de las nueve de la noche cuando empiezan a juntarse allí los que vienen de la partida de dominó en La Bendita con los que venimos de ver la corrida de Madrid o Pamplona en Malabar, aunque es raro que la guitarra no suene allí dentro desde mucho antes. Ni siquiera en las últimas semanas, cuando, por aquello de las calores, Sevilla se vaciara bastante, fue preciso recurrir a refuerzo alguno de bohemios para cubrir huecos. Me permito, en fin, invitar a dejarse caer por allí a cuantos se ajusten al perfil. Hay que ser currista y paulista y, si de flamenco se trata, de Bambino. A quien no tenga claro esto último, no es que se le vaya a prohibir el acceso, pero se va encontrar un poco fuera de cacho. En Pepe Donaire, Bambino es sagrado. Yo, lo aviso.

 
     
  Nota.- En aras de respetar siempre el original recibido, OyT no corrige su presentación, ortografía o puntuación, tal y como se indica en las Condiciones de Uso de esta Tribuna, siendo todo, como el texto, única responsabilidad de su autor.  
     
   
 
   
 
   
Jacobo Benjumea 13/09/2010  
 
Es un placer leerte, sencillamente por tu sabiduría que emana de lo sencillo y humilde; de lo popular, que durante mucho tiempo otros se dedicaron a ultrajar. Gracias, de alguien que te sigue con entusiasmo.
 
 
 
   
Juan Rubio 07/09/2010  
 
Señor Albaicín, emocionado por su relato que siendo joven, útil y libre con sensatez y pasta para cumplir, todos soñaríamos por estar por esa estancia de Pepe y disfrutar viendo y oyendo el arte andaluz, cuando se siente.- Saludos de "Jurubar".-
 
 
 
   
María García 07/09/2010  
 
Al principio de leerle me parecía muy "rebuscado" pero con el tiempo me agrada que vayan saliendo textos suyos. Son una delicia, llevan la carga emotiva de lo vivido. Eso sí, siempre desde la perspectiva particular de un autor gitano. Además es un gran escritor y se aprende leyendo. Gracias y hasta la próxima entrega.
 
 
     
     
     
     
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